José Ignacio González Sáenz, de 51 años, conoció por primera vez el fútbol en Álava, lugar donde nació. Quiso ser jugador. Como todo niño se puso las botas, pero no tardó en colgarlas al llegar su juventud. Su espacio no era la tierra, ni las espadas, ni los escudos… Su sitio es el balcón, enseñando a los más aguerridos a luchar contra viento y marea. Dar pautas, aportar serenidad, conducir al gladiador a la victoria. En Natxo se lee una carta de presentación que no hace mucho ruido, en la que interrumpen muy pocos peros. El único evidente es el ser el octavo entrenador del Zaragoza en su andadura por Segunda.

El primer paso que dio Lalo Arantegui en la dirección deportiva del Zaragoza fue atar al míster vasco. No había acabado todavía la temporada con el Reus, pero ya sobraban los motivos para que el entrenador zaragocista de la siguiente temporada fuera Natxo. En la campaña de su debut con el Reus estaba siendo el equipo menos goleado de la liga y los catalanes estaban situados en la zona media-alta de la tabla. Las apuestas en el banquillo daban paso a cuestiones más pragmáticas. 

Los principios siempre son duros

Con 33 años comenzó a entrenar al filial del Deportivo Alavés en 2ªB tras varias temporadas en Tercera. Por aquel entonces, el primer equipo del club vitoriano campaba a sus anchas por la Primera División. Pronto fijaron su interés en él equipos catalanes de la categoría de bronce del fútbol español. Cambió de aires y en el 2004 aterrizó por primera vez en Reus. Allí se estabilizó en el fútbol profesional y abandonó por completo los banquillos de Tercera División. 

En su primera etapa en la ciudad tarraconense entrenó durante 104 partidos y tres temporadas. De esta época Natxo salió reforzado, porque después de consumar un descenso, todo lo que vino fueron alegrías. En el 2008, el técnico vitoriano se desplazó a poco más de 100 kilómetros para continuar su carrera. Siguiente parada: U. E. Sant Andreu de 2ªB. Allí mantuvo una línea regular, donde de los 130 partidos que disputó con la chaquetilla quadribarra 58 fueron victorias, 45 empates y 27 derrotas.

El primer gran reto de Natxo llegó tras abandonar momentáneamente Cataluña. El Alavés, el "Glorioso", ya había olvidado lo que era jugar en Primera División. Antes de que Natxo tomara las riendas de los albiazules en la campaña 12/13 el Alavés ya llevaba seis años lejos de la élite. En tan solo un año, Natxo logró ascender al Alavés a  Segunda División liderando el grupo de la 2ªB. Sin embargo, no comenzó con buen pie en la categoría de plata y tan solo duro 16 partidos en el banquillo.

Del suelo al cielo

En el barro y en el frío del fútbol más modesto se fue forjando un entrenador con mayúsculas. Dominador de varios terrenos, del fútbol táctico y aguerrido con ingredientes técnicos y definitorios del fútbol total catalán. Defensa y ataque. Dureza y sutileza. Victoria y derrota. Un fútbol de sinónimos y antónimos que ayudaron a Natxo a crecer y a no ser nunca menos que nadie. Lo demostró en su segunda etapa en Reus.

En dos años forjó un equipo que daría el salto de categoría en la tercera temporada con los catalanes. Hace dos años, a muchos les sorprendió ver al Reus en el calendario de Segunda División. Pronto se descubrió que en el fútbol no hay casualidades. Y con Natxo a la cabeza, los de Tarragona miraron por encima del hombro a cada equipo que le vio como la madre de la liga. Al final de la temporada quedó undécimo con 13 partidos ganados, 16 empatados y 13 perdidos. El dato más destacable fueron los pocos goles recibidos: 29, el equipo que menos encajó de toda la liga. Hecho histórico para un recién ascendido.

Llegada a Zaragoza

"No he venido para vender humo a nadie", aclaró Natxo en su primera rueda de prensa. Con los puntos puestos sobre las íes, comenzó a entrenar a una plantilla casi nueva. Lalo se encargó de traerle una numerosa remesa de gladiadores, aunque todavía falte un 5% del plantel por llegar a la "Casa de Natxo". La pretemporada no está siendo un camino de rosas. Un par de victorias, la última de nivel, avalan un trabajo que requiere más y más dedicación. Entrenamientos a doble sesión, y mucho balón. Porque en el fútbol, aunque el escudo sea importante -y de eso Natxo sabe bastante-, la espada es redonda.

Solo el futuro sabe si a esta atmósfera romana creada en la vieja Caesaragusta le aguarda la gloria. Solo hay un hecho seguro: trabajo.