Piensa en Mestalla hace dos años, piensa en como sonaba, piensa en el nombre que más repetía la afición: Paco Alcácer. Él era el elegido para triunfar aquí, lo tenía todo: gol, garra, era de la casa, y además la grada le tenía un cariño especial. Al antiguo 9 del Valencia se le llegó a comparar, con ser el heredero del Guaje; y es que, mucha parte de la afición veía en "Paquito" el jugador referencia que tantos años llevaba buscando.

El que fuera la figura central del Valencia, abandonó el club por la puerta de atrás y se reencontrará con la afición una temporada más. Muchas dudas no han sido resueltas sobre su salida: si fue voluntad suya irse o si fue Peter Lim el que lo vendió -dependiendo a que parte le preguntes te dirán una cosa u otra-, pero lo que si que sintió la afición fue una sensación de menosprecio con la salida del 9.  Ni dio una rueda de prensa de despedida, ni hizo declaraciones -más allá de las estándar-, ni parece haberse vuelto a acordar de la afición (el propio David Villa pone más tuits apoyando al club que él).

Como si de un jugador indiferente se tratara, la salida de Alcácer, desde su punto de vista, fue como para cualquier otro jugador que le llama un club más fuerte y que se va a jugar allí. Pero no para la afición. Para la afición no solo el irse, sino las formas, supusieron una falta de respeto al club: a toda la entidad que le había formado desde que era un chaval, a una directiva que -en teoría-, le tenía como centro del proyecto y a una afición que le perdonaba sus sequías de dos meses sin marcar -cualquiera lo diría siendo él un nueve puro-. 

Por eso, si el sábado Alcácer juega -algo difícil, aunque dadas sus últimas actuaciones y que el Barcelona juega Champions quizá lo haga-, el mejor recibimiento sería el de la indiferencia. La misma con la que el trató al equipo, club y afición cuando se marchó.