Como quien vuelve a casa por Navidad y ya que está se queda esa y otras tres. Después de su época en la isla de Tenerife como jugador, José Luís Martí (Palma de Mallorca, 1975) aterrizó, y nunca mejor dicho, en el Heliodoro Rodríguez López para, después de haber conseguido ascender con los isleños a Primera División en los 2000, intentar hacerlo también como entrenador.

Fue en 2015, el equipo se había hundido en el siempre complicado pozo de la Segunda División, al que es fácil caer pero del que tampoco es muy difícil salir. Y lo consiguió. Martí cogió al Tenerife de la mano la mañana de un 4 de noviembre para no soltársela hasta hoy y, por lo que parece, tampoco en mucho más tiempo. Acostumbrado a mantener al equipo en su hábitat natural, ya saben, siempre al calor del playoff de ascenso a Primera, la Junta Directiva del club canario le dio un voto de confianza a pesar de no haber conseguido clasificarlo para dicha fase de ascenso el año que debutaba. Y es que, para los que no lo conozcan, Martí no sólo debutaba con el CD Tenerife, sino que lo hacía también en los banquillos.

Ya el año pasado, de la mano de su 4-2-3-1, su alineación preferida, llevó a su equipo hasta la final por el ascenso a Primera División. No pudo ser. Este, ha conseguido hacer que Aitor Sanz y Vitolo, sus apéndices en el campo, hagan funcionar al equipo a su gusto. El capitán y ex del Real Oviedo, principalmente, es quien le otorga el carácter ganador del míster, la ambición que Martí les pide en el vestuario y sobre todo la interpretación del juego cuando el equipo está en posesión de la pelota, haciéndoles defender con ella de manera idónea, como hemos podido ver en los encuentros disputados contra Barça “B” y Alcorcón, (0-3 y 4-0 respectivamente).

Como a todo entrenador posterior al Barcelona de Guardiola, a Martí le gusta ir a buscar al rival, presionarle arriba para provocarle pérdidas de pelota lo más cercanas posible a su portería, aunque no se amedrenta si, una vez sus líneas de presión son superadas, saber cómo replegarse para cerrar bien los espacios que esa alta presión conlleva. También le gusta hacerlo respaldado de los suyos, en su casa, en el Heliodoro, en donde las gargantas le dan ese ápice de intensidad a mayores del que a él le gusta exigir en cada entrenamiento. Le motiva hacer las cosas bien en su campo y eso es algo que salta a la vista, ya que ha conseguido 10 de los 12 puntos disputados ante su afición. A pesar de ello, y para consuelo de los azules, fuera de casa no consigue transmitir a sus jugadores la motivación y el punch necesarios como para igualar los buenos resultados caseros. De su mano está que sus pupilos salten al verde con el mismo chip que ante los equipos citados en el anterior párrafo para así ver quién gana la batalla a entrenador más enchufado, si el protagonista de hoy o Juan Antonio Anquela.