Deyverson Brum Silva Acosta es un hombre polémico. Esta pasada temporada, su primera en la Liga de la mano del Levante, ha supuesto una excelente carta de presentación del ariete brasileño. Pese al descenso, nueve goles en 33 partidos de Liga y pichichi de su equipo. Eso deportivamente hablando. Pero Deyverson es mucho más que eso.

Nacido un 8 de mayo de 1991 en Río de Janeiro, este delantero brasileño comenzó su carrera en casa. En casa, en el sentido más literal de la palabra, pues sus primeros pasos como futbolista fueron en el ASC Manao, una pequeña escuela de formación propiedad de su padre. Su siguiente club fue el Gremio Mangaratibense, una joven entidad del distrito de Río de Janeiro, que juega en las categorías inferiores del fútbol carioca. En dos años, Deyverson sumó 18 dianas, entrando en la tabla de máximos goleadores de la categoría.

Ya en el 2012 dio el salto a Europa, fichando por el filial del Benfica. Con las águilas jugó 29 partidos, logrando 8 goles en su única temporada, la mayoría de ellos en el segundo tramo de la competición. Ese buen rendimiento llevó a que Os Belenenses, histórico club del barrio lisboeta de Belém, depositara alrededor de un millón de euros por su fichaje. Pero su primer año en la élite no fue fácil. Un pobre balance de nueve partidos entre liga y copa, coronados con tres tantos, en sus últimos tres partidos de campeonato.

Su segundo curso comenzó mejor, con siete tantos en las nueve primeras jornadas. En el mercado de invierno se marchó cedido al Colonia de la Bundesliga alemana, previo pago de 200.000 euros. Le costó adaptarse, y sólo logró sumar dos goles en nueve presencias, uno de ellos en Copa. Ya a su vuelta a Portugal, Os Belenenses traspasó definitivamente a Deyverson al Levante por casi dos millones de euros.

Y comenzó en la Liga Española como un rayo, logrando casi la totalidad de esos nueve tantos en la primera mitad del campeonato. Desde el comienzo dio muestras de lo que es Deyverson: un delantero luchador como pocos, con un excelente remate de cabeza, un auténtico quebradero de cabeza para la defensa rival si está centrado. Su buena relación con la grada, con la que intenta conectar continuamente hace de él un jugador que cualquier aficionado querría para su equipo.

De su calidad no se duda, por eso está en Vitoria. Ahora, ya en su segunda temporada en la Liga, tendrá que demostrar que es capaz de sentar la cabeza. Así, gana él, y sobre todo, gana el equipo.