No necesito siquiera cerrar los ojos para poder visualizar los recorridos. En ocasiones, bajando por el Paseo de la Ermita del Santo hasta el Puente de San Isidro, desde donde las vistas del Vicente Calderón son perfectas. Cuantas fotos antes de cruzarlo y girar hacia el Paseo de los Melancólicos. Otras, saliendo de la boca de metro de Pirámides y dirigiéndome con la marea rojiblanca hacia el estadio. Recuerdo los nervios, no sólo por el partido, sino por la emoción de entrar y de vivir los que serían con total seguridad, 90 minutos de gloria. El recuerdo de días en los que llegas con tiempo y compartes con amigos las sensaciones previas al partido. Otros en los que llegas con el tiempo justo de colocarte en tu asiento y escuchar por megafonía las alineaciones.
Muchos son los recuerdos que me quedan de los partidos vividos a orillas del Manzanares. Pero de todos ellos, incluso habiendo vivido remontadas imposibles, victorias, nervios, alegrías, hay un día por encima de todos ellos. La ocasión también fue especial porque era la única vez que fui al Calderón con mis padres. Mi padre, el encargado de transmitirme ésta bendita locura, ya había disfrutado de alguna tarde de fútbol con mi abuelo. Mis padres viven a unos 200 km de Madrid y los partidos del Atleti se siguen por la radio en el pueblo. Pero aquella tarde, que el destino hizo que estuviesen en Madrid, ellos tampoco quisieron faltar a la cita.
Día triste
Comenzaba el mes de febrero de 2014, año que para el Atlético de Madrid terminaría por ser inolvidable. Recuerdo perfectamente el lugar donde estaba sentada en el salón de casa cuando leí la fatídica noticia. Recuerdo que cuando lo dije en alto un escalofrío me recorrió por dentro: Luís Aragonés acababa de morir a los 75 años de edad, víctima de una leucemia que llevó en silencio hasta el final. Todos en casa nos quedamos en silencio antes de empezar a recordarle. Si a alguien hemos admirado siempre, ha sido a Luís. Esa mañana, todos lloramos un poco.
Sabíamos que ese partido ante la Real Sociedad iba a ser sobre todo un homenaje a Luís
No recuerdo si mi hermana y yo, las que normalmente íbamos al Calderón, habíamos hablado de ir al partido al día siguiente o no. Pero al conocer la noticia en seguida plantee la posibilidad de ir los cuatro juntos. Sabíamos que iba a ser una ocasión especial, que ese encuentro de la 22ª Jornada de Liga frente a la Real Sociedad, no iba a ser un partido más. Dicho y hecho: nos hicimos con nuestras cuatro entradas para presenciar lo que sabíamos iba a ser por encima de todas las cosas, un homenaje a Luís Aragonés.
Hay que recordar en esta despedida del Vicente Calderón, que el primero en marcar en aquel primer partido en octubre de 1966 ante el Valencia, fue el “Sabio”. Y aquel estadio que el inauguró con su gol, iba a ser testigo de su despedida. El campo estaba lleno, lleno de recuerdos para él, de pancartas, de banderas, de lazos negros. “Se va un ídolo, nace una leyenda”. Ese dos de febrero fue un día lleno de detalles.
Con los 22 jugadores de Atlético de Madrid y Real Sociedad, saltaron al césped también históricos del club: Adelardo, Ufarte, Miguel San Román, quien era incapaz de contener las lágrimas y quien hace poco más de un año también nos dejaba, Collar, Rivilla, Calleja, Gárate, Capón, Melo, Rodri, Pepe Navarro, Clemente Villaverde, Aguilera, Santi, Caminero, Roberto Fresnedoso y Abel, portando una camiseta gigante con el 8 y el nombre de Luís Aragonés. El minuto de silencio fue sepulcral. Jugadores y exjugadores rojiblancos lo vivieron abrazados. Desde el banquillo también. Se vio al Cholo derramando alguna lágrima mirando al cielo. Desde la grada todos mirábamos en la misma dirección.
La afición permaneció en silenció hasta el minuto ocho que romió a cantar su nombre
Con el pitido inicial continuó el homenaje. El fondo sur siguió en pie alzando sus bufandas y en completo silencio. Los que allí estábamos éramos incapaces de silbar o de aplaudir, nadie quería romper ese silencio solemne y si alguno lo intentaba era silenciado por el resto. Fue en el minuto 8, como 8 era el número del “Sabio”, cuando unánimemente el estadio rompió a cantar su nombre: “Luís Aragonés, Luís Aragonés, Luís Aragonés, Luís Aragonés”. Fuel el cántico más repetido ese día.
Por razones obvias nunca le vi jugar, más allá de los videos, muchos de ellos en blanco y negro. Tampoco le vi dirigir, sólo con la selección, pero esa tarde, Luís estaba más presente que nunca en el Vicente Calderón y todos le sentimos. El partido era un mero trámite, la Real Sociedad el testigo. Pero aquella tarde, el que fue el equipo de su vida, quiso ser fiel a aquella famosa descripción del fútbol que hizo Luís: “El fútbol es ganar, ganar, ganar y volver a ganar y ganar….”. Y el Atleti ganó.
Homenaje con victoria y liderato
Ganó por 4-0 con goles de Villa, quien lo celebró mirando al cielo, dedicándoselo a quien le había llevado con la Selección a conquistar la Eurocopa en 2008, después lo hizo Diego Costa y Miranda y para poner la guinda, incluso marcó Diego Ribas, que acababa de llegar de vuelta. Nosotros no estábamos lejos de esa portería y del lateral donde se dirigió a celebrarlo. Esa victoria además, hacía que el Atlético de Madrid fuese líder en solitario de la Liga 18 años después, Liga que meses después acabaría conquistando. Simeone quien le dedicó victoria y liderato dijo: “Seguro que él desde arriba hoy estaría vestido de rojiblanco”.
Recuerdo ese día por el sentimiento de familiaridad compartido entre la afición
No podía ser de otra manera, no podía haber un mejor recuerdo del Calderón en mi memoria. Aquel día el Calderón más que nunca fue el lugar donde la familia rojiblanca vivió esa hermandad, esa liturgia futbolística, ese sentimiento. Un sentimiento que se hizo palpable en la despedida del que con toda certeza, sea el jugador más querido por toda la afición. Una afición que ha rogado por que el nuevo campo fuese el estadio Luís Aragonés. Nos tendremos que contentar con que una de las Avenidas que lleva hacia el nuevo Metropolitano, lleve su nombre.
Cuando cada día pasaba camino de la Universidad frente a los edificios construidos en el terreno que antaño había albergado las gradas del Metropolitano, siempre lanzaba una pequeña mirada imaginando a la afición jaleando a los nuestros en el antiguo estadio rojiblanco. En menos de un año, del Calderón, sólo nos quedará eso. Pasaremos por la M-30, o por el paseo de los Melancólicos, o por el Paseo de la Ermita del Santo o por la ribera del Manzanares y miraremos al solar, o al parque o a lo que quiera que vaya a ocupar esos terrenos donde nosotros fuimos testigos de 50 años de historia rojiblanca. Y podremos cantar como Loquillo eso de “cautivos, en reinos conquistados, donde habitan los silencios, donde ya no queda nada. Memoria…”.
En Atleti_VAVEL, cada lunes, una historia personal como recuerdo del Vicente Calderón, que vive su última temporada.
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