La temporada colectiva ha sido una de las peores desde que arrancara la famosa época dorada con Guardiola, obviando el curso que dirigió 'Tata' Martino en que no se ganó nada. La tónica de toda la campaña ha sido discreta, siempre intentando corregir errores cometidos.

Pero en un equipo tan grande y acostumbrado a ganar, o eres el mejor o te pisan. Y así lo han hecho los blancos, con una más que buena temporada que les ha llevado a la cima nacional y europea.

La junta deportiva ya plantea tomar medidas y es que no habrá sitio para todos si se necesitan nuevas piezas para renovar el vestuario. Aunque no hay nada sobre la mesa, hay jugadores 'de peso' que podrían decir adiós a la Ciudad Condal, y Mascherano no ha hecho méritos extravagantes para quedarse, este año.

Umtiti se abre paso entre Mascherano

La temporada del argentino ha sido discreta y en muchas ocasiones no ha podido ni jugar. El curso arrancó con el habitual 4-3-3 que le daba pie a ser el central junto a Piqué, pero el refuerzo de Umtiti tras la Eurocopa iba ganando peso, hasta que el francés le arrebató el puesto.

Por la salida del balón, por la presencia en defensa y, seguramente, por la velocidad punta al cortar el juego, Luis Enrique empezó a apostar por el '23', dejando a Mascherano reubicado al banquillo con los menos habituales.

Mascherano se acostumbra a la suplencia

El argentino era un recambio perfecto para desencallar un medio del campo que, pese a ser la zona más poblada de jugadores, no ha sabido encontrar las piezas perfectas hasta pocas semanas antes de acabar con las competiciones. A veces le tocaba a Rakitic, otras a Busquets, pero Mascherano siempre estaba ahí para cumplir, aunque no destacase. En defensa ha seguido siendo el tercer central aprovechando lesiones o sanciones, puesto que con Mathieu la confianza era limitada.

Cambiando la defensa por el ataque

Desde que llegó en 2010 era de los pocos jugadores que no había conseguido anotar ningún gol. Su discreto carácter, siempre firme y responsable, le llevaban a pasar desapercibido y rechazar incluso penales cuando el equipo iba 6-0. Nunca encontró esa puntería para subir un gol al marcador, aunque estuvo cerca en muchas ocasiones.

Este año inusual para él, con menos minutos, quiso reivindicarse con una diana y lo consiguió a pocas jornadas de acabar la Liga. El Osasuna pisó el Camp Nou en la 34ª cita de La Liga y cuando los azulgranas ya vencían 5-1 a un descendido conjunto navarro, Piqué se empeñó en que fuese el '14' el artífice de disparar desde los 11 metros. Más de 300 partidos siendo azulgrana le han valido para escribir, por primera vez, su nombre en la electrónica del Camp Nou. Tras ver el balón perforar la red, la afición no le falló y coreó su nombre hasta la saciedad, así como sus compañeros desde el banquillo.

Polivalencia como recambio

Si de central no encontraba demasiados minutos y en el centro Rakitic y André Gomes se turnaban el hueco libre, el 'jefecito' intentó buscar nuevas maneras de juego, como también hizo Sergi Roberto el año anterior, y funcionó.

Mascherano fue el arma perfecta para ocupar un lateral derecho que sin el de Reus se quedaba huérfano. Aleix Vidal volvió a pasar por la enfermería durante meses y no había nadie capaz de hacerlo al nivel de un Alves que ya había cambiado de colores.

Mascherano, habitual en el Barcelona | Foto: Jaime del Campo - VAVEL

Mascherano intentó adaptarse al nuevo 3-4-3 que necesitó el equipo siendo una pieza rotatoria, pero cuando en semifinales de Copa del Rey Sergi Roberto vio la cartulina roja, se quedaba sin jugar la final. Ahí volvió a estar Mascherano para cumplir, aunque pocos minutos después del pitido inicial tuviese que retirarse por lesión y conmoción cerebral. No había manera de deshacer el mal hábito, que ya le apartó de la final de 2016.

Mascherano cierra un año irregular en Can Barça con la certeza de haber podido hacer mucho más pero con el compromiso de siempre, el de ser un referente e indiscutible en el vestuario. Él quiere quedarse y al parecer Valverde quiere seguir contando con su juego.