Nada mejor que una alegría para olvidar las penurias del pasado. El Sporting, con muy poca credibilidad en las últimas jornadas, demostró ante el Sevilla Atlético las ganas que tiene de seguir creciendo y mejorando. Los tres puntos logrados no son una simple victoria, sino el inicio de un cambio de tendencia. En el encuentro en El Molinón, los rojiblancos dejaron de lado las malas sensaciones y enseñaron su cara positiva, la que ilusiona a los aficionados, la del deseo de ascender a Primera División. El buen juego y el equilibrio se impusieron sobre el césped gijonés, pero sobre todo, los goles. Los tres tantos marcados significaron la comunión entre el sacrificio y la recompensa. Las ideas trasladadas por Herrera van instalándose en los automatismos de los jugadores, aunque aún quedan cosas por perfilar.

El Molinón volvió a vibrar

El dominio absoluto de los sportinguistas despertó de nuevo al coliseo gijonés. A excepción de los primeros momentos del partido, en los que los sevillistas gozaron de un mayor protagonismo, el conjunto asturiano fue el amo y señor del encuentro. Ningún duelo disputado hasta el momento en el estadio rojiblanco había acumulado tanto dominio de los locales en lo que va de Liga. Los aficionados disfrutaron de la victoria de su equipo, que aunque no está al 100%, el 60% que considera Herrera fue suficiente para dar una alegría a una parroquia que no lo ha pasado bien en los últimos tiempos.

Un juego completo

La muestra de fútbol que dio el Sporting sobre el campo es un reflejo del trabajo diario que lleva desarrollando la plantilla desde el comienzo de la pretemporada. Después de ocho jornadas de competición, los rojiblancos empiezan a demostrar el potencial de este equipo. Contra el filial sevillista, el conjunto puso la mejilla buena, la del juego combinativo y solidario con el resto de compañeros. La defensa en bloque y los ataques ordenados en terreno rival fueron una auténtica delicia. Los gijoneses van progresando y se nota