Cuando el viernes el valencianismo recibió la triste noticia del fallecimiento de Jaume Ortí sintió que perdió un trozo de su historia. De una historia muy reciente repleta de éxitos y alegrías para una afición que lleva muchos años de sinsabores. El domingo, en el umbral de la puerta acechaba el intratable líder de primera división. Ese equipo que hasta el momento tan solo había concedido un empate en 12 jornadas. El Valencia, a cuatro puntos de distancia, tenía un aliciente aún mayor para vencer y ese no era otro que el de homenajear la memoria de ‘Bonico’, evocando aquellas noches de gloria, con él en el palco, en las que el Valencia peleaba y ganaba a los grandes.

El inicio no fue el esperado

Sabiendo que el Barça venía de jugar Champions entre semana, quizá el valencianismo esperaba otro tipo de planteamiento de inicio. Morder desde el principio, ahogar al Barcelona para poder recuperar y salir corriendo como gusta el conjunto de Marcelino. Pero todo lo contrario, fueron los catalanes los que no dejaron a los blanquinegros jugar en ningún momento. El Valencia parecía que ante la gran noche se venía abajo consumido por la gran presión provocada por las altas expectativas que todo el mundo había depositado en ellos.

Este equipo tiene un halo que invita al optimismo

No se puede negar la evidencia. El tiro de Leo Messi, ayudado por Neto, entró claramente. El árbitro no lo concedió y dejó a las claras las vergüenzas del campeonato español, pero ese es otro tema. Por fortuna para el Valencia, el electrónico siguió igual. Ese pequeño detalle, ese error a favor, puede resultar insignificante pero no lo es. En cualquier otra temporada, (y en el 99% de los casos) esa jugada habría sido un gol en contra. Este equipo empieza a tener visos de grandeza pero sobre todo, empieza a acompañarle la fortuna del campeón. Esa tan necesaria como el buen hacer sobre el césped para ganar campeonatos. Los che llegarán hasta donde les alcance el fuelle, pero, por lo pronto, parece recuperar algo muy importante que hacía tiempo hallaba perdido, ese halo de fortuna siempre decisivo a la hora de dilucidar encuentros y torneos.

Rodrigo, un valor deportivo pero, sobre todo, un valor humano

El mejor año de Rodrigo Moreno, deportivamente hablando, en Mestalla es un hecho que se confirma jornada tras jornada. El ex del Benfica lleva ya ocho tantos en liga (todos al primer toque) y es el máximo goleador nacional. Ahora mismo, el hispano-brasileño pasa por el mejor momento de su carrera en Valencia y también de su relación con la afición. Las últimas tres temporadas, negado de cara a puerta, a la grada no le bastaba con su entrega y su compromiso con el club, en parte por lo que costó. Pero a base de seguir intentándolo, y de la confianza que le ha dado Marcelino, ha dado la vuelta a su situación y anoche anotó otro tanto que cerca estuvo de valer tres puntos. Mas no solo se quedó en eso, sirvió para honrar la memoria de Jaume Ortí.

Al terminar el partido, el propio Rodrigo reconoció que el expresidente, en las pocas ocasiones que coincidieron, siempre le trató de maravilla, aún sin conocerle de nada. Como agradecimiento a este trato, Rodrigo se acordó de él en un instante de máxima euforia, cuando se te pasa de todo por la cabeza. El delantero che, al salir del velatorio, fue a comprar una peluca, tan característica de Ortí en la celebración de los títulos, y se la dio a los recogepelotas para que se la entregasen si anotaba. Y así fue como, ante el momento más importante de la temporada, en el gol más decisivo hasta el momento, cuando cualquier otro habría celebrado el gol de cualquier otro modo distinto, Rodrigo se acordó de una persona con la que no tuvo una estrecha relación. Sin embargo, en su compromiso con el club, es consciente de cuanto ha significado la figura de ‘Bonico’ para todo el valencianismo.

El mejor homenaje posible se frustró al final

Cuando quedaban menos de diez minutos y el Barça parecía sin ideas, apareció el de siempre para dejar frío a todo un estadio. Con su pase magistral a Jordi Alba, superó a una defensa que, hasta ese momento, había realizado una labor impecable. El Valencia al final, “tuvo que conformarse” con un empate cuando había saboreado una victoria. El punto, cualquier aficionado lo cataloga de estupendo, ante el rival que era y por como de desarrolló la contienda, pero siempre queda ese regusto amargo, principalmente por la memoria de un Jaume Ortí, que desde donde se encuentre, allí arriba, fue un aficionado más que sufrió con su equipo una de esas grandes noches que su Valencia dejó en la retina de todos.