El Molinón se vestía de gala para apurar sus opciones por la permanencia. Dos años después del ascenso a Primera División, los rojiblancos no estarían dispuestos a abandonar la lucha hasta que exhalaran su último aliento de vida. El Sporting mantenía la esperanza. Porque tal y como cuenta el mito de Pandora, es lo último que se pierde. Enfrente, la Unión Deportiva, sin objetivo claro más que sacarse la espina de una mala racha a domicilio. 

El balón comenzó a circular en posesión amarilla. Y nunca mejor dicho, puesto que Las Palmas vestía este sábado con indumentaria completamente amarilla: camiseta, pantalón y medias. El Sporting fue, sin embargo, y como era previsible, el que llevara el timón en los primeros instantes de juego. Pero Las Palmas no renunciaba a sorprender al contragolpe. Un disparo de Roque Mesa, de hecho, fue el primer acercamiento insular en el choque. 

Los locales empezaron a sondear el área rival. El marcador corría en su contra. Varias incursiones terminaron en centro peligroso que terminó despejando la zaga isleña. Incluso reclamaron un posible penalti de Lemos, si bien el defensa tenía las manos pegadas al cuerpo. En una réplica grancanaria, Erik Expósito estuvo a punto de aprovechar un despiste de los sportinguistas. El partido se encontraba en un punto equilibrado. 

La magia de Viera y el primer contratiempo

Rondando el ecuador de la primera mitad, ambos equipos empezaron a desmelenarse. La Unión Deportiva dio pie a ese juego y se lanzó al ataque. Los pupilos de Setién lograron filtran algunos pases al área e inquietar las inmediaciones del área de Cuéllar. Sobre todo gracias a un muy participativo Jonathan Viera, que volvía tras un periodo de inactividad por lesión. Como si nunca se hubiera ido.  Creó líneas de pase, encontró espacios y marcó la pauta. 

No obstante, el primer contratiempo lo sufrió la parroquia visitante. Dani Castellano sintió molestias y tuvo que ser sustituido; en su lugar entró Hélder Lopes. En el otro lateral, Canella hallaba el hueco suficiente para profundizar y hacer daño a David Simón. Esa banda era el filón asturiano para penalizar los errores amarillos. Pero Las Palmas no se amilanaba, y menos al contraataque, una faceta en la que no ha destacado especialmente durante la temporada. 

Poco después, el encuentro se volvió loco. Al Sporting le entraban las prisas y los amarillos querían rentabilizar los posibles fallos que cometieran. Al borde del descanso, los de Rubí asediaron la portería de Javi Varas y dispusieron de varias ocasiones y volvieron a pedir otro penalti. Fue a la salida de un saque de esquina, y tuvo a Lemos de nuevo como protagonista. El colegiado, sin embargo, no decretó la pena máxima. Y así se marchó el duelo al descanso. 

Ritmo alto e intercambio de golpes

El comienzo de la segunda mitad dejó el primer cambio en las filas sportinguistas: Carmona dio entrada en el terreno de juego en detrimento de Carlos Castro. Así, los locales apretaron desde que el árbitro hizo sonar su silbato. Algunas llegadas pusieron en un apuro a la zaga canaria, aunque no terminaron en nada productivo para los intereses rojiblancos. La Unión Deportiva, aun así, no desistía; de hecho, tuvo las dos mejores ocasiones del comienzo del segundo tiempo. Todo elaborado a partir de las botas de Viera. 

La inercia dictaba quién tenía la obligación de tomar el mando

El conjunto foráneo se empezaba a gustar en la frontal del área, aunque con falta de acierto. Tanto que provocó que la afición asturiana iniciase la música de viento. El Sporting había salido desbocado, pero el ímpetu parecía desvanecerse. Los de Setién habían dado un puñetazo en la mesa, aunque tampoco duró lo deseado. La tónica volvió a ser la misma, la que mandaba la inercia: los locales con la iniciativa y Las Palmas a la expectativa. 

Entretanto, segundo contratiempo para los isleños. Recién llegada la hora de partido, Mateo García adolecía problemas musculares, como minutos antes le había ocurrido a Dani Castellano, y tuvo que echarse al suelo. En su lugar entró un viejo conocido de El Molinón: el croata Alen Halilovic. El cambio podía ofrecer nuevas posibilidades al equipo en ataque, pero para ello había que desplegarse. 

Hélder Lopes y la madre de los despistes

El lateral portugués, que tuvo que entrar como recambio del lesionado Dani Castellano, no estaba cuajando un partido especialmente brillante. Algunos despistes suyos habían propiciado ocasiones peligrosas para el Sporting. Pero la madre de los errores llegó en el minuto 66, cuando el lateral luso intentó despejar, de modo errático, y le dio el esférico a Carmona, quien solo tuvo que definir ante Varas para abrir el marcador. 

La afición estalló de júbilo al ver un atisbo de esperanza en un duelo que no estaba siendo dominado por los suyos. Nadie había terminado de tomar el control y eso dejaba el partido más que abierto. Fueron los gijonenses los que aprovecharon las dudas e hicieran estallar al respetable. La permanencia estaba, en ese momento, un poco más cerca. El sueño, entonces, no parecía imposible. 

Cuestión de aguante

El Sporting resistía y Las Palmas tejía. Sin éxito pero lo hacía. No tenía profundidad ni lucidez el cuadro amarillo para aproximarse a la meta de Cuéllar. Así que a los asturianos les quedaba replegarse, seguir ordenados y encomendarse a Babín y Meré, que estaba realizando un gran encuentro en faceta defensiva. De esta manera, era cuestión de tiempo y de aguante. Hasta que el partido no dio para más y el colegiado pitó el final. El Sporting sigue con vida, mientras que Las Palmas continúa con su gafe a domicilio.