El Real Betis tiene un final de calendario bastante desahogado, teniendo en cuenta lo difícil que fue su comienzo liguero en cuanto a rivales. Sin embargo, es ahora cuando más está sufriendo para sacar los puntos en Liga, y las miradas se han tornado directamente hacia el hombre del banquillo, hacia Quique Setién. ¿Es un problema puntual que está afrontando el sistema de juego del cántabro, o es momento de tomar otro tipo de decisiones?

Quique Setién merece un voto de confianza (Manuel Pablo Verdugo - @manuelpverdugo)

Todo el que haya estado en cualquier tipo de curso que discurre desde septiembre hasta junio sabe que es una larga carrera de fondo llena de altos y bajos. Uno siempre empieza con todas las ganas del mundo por hacerlo bien y demostrar su capacidad de sacar adelante las cosas. Sin embargo, siempre llega un cierto momento donde hay relajación, donde uno tiene consciencia de que podría hacer las cosas mejor de lo que le están saliendo. Siempre llega el momento en el que estás más atento a cosas secundarias en vez de estar atento a lo realmente importante. Pero, al fin y al cabo, está en la forma de ser de cada uno el salir de los malos momentos, el recuperarse y retomar las ganas iniciales.

En esencia, esto es lo que le ha pasado al Betis de Quique Setién. Las ganas de hacerlo bien a principios de curso invadían al equipo y la afición, compaginando una perfecta sintonía olvidada desde hace mucho tiempo. Sin embargo, no sólo acompañaban los resultados, puesto que la idea de juego del técnico cántabro era digna de equipo en puestos de competición europea. La prueba más fuerte de ello se encuentra en el partido ante el Madrid, donde una concentración máxima del equipo lideró a conseguir el premio final en una jugada de toque y combinación que obligadamente debía acabar en gol verdiblanco.

Por ese tipo de acciones, y por los partidos de inicio de temporada en los que el Betis demostró ser un bloque sólido e imponente, es por lo que Quique Setién merece que la grada bética guarde un mínimo de paciencia, que sepa esperar y vea que, con la cabeza en su sitio y con todos los jugadores mentalizados y convencidos de la validez del sistema, las cosas saldrán como deben. A día de hoy, realizando el mismo recorrido en la segunda vuelta, el Real Betis estaría con 36 puntos a diez jornadas de la finalización del campeonato liguero, una realidad que en absoluto se contemplaba el año pasado a estas alturas de la competición.

Cierto es que debe haber un replanteamiento del sistema, pues a veces, con 4-4-2 del rival y presión alta, no es fácil sacar el balón jugado desde la portería, pero el rival, dejando la defensa abandonada, se expone a un vertiginoso ataque con altísima efectividad de cara a portería. Las armas las tiene, los jugadores en condiciones de hacerlo también. Sólo falta por parte de Setién y su equipo transmitir este mensaje de confianza y trabajo duro que se impuso en los primeros partidos de Liga.

Pero, ante todo, debe haber confianza de la grada. No es fácil motivarse y estar concentrado para hacerlo bien si los tuyos están fustigándote por errores que ya sabes que has cometido. En un momento puntual está justificado hacerlo, como toque de atención, pero no debe ser continuado.

El villano Quique Setién (Alberto Pintado - @AlbertopLozano )

Es común escuchar en centros comerciales, tiendas o restaurantes la frase “el cliente siempre tiene la razón”, algo que, sin lugar a duda, debe aplicarse al fútbol en su totalidad. En este caso, y concretando al máximo, la afición del Real Betis está en su total derecho de juzgar como crea conveniente. Sin embargo, como es lógico, su opinión no va más allá, ya que es algo subjetivo que los dirigentes pueden —o no— tener en cuenta la hora de tomar decisiones.

Aun así, existe una figura dentro del club verdiblanco que ha demostrado, a medida que han ido sucediéndose las jornadas de Liga, que necesita un claro toque de atención por parte de los directivos. Quique Setién supo enganchar a los espectadores béticos a su equipo, el cual practicaba un estilo de juego atractivo que comenzó a calar en los aficionados desde el principio. La afición disfrutaba con su equipo, y más aún cuando lograba golear al rival, como en el caso del Levante. Sin embargo, poco a poco fue diluyéndose la actitud de unos jugadores que, hasta entonces, habían demostrado garra y compromiso para hacer grandes cosas con el Betis. Día tras día mostraban su cara lo más sonriente posible, pero cuando llegaba el día de partido, no corrían lo suficiente en el campo, ni se desmarcaban cuando lo necesitaba el equipo, ni defendían, ni mucho menos, mostraban intensidad.

El equipo se le fue a Quique Setién, hace ya un mes, de las manos. Entrenaba a diario con ellos situaciones tácticas e intentaba plasmar en sus cabezas la filosofía que él defiende hasta la muerte, pero no atina con un aspecto fundamental en el deporte: la psicología. Una mala racha es normal en el fútbol, pero no lo es la pasividad del máximo responsable de ella al no intentar cortarla. Quique Setién debería haber corregido la actitud negativa de los jugadores desde el primer momento, instándoles a que hicieran las cosas como comenzaron a principios de temporada, pero en vez de eso, se dedica a continuar con sus labores técnicas, sin prever un plan alternativo que pueda utilizar cuando se le atasque un partido; a rotar partido tras partido, sentando a los jugadores más indispensables en el banquillo cuando más se les necesita en el verde; o a no reprimir a los que no actuaban con el talante requerido.

Está claro que es una mala racha, que Europa está a tan solo tres puntos y que el equipo aparenta ser algo diferente a los pasados años, pero eso no exonera a Setién de sus responsabilidades en todos los aspectos a los que debe atender, por lo que se ha convertido en el villano del drama bético. En sus manos está abandonar el lado oscuro y poder erigirse como héroe de Heliópolis.

 

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