Hace no mucho tiempo, el mundo miraba de reojo al FC Barcelona con envidia y estupefacción. El conjunto dirigido por un canterano ganaba Champions League y Ligas con canteranos. Un modelo y un proyecto envidiable. Una generación de oro que dio al club sus mejores momentos, noches para recordar. Constituyeron no solo una manera de jugar a este deporte, si no de entenderlo. Muchos culés se quedaron atrapados en la época de Laporta y Guardiola, y ahora aborrecen esta nueva realidad, alejada de modelos envidables y proyectos de futuro. Es una presente líquido.

En junio de 2015 el Barça levantaba su quinta Champions. Tras las dudas con las que arrancó el proyecto de Ernesto Valverde, el equipo empezó a carburar gracias a una MSN que apagaba, creaba y destruía. Fue el principio y el fin. Bartomeu se agarró al triplete como si no hubiera un mañana, y avalado por esta gesta deportiva el socio calló y miró el pasado con recelo. Eran muchos los que dudaban, pero los títulos son los títulos, de esto ha ido siempre. Y ya es conocido que el culé nunca levanta la voz cuando se gana. Incluso sin la ya conocida política de canteranos, se seguía defendiendo que el de Can Barça era un modelo que contaba con los jugadores de la casa, mientras Luis Enrique veía hacer las maletas a Bartra, Pedro o Xavi. Y ninguno del filial lograba imponerse en el renovado proyecto. Pero el argumento de los culés seguía siendo el mismo. Hasta que llegó el invierno.

La pasada campaña, tras un año malo en lo deportivo, el problema se empezaba a vaticinar más profundo. Los fichajes no habían sido los adecuados y la afición, rezagada, giraba la cabeza en busca de un canterano que les prometiera la luna. Y se toparon con la nada. Los Xavi, Iniesta, Messi y Busquets ya no valen como argumentos. No son suficientes ante el agravio de los problemas(deudas a parte) deportivos y las directrices parecen difuminarse, sin una línea o una pauta que las rija. Tras un año en el que se exigían resultados, fichajes y mejoras, el club no solo flaquea, sino que pierde a Neymar, viendo con impotencia como el club ya no manda, sino que va a remolque. A 3 días para el inicio de una nueva temporada, además frente al Real Madrid, el club solo ha hecho un fichaje(Semedo,30 millones) y ha perdido a Ney. Eso denota una nula planificación deportiva y genera una ansiedad traducida en fichajes locos, a precios desorbitados. 

El equipo se sustenta porqué en la plantilla hay talento, talento de otra época. Y es que el culé ahora vive anclado en un pasado no muy lejano, pero que ante este panorama parece haber sucedido mucho antes.Y todo esto con el agravio que supone que el eterno rival esté haciendo tan y tan bien las cosas. Los papeles se han cambiado.  En este presente líquido, solo Leo Messi parece lo suficientemente sólido como para que el barco culé no se hunda. Que no salte del barco antes de tiempo.