Quién le diría a un aficionado de los “foxes” hace un par de temporadas que vería a su equipo coronarse como campeón de Liga, como vencedor en una lucha entre David contra muchos Goliats, que completaría una épica digna de libro de gestas.

Quién le diría hace escasos meses a ese mismo aficionado, borracho de euforia, que en estos precisos instantes estaría coqueteando en exceso con el descenso. Con una plantilla prácticamente calcada, reforzada en muchas posiciones y con la única baja notable de Kanté, el Leicester se ha desinflado como un globo resacoso en una fiesta.

Pero el sol puede volver a iluminar las pupilas de los fieles al King Power Stadium, esta semana vuelve la Champions para su equipo. Después de una fase de grupos muy opuesta al ritmo liguero, clasificándose como primero de grupo y ostentando el record de ser el único debutante que no encajó gol en sus primeros 4 partidos de la máxima competición. Su último partido fue el más parecido al momento liguero, cuando recibió una humillante manita en Oporto.

Un conjunto bipolar

Sin duda, cuando los Schmeichel, Morgan o Huth, escuchen el precioso himno de la Champions, volverán a ponerse el traje de campeón. Y se vestirán tal como se cubrieron de gloria. Dejando la posesión al rival, esperando agazapados atrás, sin mostrar los colmillos y, en un momento, ¡zas!, sacará las garras y buscará el contraataque. Mediante el técnico y talentoso Mahrez atacarán el espacio con balones largos al héroe Vardy. Deberá vigilar Sampaoli con la concesión a sus espaldas, saber replegarse rápidamente para evitar las embestidas y marcar al veloz y astuto Vardy, quien comparte los calificativos de un zorro, tal como conocen al Leicester.

Pese a la bofetada de realidad que le está dando la Premier a los foxes, devolviéndoles a su hábitat natural y la humillante eliminación sufrida en Copa ante el humilde Milwall de tercera división, sería un error confiarse, puesto que es sabido que el fútbol son estados de ánimo. Y demostrado queda que los zorros brincan de alegría cuando vuelven a los campos europeos. La tarea del Sevilla será cazarles furtivamente y no permitirles que correteen felices por las praderas de Nervión.