Por JORGE FERNÁNDEZ MALDONADO


Es todo un mundo el funcionamiento de la memoria. La mía no me alcanza para recordar con nitidez nada concreto que hiciera con 6 años, salvo un recoveco grabado a fuego: el 12 de abril de 1992. No sé qué razón hubo detrás, pero me desvirgué como rojiblanco de butaca y bocadillo en un Atlético-Cádiz, el primero de los más de 500 días que he emprendido rumbo al Calderón.

Aparte de mi padre Alfredo y yo, sólo habrá dos personas más que recuerden con cariño aquel encuentro. El primero es Manolo Sánchez Delgado, ese que yo siempre que veía al Atleti en la tele estaba marcando un gol. Y aquel día se portó, ya saben, no se juega con la ilusión de un niño del Atleti. Hizo cuatro. Cuatro goles como cuatro soles de los que yo, por supuesto, no me acuerdo de ninguno. Bastante asombrado estaba ya con los ojos en órbita viendo a toda esa gente de mi equipo en aquel inmenso lugar.

El otro es Kiko, que aquella tarde iba de amarillo. No he comprobado si fue su primer partido en el Calderón, pues en mi hambre mando yo y quiero creer que ambos nos estrenamos el mismo día en uno de los lugares de nuestras vidas. Conclusión, que como le echo cuentas al destino cuando me conviene, no pudo ser casual que el gran ídolo de mi niñez ya estuviera de corto en mi bautismo colchonero.

La memoria ha borrado el resto. Sí me alcanza para nombrar a Tilico, el goleador del rival al que sufriría como abonado infantil en el Atleti poco tiempo después. Recuerdo disfrutar mucho con la goleada y sentir la necesidad de volver. El vínculo nació mucho antes, ese día se fortaleció al conocer ese lugar donde todo se multiplica por mil. Quedaba comprometerme. Llegaría un año después, con la mala suerte de que mi etapa de abonado se iniciaría con el adiós de Futre pero con Kiko y Caminero. Luego vendría el miedo a la promoción, un Doblete tocando el cielo, descubrir Europa, penar en Segunda con el orgullo intacto, agradecerle a Luis el rescate y a Torres que pusiera mi sentimiento sobre el césped. Hasta las alegrías del Cholismo actual. Casi 25 años de pasión ininterrumpida.

Pero si es unánime que el Atleti es sentimiento, nada nunca se siente tanto como la primera vez de cualquier cosa. Por eso me quedo con esa tarde de abril con mi padre, el Cádiz, Manolo y Kiko. Si Benedetti decía que la muerte sólo es un síntoma de que hubo vida, el Vicente Calderón nunca morirá, porque sólo muere quien es olvidado


En Atleti_VAVEL, cada lunes, una historia personal como recuerdo del Vicente Calderón, que vive su última temporada.

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