Éstas dos temporadas de la UE Llagostera en segunda división, pasarán a la historia de nuestro fútbol. La historia que ahora comienzan a escribir otros equipos modestos. La que ya escribieron conjuntos como el Extremadura. Equipos de pueblo o de barrio que llegan al fútbol profesional a base de hacer las cosas muy bien durante muchos años.

La memoria de los habitantes de Llagostera, tendrán para siempre grabada en fuego, la increíble hazaña de Oriol Alsina y sus muchachos. Los que ya no están y los que sí. Los que marcharán y los que seguirán.

No fue un día de lágrimas. Fue un descenso de orgullo. De reconocimientos y álabas a la gesta, a la escritura casi inacabable de una leyenda. Porque ahora el pueblo recupera su ritmo normal: el herrero hará sus hierros, el payés en su huerto, el mecánico con sus coches... y todos muy orgullosos de ser de Llagostera, los guardianes de la puerta de la Costa Brava. Es de tal magnitud la proeza, que ahora gentes de toda España conocen que existe un pueblecito con una pequeña muralla encima de una pequeña colina.

Oriol Alsina, el entrenador que se ha encabezonado en hacer historia en éste equipo, rechazando ofertas millonarias del fútbol extranjero, el resto de su familia, todos volcados con el proyecto, Edgar Alsina y sus artísticos carteles, la presidenta, los técnicos como Kiko y su enorme labor con los porteros, Dani y su jefatura de prensa que tan bien ha atendido siempre nuestros caprichos de periodista facilitando nuestro trabajo, el chico de la megafonía, utilleros, fisios, conductores de autobús... todos. Una gran familia que ha hecho historia. 

Y la afición. Las peñas como Els Golfus, Canyeros, Arenys o Enjoy Pitu. Los incondicionales de la tribuna, los del bar, los familiares de los jugadores, la cantera. O los compañeros periodistas como Carles Baldellou, la voz de Llagostera Juga. O Isaac Navarra y sus fotos. Al final, todos unidos en torno a lo mismo: la UE Llagostera. Muy humano.

Se ha creído en un milagro hasta el último minuto y nadie ha dejado de creer. Pero claro, a éstas alturas de campeonato y sin entrar a analizar qué ha pasado, no se había conseguido ninguna victoria lejos de Palamós. La necesidad de buscar dicho milagro pasaba por Leganés. Palabras mayores éste año. Precisamente el año en el que su máximo rival histórico, el Getafe, descendía a segunda división, los pepineros están a un pasito de ascender y ocupar la plaza de sus vecinos. Caprichos del fútbol.

No hubo lugar para sorpresas ni en la población madrileña ni en los otros partidos donde jugaba el Llagostera (el Mallorca, el Almería o la Ponferradina). Sólo el equipo isleño se empeñó en la salvación catalana. Pero en Butarque, no hubo opción alguna. De principio a fin, el Leganés mostró que su deseo de ascender no era negociable.

Fiesta en las gradas. Nervios de campeón.

Cuando el espectacular mosaico en la grada recibió a los jugadores y la afición cantó a capela el himno pepinero, las pieles de los amantes del fútbol se puso de gallina. Ambientazo tremendo. Confianza máxima de los locales y esperanza en los visitantes. La fe mueve montañas. Futbolísticamente, sin embargo, también hace falta algo más. Lo que tiene el Leganés, por ejemplo. 

Superando los nervios iniciales e incluso algo superado por el ambiente, el Leganés consiguió adelantarse en el marcador relativamente pronto. Un lastre para el Llagostera ésta temporada han sido los fallos individuales puntuales. Como en el primer gol de Gabriel. Incapaces de despejar un balón en el área, los visitantes vieron cómo Gabriel marcaba el primer gol con la defensa mirando la gestación de la jugada y fallando en los despejes que siempre fueron al contrario.

Controlar los nervios en éstas situaciones no es fácil y tanto los locales como los visitantes lo lograron. El Llagostera incluso dominó una gran fase durante el encuentro. Sin embargo, nunca creó peligro y faltó lo de casi siempre: último pase y profundidad. El Leganés, controló el estado nervioso de la euforia. Se hizo mayor, sólido. Es un equipo de primera división, o tiene toda la pinta.

Cuando la necesidad se convierte en trámite

En el segundo tiempo, el Leganés salió con la obligación de no sufrir y finiquitar de una vez el partido. El Llagostera, nadaba en un trámite ya frecuente: el de la necesidad. En éstos casos y durante casi toda la temporada, los catalanes han puesto la garra y el orgullo, pero el peso que han tenido que soportar durante todo un año sin ganar fuera, ha sido demasiado para las piernas. La misma sensación cada partido lejos de Palamós: buen planteamiento, mala ejecución. Fallos individuales, mala suerte, intensidad intermitente, incluso impotencia.

Cuando Miramón marcó el segundo, la fiesta en Butarque era ya incontrolable. El Leganés se vino arriba y el Llagostera se resignó a recibir los reconocimientos por su histórica gesta. A, incluso, reconocerse a sí mismo, a mirarse en el espejo y quererse. A perder con la conciencia tranquila. A gritar "volveremos" en cuanto el árbitro pitó el final del partido.

Por todo esto y por más, sólo queda dar las gracias a la UE Llagostera por ofrecer éstas gestas al mundo del fútbol, por regalarnos a un pobre en un mundo de ricos. Por no perder la humildad. La esencia de éste equipo está en los humildes, en Carles, Jordi, Álex, Núria, David, Cristina, Xevi o Marta. En la gente que un día contará a sus nietos: "yo vi al Llagostera en segunda división jugando contra el Zaragoza, Osasuna, Sporting o Betis". "Yo vi jugar a Pitu, Tito, René, Masó o Moragón". "Yo vi entrenar a Oriol Alsina". Un día, te contaré la historia.