Vital y sufrido triunfo del Real Zaragoza frente al Oviedo en un partido que no pasará a la historia del buen fútbol, pero que aúpan las esperanzas blanquillas por lograr el ascenso vía promoción. Guitián, tras aprovechar un rechace del guardameta, ha sido el encargado de dejar los tres puntos en La Romareda en el último partido, a expensas de clasificarse para los playoffs, del equipo en su estadio en la presente temporada.

Un gol de Guitán marca el camino

Había mucho en juego y el nerviosismo se mostró patente desde los primeros compases en una defensa zaragocista poco segura en los primeros minutos. Koné, por partida doble y haciendo uso de su garra y velocidad, fue quien llevó las primeras dudas a las gradas de La Romareda. Primero, robando la cartera a Rico casi en la línea de fondo para meter un pase de la muerte que Viti no pudo convertir en gol y posteriormente con una jugada individual que se estrelló en la defensa cuando intentaba ya el tiro. Lo cierto es que la claridad en el juego local brillaba por su ausencia, con unos pases nada precisos que no eran capaces de superar la alta presión del Oviedo, muy sólido en el centro del campo. La única alternativa que le quedaba a los de Lluís Carreras eran los balones buscando la espalda de la zaga ovetense y a punto estuvo de llegar el gol, pero el último control de Ángel no era bueno y Miño lograba despejar a córner.

En el minuto 19, Guitián recogía un rechace del guardameta para poner el 1-0 en el marcador

Pero poco a poco, esa tensión inicial en los locales fue desapareciendo y aunque sin demasiada brillantez, se hicieron con el control del juego ante un Oviedo que solo inquietaba cuando Koné intentaba iniciar una carrera hacia la portería de Manu Herrera. Los primeros aplausos se empezaron a escuchar en una Romareda que se venía arriba con las primeras ocasiones de su equipo, que eran bien contrarrestadas por los visitantes. Pero en una de esas múltiples llegadas de los blanquillos Guitián lograba marcar un gol que se hizo de rogar y que fue concedido por el asistente con buen criterio.

Este gol le quitó una gran losa al Real Zaragoza, necesitado de los tres puntos para mantener su posición de playoff. El conjunto zaragocista trató de bajar la intensidad del encuentro para llevarlo a su terreno, algo que logró con un Diamanka que crecía por minutos. Los aficionados blanquillos disfrutaban plácidamente, sin ver peligrar un resultado que dejaba todo abierto para una segunda parte en la que todavía habría mucho que pelear.

Sufrimiento hasta el final

Sabedores de que este resultado fulminaba todas sus esperanzas por meterse en la promoción, los pupilos de David Generelo saltaron al terreno de juego con la clara de intención de buscar el empate, algo que dejaba espacios en su zaga y que casi aprovecharon los locales para poner tierra de por medio en el marcador, pero ni Ángel ni Isaac Carcelén lograron batir a Rubén Miño. Rápido respondió el Oviedo por mediación de Koné, que lograba introducir el balón en las redes en posición antirreglamentaria, por lo que el gol no subió al marcador.

Era el Oviedo quien tenía la responsabilidad de marcar, y el Real Zaragoza aceptó un peligroso cambio en el guion. Con las entradas de Susaeta y Linares en el terreno de juego, los visitantes dieron un gran salto en el partido y las llegadas se empezaron a acumular principalmente por las bandas, aunque sin poner en apuros a Manu Herrera. Así, el Real Zaragoza solo podía encomendarse a destellos individuales y a algún córner, pero sin demasiado éxito.

Con la desesperada intención de que no se moviera el marcador, Lluís Carreras decidió apostar por Rubén González para los minutos finales y prescindió de Manu Lanzarote, una decisión que provocó la reacción de la afición en forma de abucheos a esa decisión. A estas alturas, el Oviedo ya había iniciado un incansable bombardeo al área zaragocista, pero sin fortuna para encontrar el remate que significara el 1-1. Tampoco lo estuvo el Zaragoza, que no supo aprovechar una contra que aportara tranquilidad. Con el pitido final, La Romareda estalló de alegría. Mal juego, pero una victoria que mantiene viva la ilusión del ascenso.