“Me voy con la sensación de ser muy feliz y que afortunadamente he conseguido lo que quería: que la gente me conociese personalmente” Con estas palabras se despedía Raúl García hace ya dos años del Atlético de Madrid. Palabras que estaban bañadas en las lágrimas del navarro e incluso de alguno de sus compañeros. Aquella mañana, la sala VIP del Calderón estaba abarrotada de otros jugadores de la plantilla rojiblanca, de utileros, de miembros del cuerpo técnico y demás trabajadores del Atlético de Madrid. La cantidad de gente que quiso despedir al navarro es indicador de lo que este significó para el club. El 8 colchonero se fue como una leyenda, pero el camino para llegar a eso no fue nada sencillo y estuvo lleno de obstáculos.

Raúl García llegó al Vicente Calderón en la temporada 2007/08 con un cartel que a la postre no sería el suyo: el de mediocentro. Pese a jugar un gran volumen de partidos y ser titular en su primera etapa en el Atlético (además de ganar la UEL y la Supercopa de Europa en 2010) su juego no era óptimo y en algún momento la grada llegó a pitarle. En esa situación, Raúl dejó una de las frases que a la postre más le han definido: “me piten o no siempre voy a querer lo mejor para este club”. Pese a esta muestra de profesionalidad, el navarro volvió cedido a su club de origen: Osasuna. Ahí pasó la temporada 2011/12, en la que  jugó 33 partidos y marcó 11 goles, lo que le sirvió para volver al Atlético. Un Atlético que había cambiado mucho en esa temporada: la era Simeone había empezado con la consecución de la UEL.

Este título le dio la oportunidad a los del Cholo de jugar la Supercopa de Europa, y la aprovecharon aplastando al Chelsea con un contundente 4-1. Raúl entró en el minuto 81, sustituyendo a Koke. Esa temporada, el navarro comenzó a ganarse la fama de desatascador de partidos. Marcó 9 goles y fue un miembro importante del equipo que ganó la Copa del Rey en el Bernabéu acabando con el maleficio de los 14 años sin ganar un derby.

Pero sin duda, la mejor campaña de Raúl García fue la 2013/14. En ella marcó 17 goles que sirvieron para que el Atlético ganase la Liga, llegase a semis de Copa y estuviese a unos minutos de ganar la Champions League. Lejos quedaba ya su época como mediocentro. El ex de Osasuna era una especie de segundo delantero, con gran capacidad para el juego aéreo, tanto para anotar é como para prolongar el balón a sus compañeros. A principios de esa temporada, Simeone ya le puso como ejemplo para el resto de jugadores del vestuario: “(…) me remito a poner el ejemplo de Raúl García. Es un gran ejemplo en este momento. Juega amistosos y hace goles, juega Liga de Campeones y hace goles, juega Liga y hace goles, juega Copa y hace goles... En el campo habla. El ejemplo lo tienen en el vestuario”. Este año, pese a ser muy prolífico no sirvió para que Vicente del Bosque le incluyese en la lista del Mundial de Brasil, pero sí para que le convocase para los partidos contra Francia (amistoso) y Macedonia (clasificación para la Euro). Finalmente debutó en el Stade de France, en un encuentro que acabó 1-0 a favor de les bleus.

La siguiente temporada sirvió para aumentar el legado de Raúl, continuó alternando titularidades con partidos saliendo desde el banquillo y le dio tiempo a marcar un gol en el Bernabéu que a la postre sería clave para que el Atlético ganase la Supercopa de España.

La noticia de su marcha saltó recién empezada la temporada siguiente, unas horas antes del duelo entre el Sevilla y el Atleti. En ese partido comenzó la despedida de Raúl, con la dedicatoria de los goles por parte de Koke, Gabi y Simeone. Todavía hoy, cada partido del Atlético tiene un momento para acordarse de Rulo. Siempre hay un córner que es fácil imaginarse que remataría él, siempre hay algún empate en el que es fácil pensar que con él sería victoria.