El Atleti deambulaba. El Atleti no tenía rumbo. El Atleti había ganado una Europa League un año atrás, sí, pero no encontraba regularidad. El Atleti, aquel Atleti campeón, aquel Atleti molesto, aquel Atleti competitivo, ya no existía. Muchos solo habían oído hablar de él. Muchos no habían visto a su equipo en lo más alto. Muchos especulaban con que podría llegar otro entrenador, pero los problemas serían los mismos. Error.

El sorteo del 22 de diciembre ya había pasado. Manzano había sido destituido en una situación que, de pésima, conviene no recordar. Y entonces llegó él. Diego Pablo, rememorando su '14' a la espalda, rememorando su carácter en el campo, su carisma en el vestuario, su gol para hacer al Atleti campeón de Liga. Pero había incertidumbre; su bagaje en los banquillos era escaso. "Nunca me gustó hablar, los hechos son los que importan", decía el día de su presentación. Cinco años después, su trabajo es incuestionable. Su éxito, inaudito. Su filosofía, casi una religión. Su obra, incompleta; solo tiene dos asteriscos en días de mayo que conviene no recordar.

Lo ha ganado todo, menos Ella. Conquistó Bucarest, marcó el camino. Empezó a ganar, a ganar. Y a volver a ganar. Derrotó a los todopoderosos europeos. Conquistó Mónaco. Se puso a la altura de los más grandes. Conquistó el Santiago Bernabéu. Y otra vez. Y una vez más. Y otra. Demostró que a doble partido también se puede jugar de tú a tú. Instauró un estilo de juego, transmitió a sus jugadores una seña de identidad, una idea basada en el trabajo y en la fe. Conquistó el Camp Nou, al igual que había conquistado otros 18 estadios esa misma temporada. En cinco años, Diego Pablo Simeone ha hecho todo lo bueno que podía hacer en el Atlético de Madrid. Lo ha ganado todo, menos Ella.

"Un lugar donde quiero estar, donde estoy bien, donde me exigen, donde encontré mi sitio en el mundo", decía Simeone en su última entrevista, concedida a Marca. "¿Por qué no seguir?" Amagó con dejar huérfano al Atleti tras 'lo de Milán', pero quiso continuar. Quiso levantar a un equipo de una derrota que nunca olvidará, como él mismo reconoce. Quiere seguir creciendo, quiere seguir escribiendo su nombre como el mejor entrenador de la historia del Atlético de Madrid. Quiere volver a su filosofía del 'partido a partido'. Quiere volver a molestar. Quiere seguir compitiendo. Quiere prolongar esos cinco años de Cholismo, que se antojan cortos para una afición que lo idolatra. Y su obra está incompleta. También la quiere a Ella.