Alberto López (Irún, 1969) es, por méritos propios, todo un clásico del fútbol español. El guipuzcoano disfrutó de una extensísima carrera como portero y tras colgar los guantes con 40 años se pasó a los banquillos, los que le han traído de vuelta a su segunda casa, Valladolid. En la capital del Pisuerga ya disfrutó de uno de sus mejores momentos como futbolista cuando, en la temporada 2006/07, se convirtió en el portero menos goleado de la Segunda División y con sus paradas aupó al equipo al ascenso a Primera. Pero esa es sola una página de sus innumerables logros.

El ahora entrenador comenzó su dilatadísima carrera futbolística en el equipo de sus amores, la Real Sociedad, a la que regalaría sus mejores años y donde alcanzaría la categoría de ‘mito’ txuriurdin. Y es que en Zubieta permaneció casi toda su carrera; con el equipo donostiarra disputó la friolera de 372 partidos oficiales repartidos en 14 temporadas. Un hombre de club, de los que ya no quedan. Procedente de la cantera, debutó con el primer equipo de la mano de John Benjamin Toshack en abril de 1993 en un partido de Copa del Rey nada menos que contra el Real Madrid, para disputar después las cuatro últimas jornadas ligueras de aquel curso.

A partir de ahí, el resto es historia. Ocho temporadas siendo titular indiscutible con diversos entrenadores, ocho años en los que defendió la portería realista sin prácticamente competencia, sin que nadie pudiera hacerle sombra, hasta que, en mitad de la 2001/02, un acertadísimo Westerveld, joven internacional holandés, se haría con el puesto. La temporada siguiente, ya como suplente de su prometedor compañero, vivió su mayor éxito como futbolista: la Real, bajo la batuta del francés Raynald Denoueix y con jugadores de la talla de Nihat, Kovacevic, Karpin o un jovencísimo Xabi Alonso, rozaría una Liga que se llevaría el Real Madrid en el último suspiro. Tras este subcampeonato, que le permitió debutar en Liga de Campeones, no volvería hacerse con la titularidad en la meta realista, pero en cualquier caso seguiría disputando un buen puñado de partidos y aportando su experiencia al equipo.

Primera etapa en Pucela

Para la temporada 2007/08, con 37 primaveras a sus espaldas, la Real Sociedad decidía no renovarle debido a su edad, y aquí es cuando entra en escena el Real Valladolid. Alberto no quería retirarse, aún le quedaban paradas en sus guantes, y Jose Luis Mendilibar, técnico del Pucela, buscaba un portero experimentado y de garantías para echar el cerrojo a un equipo cuya meta no era otra que el ascenso. Las dos partes se necesitaban; Alberto López Fernández tenía la oportunidad de afrontar un último reto apasionante antes de colgar los guantes, mientras que el Real Valladolid conseguiría libre a un guardameta de nivel para apuntalar su ambicioso proyecto de retornar a Primera. Era el matrimonio perfecto y la unión se firmó por una temporada.

Alberto lo jugó prácticamente todo y cuajó una campaña sensacional

Y la cosa funcionó, vaya si funcionó. Alberto lo jugó prácticamente todo y cuajó una campaña sensacional haciéndose con el trofeo Zamora al portero menos goleado de la categoría, recibiendo tan solo 28 goles en 35 partidos disputados en Liga, y el Real Valladolid se proclamó campeón de la Segunda División y retornaba así a la élite del fútbol español. Año redondo, todos contentos. Con su gran rendimiento Alberto se ganaba la ampliación de su contrato por un año más. Ese año siguiente, en su vuelta a Primera, su participación bajó considerablemente, disputando siete partidos en competición doméstica y otros tres en Copa del Rey.

La culpa de ello la tenía un adolescente, un tal Sergio Asenjo, quien era una de las principales promesas del fútbol nacional y encontró en Alberto un maestro y mentor del que aprender y junto al que crecer como cancerbero, según ha reconocido en varias ocasiones el propio Asenjo. Habría una tercera temporada, pero en esta última no jugó más que dos encuentros coperos y ninguno en Liga, ya con el joven Asenjo totalmente asentado en el primer equipo pucelano. Ahora el rol de Alberto, no poco importante, era más de vestuario que de campo, de hecho ya se le veían hechuras de entrenador. Al término de la temporada, con unos envidiables 40 años, Alberto toma la decisión de retirarse. Tres años de blanquivioleta de los que siempre ha dicho tener un muy buen recuerdo.

Y tras una exitosa carrera evitando goles, y como se intuía desde hacía tiempo por sus cualidades innatas para liderar un vestuario, Alberto López se pasó a los banquillos. En cuanto se sacó el curso de entrenador, cogió el timón de filial del Real Unión de Irún, el equipo de la ciudad que le vio nacer, en el que pudo foguearse para inmediatamente después pelear cotas más altas. En la temporada 2012/13, el irundarra se enrolaba en el cuerpo técnico del Deportivo Alavés, como segundo de Juan Carlos Mandiá, que trataba de evitar el descenso a Segunda B. Pero las cosas no iban bien, el equipo se hundía en el fondo de la tabla y Mandiá fue destituido. ¿Su sucesor? El propio Alberto. El club demostraba su fe ciega en él cuando ponía el destino de “el glorioso” en sus manos, sin apenas experiencia en el área técnica. Y una vez más, Alberto López triunfó.

Aunque más que un triunfo, aquello fue una verdadera heroicidad, algo histórico. Cuando ya ni los propios aficionados podían siquiera imaginarse la salvación del equipo, Alberto obró el milagro. Conjuró a sus chicos y el Alavés cuajó un final de temporada espectacular, contando sus últimos ocho partidos por cinco victorias, dos derrotas y un empate. En la última jornada de la competición, el ‘glorioso’, en descenso, visitaba al Real Jaén, rival directo por la salvación. Tenían que ganar y que al menos dos de los cuatro equipos implicados en la pelea por mantener la categoría (Girona FC, Real Madrid Castilla, CD Mirandés y RCD Mallorca) perdieran.

A repetir la gesta de Vitoria

El partido fue una locura. Las cosas no empezaron bien; el conjunto andaluz se puso por delante en el minuto 10 y los minutos fueron pasando sin respuesta visitante. La afición alentaba a los locales y el Alavés lo tenía cada vez más difícil. Con el 1-0 se llegaba a los últimos 10 minutos de partido, pero entonces el Alavés desataba la locura con dos goles en un minuto (82 y 83). Parecía finiquitado, pero ni mucho menos. La alegría les duraba poco a los vitorianos, pues al minuto siguiente el conjunto andaluz ponía las tablas. Y vuelta a empezar, vuelta a las prisas y los nervios. Pero lejos de resignarse y venirse abajo, el Alavés no dejó de intentarlo y embestir a su rival hasta que, a un minuto de los 90 reglamentarios, un testarazo de Guzmán certificaba la permanencia y cerraba con final feliz aquella temporada de locos, en uno de los partidos más recordados por los aficionados del Deportivo Alavés. Casi 100 años de historia, 11 temporadas en Primera División y una final de Copa de la UEFA disputada, y Alberto López protagonizaba nada más aterrizar en Mendizorroza uno de los mejores días de la historia del club.

Alberto se ganaba una merecidísima renovación por una temporada más

Tras este éxito rotundo, Alberto se ganaba una merecidísima renovación por una temporada más. En la campaña 2014/15 el exguardameta dirigió al equipo de principio a fin, y las cosas volvieron a salir bien. El Alavés tuvo una temporada mucho más apacible que la anterior, logrando la permanencia varias semanas antes de finalizar la temporada e incluso durante cierta parte de la misma albergó esperanzas de acercarse a los puestos de promoción, pero finalmente se acabó el curso en mitad de la tabla. El 11 de junio de 2015 el club vitoriano, para sorpresa de la afición y alegando buscar un nuevo proyecto, anuncia que Alberto no continuará ejerciendo como entrenador y nombra a José Bordalás como su sustituto al frente de los babazorros.

Ahora, con experiencia como entrenador de la categoría y con conocimiento de la casa, Alberto López Fernández retorna al Nuevo José Zorrilla para hacerse cargo de un Real Valladolid a la deriva, esperando que, como ya hiciera hace siete años, devuelva la felicidad a la gente de Pucela.