A los aficionados al fútbol les gusta catalogar a los talentos con demasiada facilidad. Quizás porque disfrutan cuando un jugador rompe con lo establecido y su nombre brilla por sí solo. En una época donde lo exagerado impera y las opiniones sobre el alcance de un futbolista discrepan con extremada sencillez, que un nombre una a los más críticos de este deporte es más que peculiar.

Los genios del balón aparecen de la nada. Unen, hacen disfrutar y dan que hablar. Marco Asensio es el nombre del momento y probablemente del futuro. Hace del espectáculo algo fácil y habitual. Es un diamante en bruto que con su labor le hace un favor a un deporte que vive de la emoción, la espontaneidad y lo imprevisible. 

Con tan solo 21 años ha logrado ser el timón de un equipo que ostenta la mejor plantilla vista en años. Un Valencia cuyo fútbol recordó por momentos a aquellas temporadas europeas de ensueño tuvo la oportunidad de aniquilar a un desordenado Madrid. No pudo porque Asensio no quiso. La manera de echarse a la espalda a un equipo como el Real Madrid cumple con los requisitos anteriormente citados para convertirse en un jugador de época.

‘’Hay que cuidarlo’’, aseguraba Emilio Butragueño. Un histórico del equipo de Chamartín sabe de lo que habla cuando un jugador logra eclipsar la actuación de delanteros que llevan una década jugando por y para el escudo y que hace olvidar a otros, cuyos goles han vuelto a escribir el transcurso del balompié. El estado de gracia de Asensio no es algo relacionado con la forma o la suerte. La forma en la que salta al campo, celebra los goles y acostumbra al aficionado a contemplar sus obras de arte es algo más que singular. A partir de ahora, la historia le espera con los brazos abiertos. El tiempo decidirá.