El fútbol ha perdido sus valores de antaño, y con ello su esencia. Y a ello hemos contribuido todos. Aficionados, periodistas, jugadores, directivos y presidentes, entre todos hemos convertido un deporte en un negocio. Y todo ello en tan solo veinte años. Lejos quedan aquellos años donde los humildes se subían a las barbas de los gigantes y en los que el centro de todo el balompié era el terreno de juego. El verde y nada más que el verde. En la memoria, auténticos templos del viejo fútbol, como el Viejo Tartiere, Sarriá o el Viejo Las Gaunas. Afortunadamente, los aficionados tenemos una vía de escape, el intrafútbol, que guarda en sus modestos campos la auténtica esencia de este deporte.

A pesar de ser constantemente maltratadas, ninguneadas y despreciadas por la mayoría de medios de este país, las categorías inferiores son el fútbol más puro. En sus campos se vive el fútbol de manera diferente. Lugares donde cada toque de balón, cada entrada, cada tiro se pueden disfrutar a ras de césped. Canchas en las que se respira fútbol por los cuatro costados. Choques donde ambos equipos luchan a cara de perro por conseguir la victoria. Equipos sin dinero ni capacidad económica, pero con sentimiento. Y al final eso es lo más importante, ser capaz de identificarse con su pueblo o ciudad para conseguir arraigar al aficionado. No habrá sueldos millonarios, ni botas relucientes, ni calefacción en los estadios, pero el fútbol modesto esconde otras cosas. 

Partidos épicos jugados bajo intensas nevadas, lluvias torrenciales o vientos infernales. Encuentros donde un equipo muy humilde consigue ilusionar a un pueblo entero. Infrafútbol es esperar cada domingo con impaciencia para ver al equipo de tu ciudad y soñar con tiempos mejores , es llorar descensos y celebrar ascensos, es estar siempre con tu equipo, en las buenas o en las malas. Porque si algo tiene la afición modesta es su fidelidad. Cuando vienen mal dadas es cuando se distinguen a los aficionados incondicionales de los ocasionales. Es muy fácil llenar un estadio en un playoff de ascenso, pero no lo es tanto hacerlo cuando tu equipo se juega la vida.

En el ostracismo, a la sombra de la polémica

Desgraciadamente, en las noticias generalistas solo veremos hablar de fútbol modesto por amaños, peleas y desapariciones. Una auténtica pena que no se de importancia a las hazañas de Leioa y Villanovense, a la gran temporada del Saguntino, a la magnífica afición del Extremadura o a la ilusión del Mérida por volver a ser grande. Es decepcionante que no se hable del descenso de dos históricos como Real Jaén o Sestao River, que han sido protagonistas durante largas temporadas en Segunda División. Lástima que no se de bola al caso del CD Castellón, que está consiguiendo seguir en playoff pese a que su plantilla no ha cobrado un sólo céntimo o al éxito de Unionistas de Salamanca, club que quiere honrar a la histórica UD Salamanca

Pero da la sensación que para el periodismo de hoy en día el fútbol modesto no importa. Parece que importa más la polémica que el propio fútbol. Los "expertos" se sientan a discutir acaloradamente sobre si el árbitro ha perjudicado a este o al otro equipo, sobre si es una provocación o no tal gesto o tal declaración. Lo peor es que esos programas afirman hacer el "verdadero periodismo". En realidad, pervierten de tal forma el balompié que dejan en segundo plano lo que debería ser más importante, el terreno de juego. Y esto es intolerable, pues cuando se deja de prestar atención a los partidos, para dársela a patrocinadores, entorno y cotilleos, definitivamente estamos quitándole a este deporte lo poco que le queda de ello.

Retornar a los orígenes

Si hacen esto en Primera, imaginad el agravio que son capaces de cometer con la Segunda División B. Para acabar, quiero dejar una reflexión: ¿merece la pena seguir así? ¿queremos disfrutar del deporte o solamente vernos inducidos dentro de la vorágine sensacionalista? Para los que queremos otro modelo, hay una salida. Volvamos a la esencia y demos más valor al fútbol modesto, el verdadero fútbol