Sobre el manto del barrio de Zaidín-Vergeles la noche presumía la consagración de una promesa. Tocado con la varita de la cosecha del 2000, Abel Ruiz saltaba sobre el Estadio Nuevo Los Cármenes de Granada con la ansiada y esperada primera titularidad sobre sus botines. Y no defraudó. Porque nunca lo hace.

Ataviado con el ‘26’ a sus espaldas, Abel Ruiz afrontaba su segundo partido en la categoría de plata. Sin minutos en el debut liguero ante el Real Valladolid en Pucela (1-2), el estreno del delantero valenciano llegó ante el Tenerife en una jornada con sabor amargo en el Miniestadi, disfrutando de apenas sólo 21 minutos para intentar una remontada que ya se tildaba de imposible (0-3). Pero ante el Granada FC, y con los vientos en contra, Abel Ruiz volvió a hacerse grande.

Abel Ruiz en su debut en Segunda División ante el Tenerife. Foto: Noelia Déniz, VAVEL

Su salida en el túnel de los nazaríes deparaba la magia que sólo él es capaz de desplegar. Generoso y activo, Abel demostró que sobre el verde deja de ser el más pequeño para convertirse en el más grande. Con sólo 17 años, el valenciano logró imponer su ley en Granada con un golazo de bandera en el minuto 68 para empatar el partido (2-2) y sumar un punto hasta la Ciudad Condal. Abel, llamado a hacer historia, volvería a escribirla, convirtiéndose así en el primer jugador nacido en el año 2000 que marca en Segunda. El joven delantero de La Masia sólo necesitó dos partidos, exactamente 89 minutos, para enmarcar su primer gol como profesional. Sin duda, el primero de tantos.

A orillas del Mediterráneo forjó la joya que hoy empieza a despuntar. Inteligente, maduro y generoso en el área, Abel Ruiz presume a su corta de edad del talento necesario para liderar el ataque azulgrana del filial azulgrana. Sin ruido, pero a golpes de talento, Abel ha logrado escalar por todas las categorías del fútbol base azulgrana hasta coronarse como lo que es, la mejor promesa en ataque de La Masia. Acostumbrado a jugar con futbolistas mayores que él, la categoría de plata no le queda grande a quién domina a la perfección los tiempos sobre el tapiz. El gol como su único lenguaje, el área como la única forma de llegar a su hogar.

Su mejor carta de presentación volvió a mostrarse sobre el verde: primera titularidad y el ansiado gol del empate final. Su calidad no entiende de límites, todos abatidos a golpe de la calidad emergente bajo sus botas. Insaciable en el área, voraz y con hambre de gol, su manera de entender el fútbol le eleva a la categoría dónde sólo los elegidos vislumbran sus mejores jugadas. Y allí está él, despojándose con elegancia de ese birrete en el día de su graduación. Y con todos los honores.