El grito nació en los años ochenta, en una época en que la alegría y la ilusión por los éxitos de los clubes de fútbol vascos contrastaban con un periodo muy convulso a nivel económico y social. Al mismo tiempo que los títulos de liga de Real y Athletic llenaban de alegría a Guipúzcoa y Vizcaya enteras, en la calle se precipitaban las reivindicaciones sociales. Había que volver a construir todo lo que había estado prohibido durante décadas y la  recuperación de la cultura y la identidad vasca contaban con un apoyo unánime.

El 19 de enero de 1977 se había legalizado la ikurriña y dos años más tarde se aprobó el Estatuto de Guernica. Ese mismo año se constituía el primer Gobierno Foral de Navarra. En medio de una época de gran efervescencia social, Osasuna logró un histórico ascenso que lo devolvía 17 años después a Primera División y el grito empezó a escucharse en Atotxa, San Mamés o El Sadar: “¡ya somos tres, sólo falta el Alavés!”.

Pero el Alavés se encontraba inmerso en su particular travesía del desierto y su realidad se alejaba mucho de las ilusiones de los aficionados. Mientras el fútbol vasco dominaba la liga y la afición soñaba con volver a contar con cuatro equipos en la máxima categoría, el Alavés no lograba mantener su plaza en Segunda y terminó cayendo en el pozo de la Segunda B. Casi dos décadas más hubieron de pasar para que los vitorianos se ganaran una plaza en la máxima categoría y, para entonces, era Osasuna quien había caído a la división de plata.

De Pedro marcó en la última victoria donostiarra en Vitoria

En su primera temporada en la máxima categoría, el Alavés notó la larga ausencia y llegó a la última jornada con la necesidad de ganar a la Real en Mendizorroza para asegurar la permanencia. Aquel día De Pedro marcó un gol de falta para, inmediatamente después, hacer un gesto de disculpa hacia la grada en un guiño que hizo recordar el espíritu de los ochenta y en el que muchos quisieron ver la prueba de la connivencia entre los equipos vascos. 

Como si de una deuda con aquellos hinchas que reclamaban su ascenso dos décadas antes se tratara, el Alavés consiguió mantener la categoría el tiempo suficiente como para que Osasuna lograra volver a Primera. Fue en el año 2000 y para entonces la sociedad vasca se encontraba dividida por las tensiones políticas. Poca gente pareció darle importancia entonces pero, durante tres años, Real Sociedad, Athletic, Alavés y Osasuna coincidieron en la máxima categoría del fútbol español.

Aquellos fueron también los años de gloria del Alavés, en los que hasta se permitió el lujo de tutearle al Liverpool en toda una final de la Copa de la UEFA. Luego, cuando pasaron los tiempos de vino y rosas, el club volvió a descender y terminó en manos de Dimitri Piterman. Bajo la dirección del ucraniano, el club vivió una decadencia que finalizaría en un concurso de acreedores y con el equipo lejos de pelear por el ascenso.

Del infierno al cielo 

Con el Alavés hundido en Segunda División, volvió a encontrarse en el camino de la Real. En la jornada 41 de la temporada 2007/2008 ambos equipos se enfrentaban en Mendizorroza en un partido que podía significar un paso de gigante para el ascenso de los donostiarras. Aquel día algunos recordaron el viejo espíritu de los ochenta o el gesto hecho por De Pedro, pero el Alavés peleaba por evitar el descenso a 2ªB y no estaba dispuesto a regalar nada. Los goles en los minutos 91 y 94 de aquel partido entraron como puñales en los corazones de todos los txuriurdines y se llevaron buena parte de las posibilidades de ascenso.

Ocho años más tarde el Alavés consiguió el ansiado ascenso y acompañado además de Osasuna, pero para entonces el Eibar llevaba ya dos años junto al Athletic y la Real en la máxima categoría. Ya no son tres, ni cuatro, sino cinco los equipos vascos en La Liga, pero queda muy poco del viejo espíritu de los ochenta. En el País Vasco y Navarra se viven tiempos mucho más tranquilos, lejos de la tensión de las últimas décadas y las preocupaciones e ilusiones de sus habitantes han cambiado enormemente.

Esta semana la Real peleará en Mendizorroza por acercarse a una plaza europea que el Alavés tiene a tiro de un único partido, tras su clasificación para la final de Copa. Todavía habrá quien crea en las ayudas entre los equipos vascos pero en la Real saben que, los tres puntos, nadie se los va a regalar.