Por TANIA MARTÍN

Cuantísimos recuerdos se me vienen a la cabeza al pensar en todo lo vivido en el Estadio Vicente Calderón: sonrisas, lágrimas, enfados, alegría, y un sinfín de sensaciones difíciles de explicar. Cuando me propusieron escribir esto no lo dudé ni un segundo. No hay nada más bonito que recordar lo vivido, aunque no termine como esperabas, como fue mi caso. Pero empecemos por el principio. Voy a echar la vista atrás casi 15 años.  

Mi primer recuerdo no es contra Real Madrid, Sevilla o Barcelona. No. Es en la temporada 2001/2002, en Segunda División y en la tarde de un domingo soleado de un 27 de abril: Atlético de Madrid – Nástic de Tarragona. Diego Alonso, Antonio López, Hibic, Aguilera, Nagore, el ‘Mono’ Burgos en portería y Fernando Torres, que recuerde, formaban parte del once inicial. En el banquillo Luis Aragonés. Y la afición, qué os voy a contar… ¡qué momentos se vivían en esas gradas! 

Se adelantaba el Nástic, tras unos minutos llenos de intensidad en los que el balón pasaba de un equipo a otro en décimas de segundo. No tardó en responder Diego Alonso a pase de Torres. Y se quedaría así el marcador hasta la segunda parte, que sería de infarto. Nada más comenzar, volvió a marcar Diego Alonso. Y recuerdo perfectamente como Diego lo celebraba en el fondo sur mientras una avalancha de gente se agolpaba en la valla para festejar con él el gol. Yo mientras lloraba, junto a mis tíos, de alegría. Ese gol no era un gol cualquiera, ese gol era el gol de Primera.  

Poco después empataba el Nástic. Y de nuevo, el Atlético se pondría por delante en el marcador. Esta vez Correa, el ‘Petete’, uno de mis jugadores favoritos de aquella época, sería el encargado de anotar. El Calderón explotaba de alegría, de nuevo lágrimas en mis ojos y en los de todos los que estaban a mi alrededor.  

Y esto que os voy a contar, lo tengo grabado como si esa falta se estuviera produciendo en ese momento. Cuando faltaba un minuto para terminar el partido, una falta lanzada por Cuéllar se colaba por la portería del ‘Mono’ Burgos, en el fondo norte, empatando el partido. A la vez que se hacía el silencio en el Vicente Calderón, el árbitro pitaba el final del partido. Volvían las lágrimas, pero de tristeza. El Atleti rozó el ascenso a Primera, pero se le escapó en los minutos finales ante su afición. Volví a casa triste, con los ojos rojos de haberme pasado toda la tarde llorando tanto para bien como para mal. Pero con una cosa muy clara que transmití a mis tíos: “yo creo que la semana que viene vamos a volver a llorar, pero de alegría. Seguro que vamos a subir”.  

Con 10 años tenía claro lo que significaba el Atleti. El Atleti era fe, pasión, sufrimiento y coraje. Y hoy, con unos cuantos más, sigo teniendo claro que eso mismo es el Atleti. Y me encanta.  


En Atleti_VAVEL, cada lunes, una historia personal como recuerdo del Vicente Calderón, que vive su última temporada.

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