Los mejores jugadores de este deporte saben qué hacer en cada momento, cómo hacerlo y el momento exacto en ejecutarlo. Las leyendas del fútbol además lo hacen a la perfección. En una tripleta atacante con la figura de Suárez como nuevo “killer” azulgrana, y Neymar poniendo la magia brasileña, Messi ha explotado facetas en su juego que lo han hecho un jugador todavía más completo si cabía.

3999 minutos jugados, en 45 partidos

De hecho, están de enhorabuena los que decían que cuando Leo perdiese esa chispa de velocidad, sería el perfecto sustituto de Xavi o Iniesta. Ese momento no ha llegado, pero el rey del fútbol ha mostrado un compañerismo, un actitud de equipo nunca vista antes, reflejada en el número de asistencias, 22, y su ayuda a que Suárez consiguiese el pichichi y la bota de oro.

Volvió como se fue, pero se lesionó

Tras una temporada anterior de ensueño, repitiendo el triplete y coronándose en la cumbre de la gloria en Berlín, donde no marcó pero realizó un gran partido, Messi volvía con ganas de más, con ganas de sextete. El primer partido ya dejó claro que el mejor estaba de vuelta y se hechó el equipo a la espalda en la final de la Supercopa de Europa, donde sus dos goles de falta remontaron al inicial de Banega. Dos obras de arte guardadas en la memoria de los culés.

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Fue el único que le pudo marcar en la eliminatoria de Supercopa de España para olvidar ante el Athletic Club y tras su segunda paternidad con suplencia incluida en el Calderón, Messi salió del banco, marcó un golazo tras una jugada de tiralíneas que ponía el 1-2, y permitía que los tres puntos volaran para Barcelona.

37 goles anotados

Pero el 22 de septiembre se lesionó en el partido ante Las Palmas. Un desgarró del ligamento colateral medio de la rodilla izquierda le dejó en el dique seco durante dos meses. La referencia del equipo, el faro azulgrana se apagaba durante ocho semanas. Pero cuando uno tiene a dos jugadores como Neymar y Suárez arriba en ataque, el tema coge menos trascendencia. Los dos aguantaron hasta que Leo estuvo de vuelta. El rey volvió en el Bernabéu.

Foto: okdiario.com
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Espectador de lujo desde el banquillo, Messi saltó al campo cuando el resultado ya era de 0-3. Medio andando, sin el acelerador apretado, el argentino disputó la última media hora y le bastó para dar un pase de genio a Alba que la cede a Suárez para poner el 0-4, Messi estaba de vuelta.

Campeón del mundo y Balón de Oro

Un Barça en estado de gracia ayudó a Messi a reintegrarse de forma más veloz al ritmo del equipo. El equipo culé encadenaba partidos y partidos sin perder y Messi junto a Neymar y Suárez bailaban al compás del buen fútbol, de los goles, de las asistencias, de los jueguecitos endemoniados entre estas tres bestias. El Barça se coronaba campeón del mundo y Messi le metía gol a River en la final, a uno de los equipos compatriotas. Era el primero, el que abría el camino.

91 asistencias, 22 asitencias de gol

Entre rachas y campeonatos, Messi recibió su quinto balón de oro. El trofeo volvía a las manos de su dueño. Messi se teñía de oro. Era la recompensa al trabajo bien hecho, a la recuperación de su mejor nivel, a ser la brújula de este Barça para la historia. Pero que más le da a él este trofeo, lo que quiere es jugar a fútbol, y así lo hace cada vez que sale en un terreno de juego. Después del trofeo, recitales de él y del equipo, con goles de fantasía como el libre directo que le endosa al Espanyol y que aún está buscando Pau López.

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Cruyff, 300, Cech y el bajón

En un estado de ánimo en el que vivían instaurados todos los culés era normal alguna que otra locura. Mentes como las de Messi no paran quitas ni cuando el resultado es de 5-0 favorable y en un 14 de febrero, día de los enamorados, Messi nos robó el corazón con su particular homenaje a una leyenda del fútbol y del Barça, Johan Cruyff. El Celta será para la eternidad, el equipo al que Messi le lanzó un penalti al estilo Cruyff. 11 metros, carrerilla del argentino, mirada hacia la portería, pasos rápidos hacia el balón, amago de chute y de repente, magia. Pase al lado y Suárez viene por detrás y marca. Sin palabras. Uno de los grandes ejemplos de la mutación del 10 azulgrana. Lo mejor de todo, es que esta jugada eclipsó al extraordinario libre directo que anotó Messi previo a su genialidad, uno más en su cuenta.

Tres días después Messi se puso a 300. Con su doblete en el Molinón alcanzaba esa cifra en goles en la Liga BBVA y una semana más tarde batía por primera vez en toda su carrera a una de los porteros que le había hecho la vida imposible en más de una ocasión, Petr Cech. Fue en el Emirates, el ida de octavos de final de la Champions League, donde el doblete del argentino le bastó a los azulgranas para poner pie y medio en cuartos.

El parón del equipo coincidió con el bajón de rendimiento de la MSN

Pero como todos, la marcha seis que tenía puesta el equipo se caló y el motor se paró. Maldito momento en el que ocurrió, porque el Barça tiró por la borda 10 puntos de ventaja en Liga y cayó en cuartos de Champions ante el Atlético. Messi desapareció. De un día para otro se perdió el rastro del guía del equipo, y con él todos sus integrantes. Sólo quedaba la sombra de ese Barça que machacaba rivales y que encadenó 39 partidos seguidos sin perder, ahí es nada.

Más vale tarde que nunca

Menos mal que el Barça reaccionó y el argentino también. Volvió una versión parecida a la vista hasta ese momento del equipo y Messi se volvió a enchufar. No anotó demasiados goles más, Suárez acaparó la mayoría de ellos, pero el 10 azulgrana ayudó al equipo a levantarse, ganar la Liga y días más tarde, hacer un recital de fútbol en la final de Copa y pese a no marcar, contribuir de gran manera a llevarse el título para casa. Messi es Messi, Messi es el mejor.

Foto: www.fcbarcelona.cat
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