Solo llegar al cuarto día de junio con posibilidad de descender hubiera hecho peor recibido por la parroquia pucelana que presenciar una semana más a su equipo, aunque de ahora en adelante será mejor tildarlo de grupo de futbolistas. Sí, de las declaraciones más o menos sutiles realizadas por los miembros de ese vestuario se desprende que eso era un polvorín. Tres entrenadores lo pueden corroborar.

El grupo de futbolistas que conforman el Real Valladolid llegaron a ese día de junio con un trámite por delante para unos, pero con mucho significado para otros. Mientras el año que viene alguno estará Dios sabe dónde, cobrando tranquilamente, con otro escudo en el pecho y con poco más recuerdo de la ciudad que los buenos vinos que se producen en el terruño, otros guardan una buena memoria personal y futbolística de la urbe de Delibes, del Pìsuerga, de tundra invernal y sahariano calor veraniego, de los aficionados que año tras año les dan de comer con sus abonos, con las camisetas que se compran y con esa ilusión que no deja de evaporarse de la Avenida del Mundial 82.

Una vergüenza más

Este sábado no era día de sacar conclusiones futbolísticas que no se hayan recabado en nueve meses de suplicio. El chico ese del Madrid C tiene 20 años, es lateral y es lento, un total absurdo; el chico de botas naranjas y ex de la Selección española no tiene nada mejor que hacer que regatear en área propia propiciando un gol que repercute en cuatro verdaderos equipos; el tatuado de la barba se abre la cabeza en un partido en el que buena parte de sus compañeros no se juegan nada; el del brazalete mira a la grada acordándose de todos los momentos vividos y sufridos con esos asientos como testigos; el chico que vino de Segunda B decide marcar goles, que para eso es futbolista. Aquí cada uno tiene distintos intereses, ¿o acaso no están Jose y Anuar en la convocatoria y Rennella, Samuel y Guzmán en la grada -o allá donde estén-?

Con un Mallorca enfrente más nervioso que un pucelano quinceañero intentando entrar en la más restrictiva discoteca de su ciudad, los castellanos al fin se encontraron con alguien con las ideas menos claras que ellos. Pues oye, eso nunca está de más. Con un viejo conocido en el banquillo rival, el inolvidable en todos los sentidos Fernando Vázquez, los locales se pusieron por delante con una diana de Juan Villar, lo más agradable de esta deplorable campaña.

Después de la pájara inicial, el equipo de Mallorca resucitó al ser convocado por el Pucela

Con el bueno de Bruno Varela bajo palos, que ha tenido que comerse la más rotunda de las suplencias amén de los líos del grupo de jugadores, el tanto despertó a los insulares. Mejor dicho, resultó suficiente para los de Alberto López, que con unos cuantos trotes en sus piernas decidieron pertinente dejar que solo los de rojo corrieran. Después de la pájara inicial, el equipo de Mallorca resucitó al ser convocado por el Pucela, que ofreció un pasillo hacia la portería del portero arriba mentado.

La historia que no se termina siguió atormentando al Real Valladolid, mejor dicho, a sus aficionados. Bajo la desidia del defensa cedido por el todopoderoso Real Madrid C llegó la primera de los bermellones. Empate firmado por Brandon, quien a los pocos minutos adelantó a los suyos para cuasiindiferencia de la hinchada local, aplauso de sus seguidores y escalofrío para Ponferrada y Almería. El desinterés de un futbolista de blanco y violeta brindó esa multitud de sentimientos a esos puntos tan distantes de España. Y todo por una tontería en defensa. Qué curioso es este deporte.

(Foto: LaLiga).
(Foto: LaLiga).

Pues como era de esperar, con un equipo jugándose el pan y un grupo más pendiente de que acabe la temporada y ver qué pasa, llegó el tercero. Pereira aprovechó un nuevo episodio de pasotismo de la defensa castellana para elevar la infamia en Valladolid y multiplicar la alegría balear, así como el temor almeriense y berciano. Nunca llueve a gusto de todos, como bien saben en Zorrilla y en los campos de Castilla.

Con los ojos de varias ciudades puestos en ellos, por no hablar de los de sus aficionados, no era mala idea eso de esforzarse e intentar echarle un poco más de pimienta a la cosa, si cabe. Curiosamente, la ocasión que pudo acercar a los vallisoletanos en el marcador la tuvo Manu del Moral, que apostó por una vaselina que ni siquiera rozó los límites de la portería. Habría que saber qué piensa de esa definición el dueño de un bar de Ponferrada, que en caso de descenso ya sabe cuántas personas van a visitar su negocio los fines de semana para ver a su ‘Ponfe’.

El otro lado del fútbol

Y llegó el momento que nadie quería que llegara. Jamás. Una década después, ese 18, ese correr, esa media melena, ese pundonor, ese no dar una mala patada ni aunque mencionen a tu prima, esa capitanía, ese profesional, ese último superviviente del verdadero pucelanismo está muy cerca de su ocaso. Es de Logroño, es Álvaro Rubio y muchos ciudadanos de Valladolid, de su ahora Valladolid, le pondrían una calle, le darían su nombre a una puerta en el estadio o, como ha ocurrido tantos y tantos años en ese estadio, le aplaudirían. Esas ovaciones con las que los de siempre rinden pleitesía a su jugador, ese onomatopéyico gracias por todo. Su marcha no es definitiva, pero es un fantasma muy presente.

Se acaba así una temporada infausta, lamentable

Se acaba así una temporada infausta, lamentable, un curso en el que cualquier sinónimo de infame tiene cabida en su definición. No tiene sentido volver a preguntarse si esos jugadores no tienen capacidad para estar entre los seis mejores del campeonato, más aún en esta Segunda tan floja e igualada. Este grupo de futbolistas ha acabado salvándose ruinosamente, ha requerido tres técnicos y ni uno de ellos ha sabido sacar provecho de ellos, ha desesperado a la grada hasta el punto de que ya no hay ni ganas de silbar.

De ser un equipo podrían haber estado mucho más arriba, de ser un equipo no hubieran arrastrado la solera de ese nombre por los campos de Segunda. De haber sido un verdadero equipo la afición hubiera estado a su lado siendo primeros o últimos, siempre que el esfuerzo hubiera sido innegociable. De haber sido un equipo nadie estaría leyendo estas líneas.

El Real Valladolid encara un futuro en el que cabe preguntarse si el siempre noble Numancia, sabedor de que lo suyo es mantener la categoría, podrá un año de estos volver a soñar con el ascenso. El Real Valladolid tiene que hacer honor a su propio nombre, hacer reales sus capacidades futbolísticas y recuperar su sitio en Primera. Puede tardar un año o cinco, que habrá 9.000 fieles apoyando si hay una idea definida.

Parece que Paco Herrera es el designado para devolver al club a donde debe estar, aunque deber no es sinónimo de merecer. La Liga Adelante no hace regalos, así que es vital que grupos de jugadores como el actual digan adiós y se construya un equipo con cierto criterio, con cierto corazón, con ciertas gónadas y con la certeza de que Valladolid jamás abandonará a su Real.

Puntuaciones del Real Valladolid

Alberto 5
Bruno Varela 5
Chica 4
Juanpe 4
Hermoso 3
Nikos 4
Álvaro Rubio 5
Borja 5
Juan Villar 7
Óscar 4
Manu del Moral 4
Roger 5
Rodri 5
Alfaro 5
José 5