Son numerosas las voces que se oyen alrededor del panorama culé sobre si el estilo que maravilló al mundo se ha diluido definitivamente. Los propios aficionados del FC Barcelona tienen serias dudas de ello y hay dos bandos claramente identificados. Desde la época de Cruyff, el FC Barcelona siempre ha estado en la vanguardia de estilo futbolístico, alcanzando el apogeo con Pep Guardiola. Pero, en pleno 2017, ¿ese estilo sigue vigente o pasó a mejor vida?

El FC Barcelona no ha perdido el estilo de toque (Alicia Navarro)

La batuta impregnada desde la sala de máquinas por Xavi Hernández quedó huérfana con la salida del arquitecto de Terrasa hacia tierras qataríes. Sin embargo, la llegada de Ernesto Valverde ha devuelto al FC Barcelona unas reseñas olvidadas con el impasse de Luis Enrique al frente del navío azulgrana durante tres temporadas (2014-2017). Con el Txingurri al mando, los azulgranas vuelven a copar el dominio de la posesión, sometiendo bajo sus pies un esférico enamorado de sus orquestas.

La medular vuelve a ser la zona más importante en el club azulgrana, que devuelve a los centrocampistas el protagonismo olvidado con las idas y venidas de cursos anteriores. La vuelta de un magistral Busquets, imperial al corte y en la distribución, impregnan las reseñas “Valverde recupera la hegemonía en el centro del tapiz, dotando a los medios del protagonismo perdido durante la etapa de Luis Enrique” de la mejor garantía de este Barça. El de Badía, el mejor guardaespaldas de la medular ensalzando su astucia táctica, protege con ahínco a un extraordinario Andrés Iniesta, que pese a su dosificación sigue demostrando que su magia sigue intacta generando superioridad en la zona de tres cuartos. Rakitic, encontrando a destellos su potencial, combina y progresa con la destreza que sistematiza Valverde desde su pizarra. La cúspide en la zona creativa del verde llega de la mano de Sergi Roberto, destapado sin complejos en este inicio de curso y logrando la profundidad con la salida del balón.

“Mi idea es profundizar en el estilo Barça, darle mi toque y una vuelta más”, recalcó Ernesto Valverde el día de su presentación. Y no defraudó en sus palabras. Con casi dos meses de competición, el cacereño ha logrado disipar las sombras en los esquemas de Luis Enrique y retomar el estilo característico desde los cimientos de Can Barça. Toque, posesión y dominio empapan la pizarra de este Barça en los primeros compases de la temporada, catapultando con eficacia a los azulgranas al liderato de Liga y de la UEFA Champions League. Bajo la etiqueta de invictos, los culés han logrado encontrar el equilibrio en la sala de máquinas con la acumulación de sus hombres en el centro del campo, permitiendo multitud de variantes tácticas arrojadas sobre el verde. Y todas ellas eficaces.

Rakitic celebrando un gol con Iniesta | Foto: Noelia Déniz (VAVEL)
Rakitic celebrando un gol con Iniesta | Foto: Noelia Déniz (VAVEL)

Tal y como pasara frente a equipos de gran envergadura como Juventus o Atlético de Madrid, el FC Barcelona logró jugar con la posesión del esférico, mostrando su mejor virtud con el balón bajos sus dominios. Con la paciencia como la mejor de sus virtudes, la circulación eterna adormece a un rival que termina sufriendo los letargos mortíferos de la calidad de Messi o Luis Suárez. El argentino, poderoso en la definición y con plena libertad de distribución en el juego, lidera la batuta de un sistema que mantiene un estilo que introduce mejoras. El Barça, pese a perder a Neymar, ha sabido encontrar a la perfección la profundidad en sus carriles con Jordi Alba y Semedo, dotando el centro del campo de más presencia azulgrana.

La presión tras pérdida como arma arrojadiza y la eficacia sobre los pies de un Leo Messi ancestral rubrican el juego sinfónico de Ernesto Valverde, que recupera el estilo de toque más escondido en las últimas temporadas. 

El FC Barcelona sí ha perdido el estilo de toque (Daniel Guillén / @Danigc_11)

La pregunta no es precisamente sencilla, como tampoco lo es la respuesta. El sí es evidente, pero con muchos matices a su alrededor. Porque el Barcelona lleva integrado en su genética la apuesta por el fútbol asociativo y ofensivo. Desde Johan Cruyff, nadie ha osado poner en duda esta cuestión. El sello de calidad propia se radicalizó con Pep Guardiola, apogeo del juego de posición con una generación de futbolistas irrepetible.

Pero, a partir de ahí, la tendencia ha ido a la baja. Porque tanto Tito Vilanova como Tata Martino apostaron por una fórmula continuista, pero el Barça quedó anclado en sí mismo, ahogado en un modelo de juego caduco. Entonces llegó Luis Enrique y verticalizó la propuesta. Revolucionó la relación con el balón y el club se alzó con cinco títulos de seis posibles en su primer año. La verticalizó hasta el punto de que la línea medular, aquella en la que se había cocinado todo a fuego lento hasta entonces, pasó a ser una simple zona de paso con el único fin de enlazar la salida limpia desde atrás con Messi, Suárez y Neymar en el último tercio del terreno de juego. La misión consistía en generar contextos propicios para que ellos encontraran el desequilibrio y fueran capaces de acarrear peligro con su gran talento individual. Hablamos de una etapa agitada, con la sensación de que el Barça solo buscaba ser uno más en una década en la que todo va excesivamente rápido.

Jugadores del FC Barcelona guardando un minuto de silencio | Foto: Noelia Déniz (VAVEL)
Jugadores del FC Barcelona guardando un minuto de silencio | Foto: Noelia Déniz (VAVEL)

En este nuevo escenario con Ernesto Valverde, con más sombras que luces, el Barcelona pretende reconciliarse con su modelo. Sigue empeñado en correr, pero se vislumbra un aprendizaje en este sentido: aprender a hacerlo. Porque todavía hoy hablamos de algo indeterminado e incierto, aunque bien es cierto que el Barcelona ha recuperado un punto de pausa, un punto de control y un punto de compostura. También, la ausencia de Neymar obliga a reinventarse. Con el respaldo de los resultados, al menos por el momento, los azulgranas buscan qué quieren ser y a qué pretenden aspirar en cuanto a juego. Y mientras inician esa búsqueda, todo se resume a un Leo Messi con menos responsabilidades en la base de la jugada y más acercado al área rival, con mayor capacidad para la definición.

"Una propuesta asociativa sin la esencia del juego deposición"

Si con Luis Enrique regresó a sus orígenes, con el Txingurri recupera el rol con el que fue catapultado al Olimpo de los Dioses. En el 4-3-3 asimétrico, el argentino ha adquirido una presencia intensa en zonas intermedias, cerca de la punta, con total libertad de movimientos por todo el frente de ataque.

El Barcelona, durante todo este tiempo, nunca ha dejado de ser protagonista con el balón, nunca ha renunciado a una propuesta ofensiva, nunca ha dejado de juntar a los mejores jugadores de toque, pero la realidad es que, sin el juego de posición, ha perdido su esencia. Aquella que lo convirtió en un referente mundial a nivel de clubes por su excelencia futbolística y por su supremacía. Hablamos, pues, de una metamorfosis tan evidente como necesaria ante planteamientos excesivamente reactivos.