Caparrós, Palop, Kanouté, Alves, Luis Fabiano, Baptista, Negredo, Rakitic, Bacca, Gameiro, Emery, Sampaoli y un largo etcétera. Todos estos nombres tienen algo en común. No solo que han sido vitales en la década dorada de la historia del Sevilla, sino que todos son descubrimientos de Ramón Rodríguez Verdejo, más conocido como 'Monchi'. 

Quién le diría a ese portero que lloraba desconsolado tras el descenso del Sevilla en Oviedo el 1 de junio de 1997 que poco después se convertiría en el director deportivo de un equipo que tocaría, en repetidas ocasiones, el cielo. Que las lágrimas que brotaban de sus ojos se repetirían en Eindhoven, Glasgow, Turín, Varsovia o Basilea. Que los ojos vidriosos de esos sevillistas en el Tartiere le mirarían a él y le responsabilizarían, en gran parte, de esos éxitos. Que gracias a su estructura, a sus diseños, a sus plantillas tantas veces reconstruidas, se cumplirían tantos y tantos sueños. 

Su aportación no son 'solo' los trofeos que adornan las vitrinas del Ramón Sánchez - Pizjuán, sino que ha saneado las arcas del club. El talento de Monchi a la hora de negociar es increíble. Su ojo clínico recogía los talentos, les hacía crecer a la par que al Sevilla y les vendía por un precio superior. Más de 300 millones. 300 millones. Así escrito, parece poco. También hay que sumarle la facilidad con la que conseguía que vinieran jugadores gratis, tanto en propiedad como cedidos, nombres de la talla de Llorente, Konoplyanka, Nasri o Jovetic. 

Huérfano de la pieza fundamental

Gracias a Monchi, la afición sevillista se ha acostumbrado a no llorar en las despedidas. En los últimos años, las marchas de los jugadores fueron suplidas casi al instante y no fueron un mal mayor. De Rakitic, que parecía irremplazable, se pasó a un resurgido Banega, que llevó el timón en dos últimas Europa League y cuando se fue, llegó Nasri. En la delantera, se pasó de Kanouté y Luis Fabiano a Negredo, del madrileño a Bacca y del colombiano a Gameiro. Como estos, muchos jugadores que iban llegando y marchándose, como piezas de un puzzle que Monchi colocaba como podía con su pobre presupuesto. 

La pregunta o la amenaza que se ciñe ahora sobre Nervión es... ¿Quién podrá sustituir a Monchi? ¿Quién podrá sustituir al sustituidor? Monchi es insustituible, se repite en la capital andaluza. 

Falta por ver si, de confirmarse su salida, se marcha con todo su equipo técnico, si dejará terminada la planificación de la próxima temporada, si pagará la cláusula o si se llevara a algún jugador con él. Lo único que parece claro es que se irá, pero de él depende si por la puerta grande y despedido como el héroe que es, o por la puerta de atrás y sin recibir los homenajes que le corresponden. Su trono, presidiendo la mesa de leyendas sevillistas junto a Ramón Sánchez - Pizjuán, le espera. De eso no cabe duda. 

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