A principios de los años 90 y tras varias tragedias como la de Heysel (1985, 39 muertos, 600 heridos) o Hillsborough (1989, 96 fallecidos), la UEFA decide endurecer las condiciones de seguridad en los estadios y presenta una nueva normativa por la que obliga a que en un plazo máximo de cinco años cada espectador tenga una localidad con asiento numerado. El viejo Tartiere, con capacidad para 22.500 espectadores ve reducido su aforo hasta los 13.000, número insuficiente para un club que contaba con 10.000 socios y competía en Primera División desde hacía más de una década.

El proyecto de un nuevo estadio

Por aquel entonces, el Ayuntamiento de Oviedo, propietario del estadio, decidió que se debía construir uno nuevo. La nueva instalación debía ser moderna, funcional, accesible para todas las personas, y con capacidad para albergar 30.000 espectadores bajo techo. Las autoridades competentes decidieron que se ubicaría en el barrio de La Ería, en el noroeste de la ciudad, a los pies del monte Naranco. La zona, sin apenas desarrollo urbanístico por aquella época, crecería en torno al nuevo recinto deportivo; así se liberaría la parcela que ocupaba el viejo, sita en un lugar céntrico de la ciudad que concentraba gran valor económico.

Vista aérea del Nuevo Estadio Carlos Tartiere y su entorno (Foto: Real Oviedo)

Los arquitectos ganadores del concurso convocado por el Ayuntamiento serían el asturiano Emilio Llano, colaborador en el desarrollo del PGOU de Oviedo (1979-1982) y los catalanes Carlos Buxadé Ribot y Joan Margarit i Consarnau. Estos últimos fueron los encargados de diseñar el anillo y la reforma del estadio olímpico de Montjuïc para los JJOO de Barcelona 92 y a la postre ganadores del Premio Nacional de Arquitectura Deportiva en 2001 por toda su obra, no por la construcción del estadio Carlos Tartiere, como se ha venido diciendo y conviene aclarar.

La realidad del césped

Mucho se ha hablado del nuevo Carlos Tartiere, empezando por el sobrecoste de 13 millones de euros que supuso, de lo más o menos bonito que pueda parecer, de los asientos de color gris, de la accesibilidad para discapacitados, de las enormes escaleras que hay que librar para llegar a pie, de los deficientes accesos por carretera, de la falta de aparcamiento, de si cuando llueve el espectador del anillo inferior se moja,  de la necesidad impuesta por LaLiga de sectorizar las gradas o del control total tendrá el club sobre el recinto si consigue ascender a Primera División.

En esta ocasión solo vamos a hablar de lo único primordial para practicar fútbol: el césped.

Cervero pelea un balón en mitad del barro en un Oviedo-Salamanca (Foto: LNE)
Cervero pelea un balón en mitad del barro en un Oviedo-Salamanca, 10 de enero de 2012 (Foto: LNE)

Desde que el balón empezara a rodar, el verde del Carlos Tartiere ha dejado mucho que desear. Sólo se aprecia cierta mejoría en las estaciones más cálidas, al final de la primavera y durante el verano. Las deficiencias que se vienen repitiendo año tras año son muchas y muy variadas, y de sobra conocidas por la afición oviedista. Hablamos de falta arraigo del tepe, zonas peladas sin hierba, el área sur helado en invierno, agua en superficie cuando llueve, barro cuando lleva semanas haciéndolo, rellenos de arena de sílice antistéticos… Y las consecuencias, claro, botes raros de balón, zonas en las que no se puede jugar, malos apoyos, acciones desafortunadas… En estas condiciones sobra decir que se minimiza el espectáculo y se dispara el riesgo de lesión para los futbolistas.

Una gran cantidad de agua retenida durante el Oviedo-Compostela, el 12 de diciembre de 2014  (Foto: Real Oviedo)

El estudio de Iyán González Castro.

Iyán González Castro, geólogo y socio del Real Oviedo, en su trabajo fin de máster “Caracterización Geológica-Geotécnica en el ámbito del Estadio Municipal Carlos Tartiere” hace una brillante labor de investigación sobre las características del subsuelo.

Disposición de electrodos a lo largo del césped del Nuevo Estadio Carlos Tartiere (Foto: Iyán González Castro)

Iyán comienza relatando que el solar elegido fue una cantera desde el siglo XV hasta mediados del siglo XX,  de dónde extrajeron caliza y posteriormente arenas y arcillas. Los taludes entre los que está enclavado el estadio son los antiguos frentes de avance de la explotación. Respecto a las características del terreno, sobre el que llega a realizar un ensayo in situ de tomografía eléctrica, describe que es altamente poroso, susceptible de albergar gran cantidad de humedad, siendo la formación geológica sobre la que está construido el estadio uno de los principales niveles acuífero de la zona. Además, los muros de contención construidos para retener los taludes perimetrales, de similar naturaleza geológica, retienen importantes bolsas de agua, observándose claras evidencias de la existencia de un aporte lateral de agua al terreno por la zona sur. La grada ubicada en esta parte, que se encuentra en el lugar donde mayor excavación se hizo para “encajar” el estadio (dónde el equipamiento está más en contacto con el sustrato geológico) sufre un asiento diferencial de unos 5 cm visible en la junta de hormigonado. Son apreciables además la aparición de escorrentías, de humedades, de algas y de hongos  y la corrosión por la acción del agua de elementos metálicos. Otro aspecto interesante que se desgrana de este estudio, es el cambio de cota del terreno de juego durante la ejecución, ubicada 3 metros por debajo de lo ideado en el proyecto original.

La grada sur del Tartiere anegada por el agua, y el escalón en la junta de hormigonado (Fotos: Iyán González Castro)

Concluye que la parcela elegida para albergar el estadio, sobre la que se han producido enormes movimientos de tierra (700.000 m3 según la revista Cauce 2000 nº102, del Colegio Oficial de Ingenieros de Caminos de Madrid) no reúne las características más idóneas para un equipamiento de este estilo desde el punto de vista geológico, debido a las propiedades geotécnicas e hidrogeológicas del subsuelo sobre el que está cimentado".

Los argumentos de los responsables

Uno de los arquitectos proyectistas, Emilio Llano, ha asegurado que La ubicación con la que se diseñó es de manual, los campos deben construirse con orientación Norte-Sur, de manera que las gradas este y oeste tengan el mayor número de horas de sol. Si el Tartiere hubiera sido diseñado en otra dirección habría más tiempo de sombra”.

Vista desde el Naranco del Carlos Tartiere, donde se aprecia las alturas del terreno colindante  (Foto: Real Oviedo)

Cabe destacar que esta afirmación es cierta, pero no siempre es aplicable, puesto que hay que tener en cuenta otras circunstancias como son los factores de sombra, y que el Carlos Tartiere se encuentra en una especie de agujero con laderas perimetrales de hasta 30 metros de desnivel. No debería haber que recordarle al diseñador de un estadio de fútbol que la hierba es absolutamente necesaria para el desarrollo de la actividad en cuestión, y que aparte, es un ser vivo que precisa de aporte de rayos solares para vivir. Respecto a esta problemática, Emilio Llano ha explicado que se pensó hacer una cubierta translúcida pero que la empresa constructora decidió colocar chapa azul, ya que era un material más resistente, duraría más años y precisaría de menos gastos de mantenimiento. También sería conveniente que Dragados,  empresa constructora explicara por qué la cota del terreno no se ajusta a lo proyectado.

La situación actual y el futuro del césped

Durante los años de inestabilidad y oscurantismo institucional en el Real Oviedo, el Ayuntamiento tomó una actitud pasiva respecto al mantenimiento de su estadio, haciéndose célebres situaciones como cuando unos voluntarios tiraron de pala para retirar la nieve antes de un Oviedo – Langreo de Tercera división para que pudiera disputarse el encuentro.

Bien es cierto, que desde que el grupo Carso tomó las riendas del club, el diálogo con el consistorio para solucionar problemas es continúo, pero el lastre que se viene arrastrando es también importante. Se plantean y ejecutan obras que generan nuevos sobrecostes, sin embargo, ni se solucionan los problemas ni se atisba forma de subsanarlos. Se llegó incluso a valorar adquirir lámparas de calor, pero el gasto de luz que acarrería sería exagerado, prácticamente insostenible. Este verano se sustituyó el césped, se revisó la capa drenante y se cambió la dirección del saneamiento horizontal, que desde entonces evacúa el excedente a dos aguas como la mayoría de estadios modernos y no a cuatro, como estaba ejecutado. 

Arena de sílice sale despedida al paso de David Rocha en el Oviedo Tenerife de esta temporada (Foto: LaLiga)

Aún con las obras de mantenimiento, y la cancelación de entrenamientos en el estadio para conservar el césped en las mejores condiciones, la situación no parece mejorar. En el partido de hace algunas semanas ante el Tenerife se observó que el tepe no había enraizado bien, no era firme y se levantaba con facilidad. El pasado domingo con la visita del Lugo se esperaba lo peor tras unos días de intensa lluvia, el pasto finalmente pareció compactarse por la acción del agua y no se levantaba, pero acumuló muchos charcos en superficie, sobre todo en las bandas.

Ojalá mejore, pero con la llegada del invierno, la experiencia hace pensar lo contrario. Sólo queda confiar en la labor de los jardineros, que pese a todo, siempre consiguen sacar a la pradera el mejor aspecto posible.