21 de agosto, 18:15 de la tarde en el Molinón, estadio perteneciente al Sporting de Gijón. El colegiado daba el pistoletazo de salida a una nueva campaña cargada de emociones, y que, a priori, se veía ilusionante para los pupilos de Ernesto Valverde. El club comenzaba la temporada con lo puesto el año anterior, pues no llegaron nuevas incorporaciones a la plantilla en el mercado de verano.

Desde Bilbao, se oían palabras esperanzadoras que, con más fe y optimismo que razones lógicas, auguraban el principio de un camino de rosas por el que el club llegaría a triunfar tanto en el campeonato nacional como en la codiciada Europa League.

Es difícil acertar desde un principio cómo será la andadura de un equipo de fútbol en las competiciones disputadas, pero si echamos la vista atrás, diremos que los hechos no llegaron a cubrir las expectativas creadas por los aficionados. Sin saberlo, aquella tarde de agosto fue el reflejo de lo que iba a suceder durante un gran periodo de la temporada, pues el equipo cayó derrotado ante un equipo que, al final de temporada, tuvo que despedirse de la categoría.

Valverde en un encuentro de Liga. | UGS Vision
Valverde en un encuentro de Liga. | UGS Vision

Se podría usar este encuentro como el reflejo de lo acontecido a lo largo de los meses en Bilbao, en el que un sabor agridulce inundaba las entrañas de un equipo que vio como las expectativas superaban sus posibilidades. Tiempos convulsos, suscitados por una prensa y afición cansadas por la falta de transparencia y trato al aficionado, por la cual pagaron los jugadores y cuerpo técnico en sus propias carnes. A decir verdad, y analizando los resultados desde un punto de vista objetivo, la temporada no fue mala, pues la plantilla cumplió con el objetivo de la clasificación europea a pesar de no contar con refuerzo alguno, y en clara desventaja en cuanto a sus rivales directos.

Pero, en muchas ocasiones el juego, y en otras tantas el resultado ante rivales presumíblemente inferiores, suscitaron las críticas de un gran sector de la prensa y, en consecuencia, del aficionado. Ante estas quejas, jugadores como Raúl García o Iker Muniain hicieron de portavoces del vestuario para mostrar su descontento ante la falta de empatía que se estaba mostrando hacia ellos, y reclamaron el mérito que les correspondía por el esfuerzo realizado durante gran parte de la temporada.

Ernesto Valverde no se quedó atrás, y reprochó a los medios locales la facilidad con la que atizaban al club sin tener en cuenta las consecuencias que esto podía acarrear dentro del vestuario rojiblanco. 

La temporada del Athletic en el campeonato liguero es, como mínimo, destacable, teniendo en cuenta las dificultades añadidas con las que cuenta el club. El logro de la séptima plaza, la cual daba la opción de disputar las previas europeas tan molestas, pero que tanto ilusionan, era una buena noticia a nivel deportivo. Si bien es cierto que se esperaba un mayor resultado, lo justo es admitir que la posición lograda se asemeja a la calidad de la plantilla.

Cierto es que la primera mitad de la temporada a domicilio fue un calvario para los leones, ya que solo se lograron ocho puntos de todos los posibles, tras las victorias ante Deportivo de la Coruña y Granada, y dos empates frente a Espanyol y Leganés. En la segunda mitad del año, el equipo enderezó algo la situación, con la consecución de 4 victorias fuera de casa, frente a Real Sociedad, Eibar, Osasuna y Celta. Sin duda alguna, la cruz del club fue esta, y una de las claves por las que los leones no consiguieron la clasificación directa a competición continental. De lo que no se puede quejar la afición bilbaina es del empeño de los jugadores en sacar adelante los partidos disputados ante ellos, pues San Mamés, un año más, se convirtió en un fortín casi inexpugnable. Tan solo Barcelona y Real Madrid lograron llevarse los tres puntos en la catedral, por lo que los de Ziganda tendrán que mantener la fórmula llevada a cabo por el Txingurri para conseguir la confianza necesaria ante los suyos.

Las competiciones del KO, una pesadilla

Pero otro gallo cantó en la competición más codiciada entre los aficionados al club vasco. La Europa League se presentaba como el objetivo primordial. Los jugadores tenían confianza en hacer algo grande, y los aficionados se tomaron al pie de la letra las declaraciones de estos. La fase de grupos fue un camino empedrado, donde los de Bilbao se enfrentaron al Sassuolo, Genk y Rapid de Viena.

Tocó comenzar en tierras italianas, con una dura derrota por tres goles a cero. Este resultado hizo dudar de las aspiraciones del equipo, pero nunca se renunció. La dinámica fue la misma que en liga, ya que lo único que logró el Athletic a domicilio fue un empate.

San Mamés salvó los muebles, logrando la segunda posición del grupo. Cabe destacar la actuación de Aduriz frente al Genk, donde endosó cinco goles al conjunto belga. El bombo nos emparejó contra el APOEL de Nicosia, rival que, sobre el papel, era inferior. En San Mamés, los locales lograron imponerse en un tres a dos, dejando sensaciones de debilidad e inseguridad, que avecinaban una vuelta complicada en tierra hostil. Y así fue.

El APOEL logró darle la vuelta contra todo pronóstico en casa, en un partido en el que se impuso a los vascos por dos a cero, no por méritos propios, sino, más bien, por demérito de los de Valverde. Esta derrota fue el punto de inflexión del club, ya que, tras el varapalo sufrido en una competición en la que se veían como posibles ganadores, gran parte de la afición perdió la ilusión y la sintonía con cuerpo técnico y plantilla. 

Pensando en la copa, poco se puede decir. Tras la eliminación del Racing de Santander en una eliminatoria sencilla, al Athletic le tocó el todopoderoso Barcelona, y, a pesar de lograr una gran victoria en casa, los culés consiguieron darle la vuelta a la eliminatoria en el Camp Nou, no sin sufrir antes ante un equipo que se dejó el alma.

Yeray conversa con Valverde. | UGS Vision
Yeray conversa con Valverde. | UGS Vision

A destacar

Lo más destacable, de la pasada campaña, no son los resultados deportivos. Por un lado, hay que hacer una mención especial a Gorka Iraizoz, que ha puesto fin a su etapa en el club para dejar paso a porteros más jóvenes, empezando una nueva aventura en el reciés ascendido Girona.

Por otro lado, lo que más ilusión despertó en la afición de Bilbao tiene nombre, apellidos y dorsal dentro de la plantilla. No son otros que Kepa y Yeray. Los dos futbolistas criados en Lezama dieron por fin el salto a la máxima categoría, asentándose desde el primer minuto y esperanzando a los hinchas. Kepa logró arrebatarle la meta al capitán Gorka Irzaizoz tras diez años de carrera bajo los palos de la portería rojiblanca. Por otro lado, Yeray saltó al terreno de juego para suplir la baja de Eneko Bóveda tras una lesión muscular, y logró sorprender a propios y extraños, siendo uno de los jugadores clave del equipo y revelación en la liga. Habrá que asumir que los títulos del Athletic no llegan en forma de trofeo, sino en forma de jóvenes promesas que logran deslumbrar y emocionar a los románticos que quedan en la catedral.