Que Real Madrid y "remontada" son sinónimos, lo sabe hasta el que menos conoce de este deporte. Está implícito. Se ve. Se huele. Se respira en el ambiente. Todos recuerdan aquella mítica frase que le entonó Juanito a un futbolista del Inter en el año 1985, tras perder el partido de ida por 2-0 en Milán: "Noventa minuti en el Bernabéu son molto longo". Efectivamente. Los blancos remontarían la eliminatoria (vencieron 3-0), al igual que hicieron ante el Anderletch (6-1) esa misma temporada, y contra el Borussia Moenchedgladbach pocas semanas después. Y claro, si noventa minutos ya son demasiado, pues los 2250 (25 partidos) que quedan para que termine el campeonato liguero, son una eternidad. Y durante una eternidad, pueden pasar muchas cosas.

Tantas, que muchas veces no hace falta ni recordarlas. Y menos teniendo en cuenta la relación de amor que existe entre el conjunto de Chamartín y el gol en el último minuto. Pero hace falta. Hace falta por el cartel de "vencido" que está adquiriendo. Por la lluvia de pesimismo que hay en torno a su figura esta campaña. Por la pérdida de credibilidad en sus posibilidades. Que ojo, en cierto modo, tienen razón y el público siempre es soberano con sus valoraciones. El Real Madrid no está bien. Pero no se le puede dar por muerto. Ni ayer, ni hoy, ni nunca. 

Recursos para algo más

Si el combinado merengue no los tuviera, los crearía igual. Siempre aparecen cuando la situación es límite, cuando hay que tirar de corazón. Muchas veces es la cabeza de Sergio Ramos. Otras la eficacia de Cristiano arriba. Hasta Casemiro, Kroos y Modric desde la frontal. Zinedine Zidane sabe que su equipo es capaz de vivir en los partidos hasta que el árbitro no pita final, pero también que los suyos no deberían llegar a esa coyuntura. Porque puede salir bien (como muchas veces ocurrió el año pasado), o mal, tal y como está sucediendo esta campaña. Las bajas de Morata y James han contribuido mucho a ello. 

Entre el español y el colombiano se fabricaron 49 goles el curso anterior. Un escándalo. Y la mayoría de ellos saliendo desde el banquillo en encuentros que se ponían muy cuesta arriba. Es decir, el Real Madrid ha perdido casi 50 goles para esta temporada, y no los está intentando solventar con nadie. Porque tanto Mayoral como Ceballos, teóricos reemplazos que aterrizaron en verano, ni están contando con los minutos necesarios para ello, ni tienen esa influencia en el marcador que tenían los exmadridistas. Problema capital.

Sin embargo, esa no es la raíz de la actual preocupación que existe en el Paseo de la Castellana. Es solo una consecuencia de que las cosas, desde el inicio de los duelos, no se están haciendo bien. ¿Por qué, teniendo los jugadores que hay, se tiene que volver a tirar de la épica y el sufrimiento? Esta es la cuestión que se pregunta en masa la afición blanca cada vez que acude al Santiago Bernabéu.

Y no es malo que el Madrid haya adquirido esa capacidad de dominar momentos de máxima tensión. Por la confianza que sigue intacta entre los jugadores y por el miedo que genera en el rival, sabedor de que, tarde o temprano, tendrá que sacar el balón de su portería. Pero depender de ello es tarea imposible. Y por eso, precisamente por eso, se tienen que empezar a activar las verdaderas armas futbolísticas con las que cuentan los merengues. Que son muchas.

CKM o el Triángulo de las Bermudas

Casemiro-Kroos-Modric. No existe centro del campo más dominante en toda Europa que este. Da igual en el contexto que se desarrollen los encuentros. Son capaces de controlarlo de principio a fin. De una portería a otra. No obstante, este año están fallando. El alemán y el croata, principalmente. Con ambos en horas bajas, se ha visto a un Real Madrid apático. Carente de identidad y dependiente del único futbolista que no entiende de estados de forma: Isco Alarcón. Las visitas a Girona y Wembley son un ejemplo de ello. 

La nave que condujo a los blancos a ganarlo prácticamente todo el curso pasado, estaba subordinada a un esquema táctico invisible, donde sus jugadores, sin posición fija en el campo, creaban dinamismo y no perdían la pelota en ningún momento. Esa falta de frescura, unida a la poca profundidad en campo contrario que está encontrando el combinado de "Zizou", provoca que la aparición en escena de Mateo Kovacic sea recibida como agua de mayo. El balcánico es justo lo que se demanda. Verticalidad, conducción, movilidad, agilidad, rapidez. Ya en la pretemporada y en la Supercopa de España fue el mejor. Y que a nadie le quepa la menor duda de que volverá a ser importante. Sin duda.

Asensio-Isco y el bendito problema

Bendito porque realmente lo es. Asensio está "enamorado", futbolísticamente hablando, de Isco Alarcón. Lo busca. Lo orienta con la mirada. Lo quiere ver cerca. Y va a por él. Cuando las dos grandes sensaciones del balompié español coinciden en el campo, se estorban. Pero no por un problema de calidad o de incapacidad para jugar, sino por la ocupación de los espacios. 2017 ha estado caracterizado por el Real Madrid de los centrocampistas. Muchos futbolistas por detrás del balón, y Benzema y Cristiano arriba para enchufarlas todas. Ahora, tanto el francés como el portugués no están ejerciendo del todo bien su labor, y el Madrid está necesitado de un mayor movimiento en la delantera. Alguien que sea capaz de ofrecer más que un pase corto. Y ese es Asensio.

Con un Bale que ni está ni se le espera, el mallorquín es el integrante más determinante al espacio de la actual plantilla, y debe de entender qué es lo que necesita su equipo en todo momento. Porque bajar a recibir está bien, pero si luego no tienes a nadie a quien enviarle el esférico, de poco sirve. De eso ya que se encarguen los Isco, Modric, Kroos y cía. Zidane tiene que hablar con él. Si consigue entenderlo, ganarán todos.

Carvajal, Marcelo, los centros y Cristiano Ronaldo

Se acusa al Real Madrid de que abusa en demasía de los centros laterales. Y no les falta razón. Los problemas que están sufriendo los merengues por dentro, obligan a Carvajal y a Marcelo a acarrear muchísimo protagonismo por fuera. Con tanto juego exterior, es normal que se sucedan los balones al área. Y como cualquier relación de causa-efecto, si se colocan tantas pelotas en la zona de peligro, lo más normal es terminar introduciendo alguna que otra. Y eso es lo que no está sucediendo.

Hasta el partido del pasado cinco de noviembre ante la Unión Deportiva Las Palmas, el combinado de Chamartín no había marcado ni un solo tanto desde el saque de esquina. Casemiro se ha puesto el mono de trabajo y ha anotado dos desde esa fecha, pero el problema en el juego aéreo sigue siendo llamativo cuanto menos. En la 2016/17, los merengues se elevaron por los cielos para lograr 40 dianas de cabeza. Este año solo llevan cuatro. Ni los laterales están a buen nivel, ni sobre todo Cristiano Ronaldo y Sergio Ramos, los grandes baluartes por arriba de los de Zidane. Cuando el cuero decida comenzar a entrar, otro gallo cantará.

El Barça no da miedo

Está claro que el reciente campeón de la Liga Santander no debe mirar a los demás y ganar en el 90% de las jornadas que restan para tener alguna posibilidad. Pero no se puede obviar que el Barcelona no es el mismo de siempre. La salida de Neymar y la llegada de Valverde han significado un cambio enorme en la ciudad Condal. Especialmente en el planteamiento ofensivo. Con Luis Enrique, la alegría, la libertad y el miedo que desprendían la MSN predominaban. Con el "Txingurri", son otros los principios que rigen en el Camp Nou.

Dominio, control, juego horizontal. A este Barça le gusta tener los mandos del partido en todo momento, pero si no aparece Messi, no avanza. Es el argentino el que tiene que multiplicarse en la zona de tres cuartos para crear algo. Porque Suárez no está, Neymar se ha ido a París y a Iniesta le pesan cada vez más los 34 años. Existe una falta variables para atacar las defensas contrarias, que preocupa. Y por ello se le van a atragantar muchos duelos de aquí a final de campaña. Se dejará muchos más puntos antes de que llegue mayo.

El Madrid no debe preocuparse en relación a este tema. Si consigue solventar esos problemas con los que cuenta en su juego, volverá a ser una máquina de ganar. Y remontará. Como ha hecho siempre. Como marca su historia.