No es la primera vez que le sucede lo mismo al Real Madrid de Zinedine Zidane. Son varias las ocasiones en las que el conjunto merengue ha comenzado venciendo en un partido y se ha dejado igualar por un conjunto rival, o se ha visto sorprendido por un oponente inferior en teoría por la falta de tensión de los jugadores.

Esa intensidad que ha brillado por su ausencia ha sido el principal argumento del técnico francés para explicar las derrotas. El galo ha utilizado esa carencia del equipo para justificar los malos resultados que ha firmado el cuadro merengue ante rivales en teoría asequibles, y que le han puesto en una situación complicada al club blanco a la hora de pensar en la clasificación. Un traspiés más en los dos próximos encuentros les alejaría definitivamente del primer puesto, lo que provocaría un choque en apariencia más complicado de cara a octavos.

Cristiano Ronaldo volvió a cuajar una actuación gris en Polonia

Ante el Legia de Varsovia todo hacía indicar que el marcador con el que los madridistas volverían a casa sería abultado. No se contemplaba siquiera la posibilidad de perder puntos, y solo se pensaba en la cantidad de goles que se lograrían. Cristiano Ronaldo está a dos tan solo de ser el primer jugador en Europa que consigue 100 tantos en las competiciones continentales, y se estimaba oportuno el compromiso en Varsovia para que llegase - e incluso superase dicha marca - y seguir aumentando su prolongada sombra sobre la historia del fútbol.

Pero el portugués no atraviesa ni mucho menos su mejor momento. El de Madeira da síntomas de no encontrar su fútbol, sufre para incluso tener ocasiones de gol y está lejos de recordar al delantero que maravilló a Europa en los últimos diez años. Ante los polacos se le vio fallar en exceso pases sencillos, o tirar desmarques que no eran los adecuados. 

Todas las teorías parecieron confirmarse cuando apenas un minuto después de iniciarse el choque, Bale lograba un gran tanto de volea desde fuera del área. Unos minutos después, el galés asistía a su compañero Benzema, que ponía el 0-2 en el primer tercio del encuentro. El Madrid dominaba a placer, y no sufría moviendo el balón por la nula presión rival. Poco a poco, fueron bajando sus prestaciones, y ni siquiera creaban ocasiones de gol con las que amenazar de nuevo el arco rival.

Dejaron de fijarse en el partido, y los polacos se vinieron arriba. Otra falta de concentración grave del equipo en defensa dejó solo en la frontal a un jugador local, que no dudó en probar fortuna y batir a Navas en el primer intento del partido. 1-2 y al descanso a madurar el resultado, pero al no tener música de viento que marcase los ritmos, pareció no importar la 'osadía' del Legia de venirse arriba.

Un segundo tiempo para olvidar

Keylor Navas se alió con Radovic, el mejor jugador local, para a los 10 minutos del segundo tiempo permitir el 2-2 que igualó la contienda. Ni aún así, golpeados por la realidad del gol, despertó el Madrid. Agarrotado, partido por la decisión política de Zidane de incluir a Morata junto a la BBC y con Kovacic y Kroos vaciándose para tapar huecos, el equipo no lograba siquiera hilvanar acciones en campo rival. El galo retiró a su compatriota, Benzema, y terminó de provocar el cortocircuito. Nadie creaba, nadie ayudaba en el centro y la sensación de desconexión crecía por momentos.

El Madrid, que ganaba por 0-2 en la primera parte, llegó a perder 3-2 en el minuto 85

Golpeó de nuevo el Legia, crecido ante la indolencia de su rival y lo endeble de su defensa. Ninguno de los cuatro jugadores rindió a un nivel siquiera aceptable, sin recibir tampoco ayudas de los hombres más adelantados, y las concesiones eran constantes. El cuadro polaco se terminó de subir a las barbas a falta de siete minutos del final, con un tercer tanto que remontaba el 0-2 inicial. Las caras de asombro de los aficionados contrastaban con el frío con el que los jugadores, apresados por un ambiente nulo, vivían los momentos.

Se decidieron a desperezarse, por el ridículo que se les venía encima, y lograron pronto el empate. Kovacic con el 3-3 ponía calma en el mar que se había enrarecido, y a punto estuvo Lucas Vázquez en el último instante de dejarlo todo en un susto con un disparo que se estrelló en el larguero. La mística esta vez no fue suficiente. La suerte no acompañó, y no pudo arreglar el despropósito que se había vivido sobre el campo. El equipo sigue dejando luces y sombras, y la falta de regularidad está arrojando sustos asumibles en el mes de noviembre, pero que pueden costar caro si se siguen produciendo allá por el mes de marzo.