"No valen las palabras, cuenta lo que pasara mañana" decía un cauto Simeone un día antes de Medirse al FC Barcelona. No andaba desencaminado el técnico colchonero porque sobre el verde catalán,  por pasar, pasó de todo. El Atlético se dejó el corazón para darle la vuelta a una tortilla que se aferró a la sartén y, sin dejar de creer acabó eliminado al mismo tiempo que el cuero enviado desde los once metros por Gameiro salía repelido a las nubes por el travesaño superior de Cillessen. 

Carrasco perdonó, Luis Suárez aprovechó

El Atlético de Madrid llegaba al Camp Nou como un soldado enviado a primera línea de batalla. Con una idea bien clara en la cabeza que no dejó de repetir una y otra vez todo rojiblanco preguntado al respecto: "No dejamos de creer", que suena bonito, pero que en el Camp Nou tiene una resolución compleja. Los once elegidos por Diego Pablo Simeone saltaban con unos aires parecidos a los que hace poco menos de una semana acababan galopando a contracorriente en el Vicente Calderón. Era Carrasco quien tempranamente tentaba los guantes de Cillessen y tras una muy buena contra rojiblanca acababa pecando en el disparo. Era el aviso de los 25 minutos de intensidad que preparaba el Atlético. Sí, ni más ni menos, 25 minutos de asedio que los de Simeone no supieron aprovechar. Los colchoneros lo intentaron con el balón parado como mejor creador de peligro, pero el fuera de juego o los guantes del holandés acabaron mermando las intentonas rojiblancas.

Los del Manzanares se fueron apagando con la misma fuerza que el Barcelona fue ganando luz. Ante un desgañitado Luis Enrique que no reconocía a sus pupilos,  los azulgranas fueron domando al Atlético de Madrid y llevando el choque al terreno de la batalla que mejor conocen, el culmen: el tanto de Luis Suárez tras una jugada de Messi que acabó repelida por los guantes de Miguel Ángel Moyá. El esférico quedó suelto en el área y acomodado a un uruguayo que no se caracteriza, precisamente, por perdonar la vida a nadie. Un afanado Simeone agitaba a los brazos y trataba de animar a los suyos. El Atleti perdió allí una vida que luego fue incapaz de recuperar.

Intensidad por bandera

Como una entrada al mismísimo Magic Kingdom fue el segundo asalto en el Camp Nou que tuvo de todo y para todos los gustos. Una segunda mitad que se aventuró escarpada para el Atlético a juzgar por las intentonas de un Leo Messi que se lanzaba con sombreros en el área visitante, por la salida de un Gaitán con aparentes molestias y el cambio obligado de un Godín lesionado. El Barcelona mostraba una cara más cómoda sobre el verde del Camp Nou; algo no muy complicado en referencia a la primera mitad -todo hay que decirlo-.

 Era la expulsión de Sergi Roberto, por acumulación de doble amarilla tras una segunda entrada muy fea sobre Filipe Luis, la que subía al choque en una auténtica montaña rusa. El Atlético veía la suya, dos minutos más tarde Griezmann la enviaba al fondo de la red de Cillessen y el linier la invalidaba por un inexistente fuera de juego. Quiero y no puedo, del avance a la igualada, porque Carrasco envidiaba la roja de Sergi Roberto y cometía una entrada inoportuna sobre Arda Turán que le costaba al Atlético quedarse con 10 en el minuto 69'. La balanza volvía a equilibrarse, pero el Atlético se aferraba a eso de no dejar de creer.

Sin reglas, el verde del Camp Nou se convirtió en un auténtico caos al que bien le habría pegado una canción de Extremoduro . Prueba de ello, el penalti de Piqué sobre Gameiro que finalizaba en esa negación que parecen tener los rojiblancos por los once metros. El balón lo repelía el travesaño superior de la escuadra de Cillessen y, con los aspavientos de Simeone desde su cárcel de cal, el Atlético se resistía a dejar de luchar.

Muchos tuvieron que tirar de desfibrilador, porque el final del choque bien pudo costarle un infarto a muchos de los espectadores; de uno y otro equipo. Gameiro no acertó sólo ante el holandés desde los once metros, sí lo hizo minutos más tarde, exactamente en el minuto 81' , esperando el pase de Griezmann y poniéndola en el punto que tanto se le había resistido a los colchoneros durante el partido. Imagínense ustedes los últimos compases con tal panorama y, ya de paso, calibren la fortaleza del corazón de Diego Pablo Simeone. "Éramos pocos y parió la abuela", que se podría decir, porque Luis Suárez veía la roja en el minuto 89' y el partido llegaba a su fin con el alma y el corazón de un Atlético que se lo dejó en el Camp Nou. Así es el fútbol, el Barça se clasificó para la final, estaba avisado: sólo podía quedar uno.  

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