En la Ribera del Manzanares se vivió una de esas noches de fútbol que quedarán grabadas en el recuerdo de un estadio que tiene los días contados. Celtiñas y colchoneros llegaban al encuentro de la 22ª jornada liguera con ánimos de lamerse las heridas tras sus respectivas eliminaciones en las semis de la Copa del Rey. Ambos querían llevarse los tres puntos, nadie se conformaría con uno, ambición que se vio reflejada desde el comienzo del partido. Hasta dos veces se llegó a adelantar el conjunto gallego en el luminoso del Calderón, lo que no sería suficiente para arrebatar la victoria a un Atlético que creyó hasta el final, con su merecida recompensa.

Hubo cinco goles en un partido roto por fases, de esos que le gustan a cualquier aficionado al deporte rey, pero no a los seguidores de los dos equipos en cuestión y mucho menos al técnico rojiblanco, quien ha hecho del orden defensivo toda una religión. Los fallos rojiblancos se pagaron caros, con goles nada menos, pero se acabaron tapando gracias a tres golazos de Torres, Carrasco y Griezmann, en ese orden.

Moyá fue el primero en levantar murmullos en la grada. El guardameta convirtió un inofensivo centro desde el córner en la primera ocasión de gol que el Celta no desaprovechó. El meta no acertó con su despeje de puños y le sirvió en bandeja el balón a Cabral, que puso el primer gol en el marcador. El Calderón no daba crédito. Un gol en los primeros diez minutos de partido que desmontaba todos los planes del cuerpo técnico rojiblanco.

El Atlético estaba obligado a levantarse y ahí apareció Fernando Torres. `El Niño´ parece haberse acostumbrado a ejercer de superhéroe, de resucitar una y otra vez a su equipo. Y cómo lo hizo. Carrasco filtró un pase inofensivo al interior del área que Torres recogió de espaldas a portería, éste dejó botar el balón y, con toda la intención del mundo, buscó superar a un Sergio Álvarez adelantado con un remate acrobático, de media chilena, haciendo que el esférico se colara por la mismísima escuadra. Como si tuviese diez años menos, Fernando Torres hizo el que ya es uno de los goles de la temporada y uno de los mejores de su carrera, poniendo las tablas en el marcador y volviendo a dejar esa sensación en las gradas de que cuando él marca, el ambiente que se respira es diferente, es especial, así fue, es y será siempre.

Un fogonazo de Fernando que puso las tablas en el marcador, pero que él mismo emborronó mandando el balón al travesaño desde los once metros. Torres tiró de galones, pidió el penalti para acabar con el gafe y poner el dos a uno en el marcador. Nada de esto sucedió. Las sombras volvieron a sobrevolar a los jugadores rojiblancos, esfumándose la oportunidad de remontar.

Lo más difícil estaba hecho, el partido volvía a empezar para ambos conjuntos. El Atleti se había rehecho del varapalo inicial y el penalti fallado y empezó a llevar las riendas del encuentro. Los rojiblancos manejaron la pelota a su antojo tras el descanso, sin embargo, las ocasiones de gol no llegaban y, con los del Cholo lanzados al ataque, el Celta supo aprovechar las jugadas de contraataque. Así vino el segundo gol del Celta, con una transición rápida culminada por Guidetti y conducida por Wass, aprovechando los espacios de la zaga colchonera y volviéndose a poner por encima en el luminoso.

Apenas quedaba tiempo para que el Atleti intentara sacar, al menos, un punto. La lluvia azotaba la capital, pero la afición se negó a acompañar al mal tiempo y animó cuando los suyos más lo necesitaban. Los rojiblancos no perdieron la fe y Yannick Carrasco, silbado por un sector de la afición en fases del partido, pasó de villano a héroe rematando de volea un balón achicado por la defensa celtiña, marcando otro espectacular gol (2-2) e inyectando una dosis extra de esperanza al resto del equipo, que se lanzó a por el gol de la victoria como si no hubiera mañana.

La insistencia del Atlético tuvo recompensa en un partido, probablemente, el empate habría sido lo más justo. Los rojiblancos creyeron y tiraron de épica. Simeone metió a Correa y Gameiro en el campo, decisión que sería decisiva para acabar logrando una remontada espectacular. El argentino se plantó en el área, mientras que Kevin Gameiro se desmarcaba en el segundo palo, Correa le vio y le puso un balón perfecto en la cabeza que cualquier delantero centro habría finalizado por su cuenta. No obstante, Gameiro no eligió lo fácil, no buscó la gloria del gol, sino que vio la entrada de Griezmann desde atrás y le puso el balón en bandeja para que batiera sin oposición a un Sergio Álvarez vendido.

Una conexión perfecta que bien valió el tres a dos y una remontada prodigiosa del Atlético de Madrid. Mientras que el Celta no se podía creer como se le había podido escapar aquello, Simeone corría 30 metros para hacer piña con sus jugadores celebrando el gol, consciente de que aquel tanto significaba recuperar la cuarta plaza y dormir en puestos Champions. Un guion de cine con una trama indescifrable y unos personajes capaces de lo peor y de lo mejor, que deja al Atlético muy vivo en la parte alta de la tabla y que bien puede suponer un punto y aparte para lo que resta de temporada. Quién sabe si optando por llevarse el Óscar a Mejor Película, ahora que se acercan los octavos de la tan anhelada Copa de Europa...

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