Parece que fue ayer, pero hace ya tres años que Juan Carlos Valerón dejó la Coruña para volver a su tierra y devolver a lo más alto a su Las Palmas. El lunes volverá a Coruña y como confirmó en rueda de prensa este puede ser su último partido en Riazor vestido de corto.

Corren tiempos en los que la calidad ha quedado en un segundo plano respecto al físico. La posición de mediapunta clásico, de ese jugador que rompía defensas con sus pases, que tenía la rapidez en la cabeza y no en las piernas, parece empezar a estar en peligro de extinción, y el Mago de Arguineguín quizás sea uno de sus últimos grandes exponentes.

Valerón fue uno de esos jugadores por los que valía la pena pagar una entrada, un jugador admirado por todos los aficionados y que podía dejarte con la boca abierta con un simple toque con el guante que tenía en el pie. Maravilló en estadios históricos como el Olimpíco de Munich o Old Trafford y llevó al Dépor a tocar el cielo con un Centenariazo histórico y una remontada en Milán que pasará a los anales de la historia del fútbol.

Tuvo la mala suerte de nacer unos años antes y de que su rodilla no le respetara, ya que no tenía nada que envidiar a los Iniesta o Silva que revolucionaron el fútbol español, y sin duda podía haber formado parte de esa selección que reinó durante cuatro años.

Valerón es un jugador admirado y respetado, por compañeros, por rivales y por todos los aficionados, volverá a Coruña este lunes, quizás por última vez, pero si vuelve a pisar el verde de Riazor el aficionado solo podrá ponerse en pie, con lágrimas en los ojos para aplaudir por última vez a ese mago que le hizo ser feliz, ese mago que realizará su último truco, el truco final.