Seis de ocho. Los primeros años de la Copa de Europa habían llevado la marca indudable del Real Madrid en la competición. Con cinco títulos en las vitrinas del conjunto blanco en las primeras cinco ediciones, en dos ocasiones más antes de la temporada 1965/66 llegase habían tratado los merengues de sumar una Liga de Campeones más a su palmarés, pero el Benfica en el 62 y el Inter de Milán en el 64 habían impedido a los madridistas aumentar su leyenda.

Una nueva era

De aquella magnífica generación de jugadores que encabezaba Alfredo Di Stéfano, y al que apoyaban los Rial, Puskas o Kopa solo quedaba Paco Gento. La Galerna del Cantábrico era el gran veterano de la nueva horda de jugadores que ponía en liza Miguel Muñoz en una nueva edición, y en una nueva búsqueda de la gloria.

Gento y Puskas eran los únicos 'supervivientes' de la delantera que arrasó Europa a mediados de los 50

El cántabro era ahora el gran referente madridista, con jugadores como Amancio Amaro, Serena, Grosso o Pirri a su lado, y tenían la intención de quitarse el mal sabor de boca de las anteriores ediciones y poder levantar de nuevo el título, y recordar lo que significa alcanzar la gloria. Su camino fue complicado, ante potentes rivales de la época.

En dieciseisavos se quitó de encima al Feyenord, tras caer en Holanda (2-1) dándole la vuelta al marcador en Chamartín, gracias al 5-0 que le endosaron los madridistas a los tulipanes. Aquella eliminatoria estuvo marcada por la "injusticia" y el calificativo de "bochorno" que los medios de la época usaron para describir lo sucedido en Rotterdam. El segundo gol local vino precedido de una clara falta sobre Betancort, portero blanco, y se produjeron agresiones por parte del público hacia Miera, tras hacer este una falta. Tras el partido, el propio Miguel Muñoz aseguraba lo siguiente: "Han ganado por un gol injusto. Su victoria ni siquiera es bonita, porque los incidentes finales, tan desagradables, la han empañado". A pesar de todo, el Madrid logró el pase remontando en el Bernabéu con cuatro goles de Puskas.

Foto | Real Madrid
Foto | Real Madrid

En la siguiente ronda aguardaba el campeón escoés, el Kilmarnock, empatando en territorio anglosajón a dos e imponiéndose posteriormente de nuevo por 5-1 como local. El poderoso Anderlecht aguardaba en cuartos de final. Los belgas se habían deshecho del Derry City anteriormente, pero no pudieron superar a los blancos. A pesar que los morados inclinaron la balanza a su favor en su campo, el 1-0 de la ida quedó en nada gracias a un nuevo triunfo como local, un 4-2 que les permitía avanzar de nuevo hacia semifinales para llegar a la antesala de una nueva final europea.

Unos chicos ye-yé

El último escollo era el Inter de Milán, último verdugo de los merengues en una final hacía dos temporadas y sobre los que se tomaron una particular 'vendetta'. Un solitario gol de Pirri nada más comenzar el partido encarrilaba el encuentro, ante un Inter que venía como claro favorito y con su técnico, Helenio Herrera, crecido ante la oportunidad de eliminar al Madrid. El colegiado del encuentro permitió el juego brusco de los italianos, que llegaron a lesionar a Betancort ante la incredulidad de Miguel Muñoz, indignado en la rueda de prensa posterior

Aquel equipo que comandaba un veterano Gento comenzó a ser conocido como el Madrid ye-yé

En Italia, los locales esperaban con el mismo aire de superioridad que en la ida. No les había echado atrás la derrota en el Bernabéu, y ya se vanagloriaban en la previa de las opciones de éxito que poseían. Toda la vorágine de tensión del inicio se vino abajo gracias al trabajo táctico de Miguel Muñoz, y el acierto de cara a gol de Amancio en el minuto 20. Con la necesidad de hacer tres goles, y el reloj quemando minutos, el Madrid se crecía, y tan solo al final del partido, en el 78, Fachetti logró la igualada insuficiente para que significase la derrota de los madridistas.

Nuevamente en la final, y esta vez ante un rival nuevo como fue el Partizán. Los yugoslavos llegaban por detrás en las apuestas para hacerse con el título, pero de salida superaron a los blancos. En la primera parte los de Abdulah Gegić inquietaron constantemente la portería de Araquistáin, aunque sin llegar a concretar. Fue en la segunda mitad cuando el Partizán hizo gol. Vasović a los diez minutos de la reanudación puso el partido de cara a favor de los suyos, y activó a un adormecido Madrid. Tocó a arrebato, y en la última media hora inclinó el campo en la dirección a la meta rival.

Las ocasiones se sucedían, pero no llegaba el premio. No hasta que, en el minuto 70, Amancio sí encontró la red e hizo el primero de los goles. Faltaba la remontada por completo, pero el ambiente marcaba la tendencia. El Partizán se encontraba tembloroso, y apenas cinco minutos después del gol de Amancio llegó el segundo, obra de Serena, e hizo explotar a la grada. El tramo final siguió la misma inercia, pero el marcador no se movió más. Cuando el colegiado decretó el final el público invadió el Estadio Heyssel de Bruselas. La Sexta había llegado, y merecía celebración.

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