"El Atlético es el segundo mejor equipo de la Liga: va a ser más difícil que el sábado", dijo en rueda de prensa Gerard Piqué, un central con alma de mediocentro que siempre la toca cortita y al pie. Sospechoso habitual, su mensaje no camufla un dardo al Madrid sino que constata una realidad tangible: Barcelona y Atlético están por encima del resto de equipos españoles. No es una apreciación subjetiva de servidor sino un hecho tan irrefutable como que son los dos últimos campeones de Liga y los dos mejor posicionados en el ejercicio actual.

El bagaje de conquistas refuerza el suceso: el Barça suma 25 títulos en la última década, saco que engordan cuatro Champions y seis Ligas; el Atlético, siete condecoraciones  -idéntica cifra que el Madrid en el último lustro- entre las que figuran dos Uefas, una Liga y una Copa, glorias recientes puesto que el periodo de cosecha remite a una fecha de inicio cercana: 2010. 

Barça y Atlético juegan a lo contrario pero con la misma convicción y fe en el mantra, definido por personajes también en las antípodas como Cruyff y Simeone. Johan sublimó el sentido lúdico del juego y Cholo ha hecho del sudor un perfume que destila gloria. No es descabellado afirmar por tanto que Simeone es el Cruyff del Atleti, desnortada la entidad colchonera como el Barcelona hasta que la abruta irrupción del genio holandés, cuyo éxito no se mide en su figura sino en sus discípulos, capaces de transcribir su dogma en un ideario legible que solo vanidosos como Bartomeu y Rosell se han permitido rebatir.

Johan sublimó el sentido lúdico del juego y Cholo ha hecho del sudor un perfume que destila gloria

Simeone es el Cruyff del Atlético, totalitario por necesidad en un club nada opulento como el que preside Cerezo, incapaz de codearse con los transatlánticos en el ámbito económico. El cacareado "partido a partido" no es un eslogan vacuo porque el Atleti no entiende de ganar sin empaparse con sangre la espada, espoleado por sus propias limitaciones, tan gremial como irreductible. El equipo de Messi acaricia el violín y el de Cholo revienta baterías y despierta al vecindario entero. 

Si le preguntan por un resultado, Simeone frunce el ceño, jueguetea con un palillo en la boca y amenaza como un pistolero en una taberna de mala muerte: "Ganar". Cholo es Johan porque no tiene memoria: ha perdido los últimos seis partidos contra el Barcelona -todos desde que Luis Enrique habita el banquillo azulgrana-, pero eso da igual.