La Real Sociedad visitará Riazor en un momento en que el equipo ha despertado grandes ilusiones para enfrentarse a un Deportivo que pelea por salir de los puestos de descenso. Tres puntos permitirían a los donostiarras seguir en la pelea por los puestos nobles de la clasificación, pero enfrente encontrará a un rival que se ha acostumbrado a pelear cada punto como quien sabe lo que es sufrir por llegar a fin de mes.

Tanto Real como Deportivo supieron esquivar recientemente momentos críticos en los que coquetearon con la desaparición del club. Después la Real ha vuelto a pelear por grandes objetivos; por La Coruña, en cambio, los aficionados se han acostumbrado a objetivos más humildes. Parecen lejanos ya los tiempos en que el himno de la Champions se escuchaba cada temporada en Riazor, los tiempos en que el Deportivo se permitió disputar los títulos a los equipos más grandes, los tiempos del “Superdepor” presidido por Augusto César Lendoiro.

El controvertido presidente gallego llegó al club en 1988 precedido por sus éxitos al frente del H.C.Liceo de hockey patines y de una incipiente carrera política. Eran los años en que la gran generación campeona de la Real Sociedad daba sus últimos coletazos y Lendoiro se fijó en el club donostiarra para tratar de recuperar a un equipo que acababa de salvarse del descenso a la 2ªB. En los años siguientes jugadores con pasado txuriurdin como Albistegi, Uralde o “Musti” Mujica llegaron al Deportivo para ayudar a hacer crecer al equipo. Tres temporadas más tarde lograron el ascenso a Primera División. Entonces Lendoiro puso el equipo en manos de Marco Antonio Boronat y reforzó la defensa con la llegada de López Rekarte y Ribera.  

Pero las ambiciones de Lendoiro no terminaron con el ascenso y pronto decidió cambiar el modelo de política deportiva y apostar por fichajes de prestigio. Llegaron los brasileños Bebeto y Mauro Silva, el equipo no tardó en convertirse en “Super” y se atrevió a tutear a los grandes de la liga española. Vinieron el penalti de Djukic y la primera Copa del Rey. Luego llegó la Ley Bosman y temblaron los cimientos de todo el fútbol profesional.

Con la apertura del mercado de fichajes y el aumento de los ingresos por televisión, los clubes de fútbol debieron adaptarse a una realidad completamente nueva. Al mismo tiempo que en España crecía la burbuja inmobiliaria, el fútbol vivía su propia burbuja en la que los presupuestos de los clubes parecían crecer a la misma velocidad que sus deudas. En aquellos años en que el potencial de las plantillas se medía por el precio de sus fichajes, la Real se movió como un elefante en una chatarrería, olvidando los principios que habían hecho fuerte al club y abriendo la puerta  a jugadores que no demostraban mejorar lo que salía de Zubieta.  

En un fútbol mercado en el que la Real evidenciaba sentirse fuera de su espacio natural, el Depor supo moverse como pez en el agua. El histórico título de Liga, una segunda Copa del Rey o inolvidables noches europeas como la remontada al Paris Saint Germain o el 4-0 al Milan, hicieron vivir años de gloria a los aficionados gallegos. 

Lendoiro había edificado un club que se codeaba con los grandes de Europa y cuyos aficionados disfrutaban con el fútbol de Djalminha, Valerón o Maakay. Sin embargo, aquel Deportivo no era más que un frágil castillo de naipes con unas deudas que crecían cubiertas por el oropel del éxito. Cuando los resultados deportivos dejaron de acompañar, el equipo se vino abajo. Se marcharon los grandes jugadores, el himno de la Champions dejó de sonar y el Depor entró en un hundimiento que a punto estuvo de significar su desaparición.

Igual que los gallegos, la Real también sufrió las consecuencias de años de gestión deficitaria. A pesar de representar realidades bien distintas, ambos clubes sufrieron la decadencia de un modelo deportivo condicionado y limitado por unos presupuestos en estado crítico. Si la Real descendió en 2007, cuatro años más tarde lo hizo el Deportivo de La Coruña. Lendoiro había hecho crecer al club a base de exprimir el mercado de fichajes y, cuando las cuentas ya no daban para más, buscó soluciones de emergencia en manos del representante de futbolistas Jorge Mendes. Sin dinero y con la plantilla repleta de futbolistas traídos por el portugués, el Depor estuvo muy cerca de desaparecer. Ahora, una vez salido del coma, pelea por mantenerse en la máxima categoría, lejos de los gloriosos años del “Superdepor”, lejos también del lugar que por historia le corresponde en Primera División.

La Real también buscó sus propias soluciones de emergencia, creyó en sus propios sueños de riquezas de la china oriental. Luego volvió al modelo que siempre ha sostenido al club y encontró en Zubieta a los jugadores que lo sacaron del agujero. Con una base de jugadores salidos de la cantera, los txuriurdin volvieron a Primera y, poco más tarde, a lucirse en plazas del prestigio de Old Trafford. Ese fue el salvavidas del club y el timón que nunca debería soltar. La cantera no se negocia.