El conjunto catalán vivirá por vez primera en su historia lo que significa competir en la mejor liga del mundo, la Primera División española. Sin experiencia en esta categoría, el próximo 19 de agosto debutará en casa frente a un rival poderoso, el Atlético de Madrid. Sin embargo, los de Montilivi han estado merodeando la máxima categoría estatal durante los últimos años, en los que se han conseguido grandes resultados y un premio gordo que ha llegado tras varias temporadas de tesón y constancia.

Aunque entre la década de los años 30 y la década de los años 50 el Girona vivió instalado más o menos cómodamente entre la Segunda y la Tercera División -la Segunda B se creó en 1977-, lo cierto es que la época gloriosa del club ha llegado en nuestro siglo. Desde el histórico gol de Migue ante el Ceuta en 2008, que dio el ascenso a Segunda, el Girona ha militado ininterrumpidamente en la categoría de plata durante los últimos nueve cursos. De primeras, lo que puede destacarse es que durante varios años la tendencia era clara: los años impares, había una temporada relativamente tranquila, mientras que en los años pares tocaba sufrir.

En efecto, en las campañas que acabaron en 2009, 2011, 2013 y 2015 -los últimos dos años se ha roto esta dinámica-, la clasificación final parecía indicar que durante el año el equipo había hecho los deberes, ‘a priori’, antes de tiempo. En el primer año en Segunda de la nueva era, el equipo acabó 16º; aunque podría parecer una mala clasificación, lo cierto es que los catalanes se movieron durante todo el año alrededor de las posiciones medianas de la clasificación -entre el 9º y el 13º- y solo una racha final de cinco derrotas consecutivas le hicieron bajar al puesto 16, sin ver peligrar con ello su permanencia.

En la temporada 2010-11, el equipo llegó incluso a ponerse en posiciones de ‘playoff’ a falta de 14 jornadas para el final de liga, aunque el undécimo puesto final fue sinónimo de una gran temporada con Raül Agné como entrenador del primer equipo. En mayúsculas habría que escribir la siguiente temporada ‘impar’, la 2012-13, con Joan Francesc Ferrer Sicília, ‘Rubi’, al mando de las operaciones. El equipo fue un huracán en Montilivi, aunque falló cuando jugó como visitante; la muestra, acabó la liga con 74 goles a favor pero recibió un total de 66. Finalizó cuarto clasificado y en la primera ronda de ‘playoff’ apeó al Alcorcón pero el último escollo, llamado Almería, fue demasiado para los catalanes gracias a la actuación del sempiterno portero Esteban y de su goleador, el brasileño Charles Dias.

Todavía mejor fue la temporada 2014/15, la primera completa con Pablo Machín como entrenador. El soriano había llegado en marzo de 2014 para intentar salvar a un equipo defenestrado y lo consiguió ‘in extremis’ en un final de temporada de infarto. El equipo empezó a contar con jóvenes jugadores, algunos sin experiencia en Segunda División, y el ensayo fue espectacular: un total de 82 puntos que, ello no obstante, no sirvieron para subir a Primera División porque el Sporting de Gijón sumó el mismo guarismo y tuvo mejor ‘gol average’ que los gerundenses. Fue un año de película -el club hizo una campaña con carteles de películas donde los jugadores eran los protagonistas- con un final demasiado cruel: el Lugo empató en el minuto 91 un partido que el Girona ganaba 1-0 y el Sporting ganaba 0-3 al Betis, lo que condenaba a los catalanes al ‘playoff’. El 0-3 al Zaragoza de la ida en la Romareda fue un espejismo, porque en el partido de vuelta los aragoneses endosaron a los rojiblancos un 1-4 en Montilivi.

A todo ello, hay que sumar las campañas que acabaron en años pares. La primera de ellas, la temporada 2009-10, Cristóbal Párralo duró nueve jornadas en el banquillo de Montilivi, en las que solo cosechó una victoria, y Narcís Julià le relevó en el cargo. La mejora fue notable, aunque el equipo jugó con fuego durante todo el año, y acabó salvándose gracias al sonado penalti de Kiko Ratón frente al Murcia. El final también fue de película, ya que la victoria parcial de los murcianos (0-1) les permitía quedarse en Segunda División y condenaba a los gerundenses a Segunda B. Una pena máxima en el último minuto, con mucho suspense -el portero Cifuentes paró el lanzamiento pero se le escapó el balón- cambió el rumbo de la historia: el Girona acabó 14º en lo clasificatorio y el Murcia bajó a los infiernos.

La siguiente temporada ‘par’ no estuvo exenta de intriga para el aficionado catalán. Pasaron tres entrenadores por el banquillo gerundense -Raül Agné duró hasta la jornada 20 y Josu Uribe lo hizo hasta la 31-, de los cuales Salamero se llevó la ‘mejor’ parte porque la mayoría de victorias del equipo llegaron en las 11 jornadas que dirigió al equipo. De hecho, en las primeras 31 jornadas el Girona solo había ganado cinco partidos, mientras que con Salamero ganó siete para acabar salvándose, no sin sufrimiento, y acabar en un apretado decimosexto lugar.

De las temporadas con más intríngulis que ha vivido el cuadro catalán en esta reciente etapa en Segunda División, hay que quedarse con la 2013-14. De nuevo tres entrenadores pasaron por el cargo y la salvación se obtuvo en la última jornada. El asturiano Ricardo Rodríguez empezó mandando desde la banda y con él llegaron al principio buenos resultados, aunque el equipo perdió demasiados puntos como local y finalmente fue destituido. Javi López tomó el control y con él, los empates se sucedieron sin parar. De forma anecdótica puede recordarse un histórico 6-0 al Lugo, la única victoria con el barcelonés dirigiendo al grupo. Tras un 4-0 en Sabadell, el técnico fue cesado y Pablo Machín, un soriano desconocido en aquel momento, tuvo la valentía de salvar a un equipo sin moral y que caminaba irremediablemente hacia Segunda B. El cambio de entrenador y, por consiguiente, de sistema de juego, dio sus frutos y el Girona permaneció en la categoría ganando en la última jornada al Deportivo de la Coruña (3-1), que ya había ascendido a Primera División.

En la temporada 2015-16 el club consiguió el único título que tiene a nivel individual: el portero Isaac Becerra se llevó el Trofeo Zamora al encajar únicamente 28 tantos en 42 partidos disputados. La estadística de las temporadas pares e impares se rompió precisamente en aquella campaña -sí es cierto que el equipo empezó sufriendo en exceso pero acabó en zona de ‘playoff’-, y habrá que ver si este año par -2017-18- el Girona sudará tinta china para permanecer en Primera División o si, por el contrario, dará la sorpresa y hará un año lo suficientemente bueno como para estar “cómodo” en la máxima categoría estatal.