¿Cuál es el problema del Madrid? Se dirime en tertulias de radio nocturnas y barras de bar. Las conclusiones de ambos colectivos, periodistas y aficionados, no  acostumbran a diferir; salvo honrosas excepciones, todos convienen en que faltan intensidad y huevos, en que es preciso correr más. La conclusión, arrancada del obsoleto evangelio camachista, constituye una suerte de reduccionismo capcioso que permite disimular la ignorancia. 

El fútbol sería demasiado sencillo si se jugara con las posaderas. "Jugar al fútbol es muy sencillo, pero jugar un fútbol sencillo es lo más difícil que hay", decía Johan Cruyff. Desmarcándonos del axioma popular, la losa que impide el crecimiento del Madrid obedece a un problema de orden estructural de llamativa perdurabilidad. 

Misma solución, menos opciones

Zidane, como en su día Ancelotti, se encuentra ante el apremio de la inmediatez pero con recursos más precarios; mientras que el preparador italiano contaba con Xabi Alonso para sostener y Di María para galopar, Zizou tiene que apañarse con Casemiro y media ración de James e Isco. La solución improvisada por Ancelotti en la temporada de la Décima supuso una rendición, porque traicionaba (o aplazaba) la premisa de asentar un método en aras de maquillar las deficiencias tácticas que habrían impedido consumar el doblete. La corrección se produjo tras la derrota (3-4) contra el peor Barcelona de la década, presentando así la rendición en aquella Liga.

El Madrid visita el Camp Nou con ánimo de competir. No de ganar sino de presentar batalla. Ni siquiera un despliegue portentoso de sus individuos más determinantes (Navas, Bale, Benzema, Ronaldo y Ramos) garantizaría puntuar contra un equipo tan resolutivo como el Barça, que aún disgregado (no es el caso) tiene un puño más poderoso para concretar en las áreas. 

Luis Enrique ha articulado el Barcelona más sibilino de la época, tan camaleónico y versátil como abrumador cuando se lo propone. Enriquecer sin transgredir. Si el Barça de Guardiola elegía restaurante, el de Lucho cierra bares. 

Casemiro, solución provisional

Zidane busca su Xabi Alonso en Casemiro y no encuentra su Di María en James ni Isco. El 4-4-2 con sin pivote aspiraba retomar el buen gusto del ocaso de 2014, abrazando la naturaleza creativa de los mediocentros sin corsés tácticos. Se descubrió que el sistema alimentaba la tendencia de la unidad a fragmentarse y se recurrió al esforzado Casemiro, recuperador de cuna. Sucede que el brasileño emplea más tiempo en corregir los desmanes propios que los ajenos, poco competente en la colocación, más impetuoso que cerebral, venda y no cicatriz.  La incursión del centurión brasileño no tiene el efecto deseado en Kroos, cuyo encaje en el Madrid parece una utopía porque no se acomoda ni en el doble pivote ni en la demarcación de interior. 

El reto de Zizou es evitar que ocurra lo normal: que gane el Barcelona.