Las leyendas de los grandes jugadores se forjan en los partidos importantes, ya sea con actuaciones memorables o goles inolvidables. A nivel de clubs no existe mayor competición que la Champions League, que reune a los mejores equipos del viejo continente. Ese 15 de mayo de 2002 se veían las caras en la final de este torneo el Real Madrid, que llegaba tras eliminar al FC Barcelona en semifinales, y el Bayer Leverkusen, que disputaba su primera final en esta competición.

El comienzo del choque fue una clara representación de la ventaja que da al equipo estar en situaciones similares. El Real Madrid salió al campo mucho más decidido y con menos miedo que el rival, adelantándose en el marcador a los 8´ de encuentro. Un saque de banda en largo de Roberto Carlos a la espalda de los centrales fue aprovechado por el de siempre, Raúl, para definir ante Butt que se quedó a media salida.

La confianza también puede jugar malas pasadas, pues tan solo cinco minutos después, Lucio empataba el partido en una jugada a balón parado dónde César no se comunicó bien con sus centrales.

A partir de ese momento comenzaba una nueva final, una final dónde los blancos ya no contaban con esa ventaja de la experiencia y los alemanes cada vez se soltaban más en el campo. Hasta que llegó el momento cumbre de la final y del madridismo.

Una jugada por la banda izquierda entre Roberto Carlos y Solari era acabada con un centro bombeado del lateral brasileño que Zidane empalaba en forma de volea desde un metro dentro del área grande. Este gol no solo daba la ventaja virtual en el marcador al Real Madrid, si no que tenía un efecto devastador en el ánimo contrario al producirse a escasos segundos del descanso.

La segunda mitad estuvo dominada por el juego de toque de los alemanes pero sin conseguir ninguna ocasión clara. Por su parte, los españoles buscaban anotar mediante rápidos contrataques.

En el minuto 68 fue cuando se produjo otro de los momentos clave de la final, la lesión de César. En un centro por banda el meta español salió a blocar un balón con tan mala fortuna que al caer uno de los centrales le pisó, causandole una lesión en el tobillo. Tuvo que ser sustituido por Iker Casillas, que llegaba a la final bastante cuestionado por su rendimiento en la temporada.

Los minutos finales fueron de asedio alemán y de protagonismo del portero mostoleño, con paradas imposibles en los últimos minutos. Fueron cinco paradas de Casillas en los últimos minutos del choque y los que comenzaron el mito de San Iker.

Con este triunfo el Real Madrid obtenía su novena Copa de Europa, tres de ellas en ese periodo de cinco años, convirtiéndose más todavía en el Rey de Europa.

La volea de Zidane

La historia del Real Madrid en la Copa de Europa está llena de momentos exitosos e icónicos. Diez trofeos dan para muchas anécdotas y momentos inolvidables, y sin duda la volea de Zidane está entre ellas. La dificultad del golpeo y el momento del mismo son dos aspectos que solo un mago como "Zizou" podría hacer. En una competición que el francés no había logrado antes, consiguió entrar en el Olimpo blanco con esa volea perfecta que valía una Copa de Europa.