El CD Lugo no arrancaba en Sevilla. La charla del descanso ‘enchufó’ a los jugadores, hubo un cambio de ‘chip’. El problema no fue la actitud, si de algo se enorgullece Francisco Rodríguez es de la entrega y compromiso de los suyos. El problema era otro, era interpretativo. Como bien apuntó el técnico almeriense, sus jugadores no supieron “jugar el partido” en los primeros 45 minutos. El cuadro rojiblanco dio con la tecla en el segundo acto y dejó al Sevilla al borde del K.O.

La inexperiencia del filial se reflejó en acciones que beneficiaron al juego de Fede Vico, que hizo alarde de su habitual gusto por el desequilibrio. El extremo aportó frescura cuando el Lugo más lo necesitaba. Completó los 90 minutos de un partido de constante ida y vuelta, igualado, exigente. Quizá le faltó un mayor protagonismo en el área sevillista, pero tampoco es su labor, no se le puede pedir todo. La labor defensiva de sus compañeros le permitió soltarse. La muralla que forman Azeed y Seoane en la medular es muy difícil de tumbar y, como sabemos, en esto del fútbol no hay nada más importante que jugar con confianza, con las espladas bien cubiertas. 

Aquel joven ambicioso de dieciséis años que debutó en segunda división de la mano de Lucas Alcaraz es una de las alas que da vuelo al Lugo. Su importancia y la de Iriome en las bandas es reconocida por toda la afición rojiblanca, son los dueños de la posición. Trece titularidades en trece convocatorias, dos goles y un par de asistencias, 20 tiros. Fede es una fuente constante de peligro, no sólo por lo que genera con balón, sino por todas las marcas que arrastra, por los espacios que abre. Su buena forma física es una excelente noticia para el Lugo, ya que este jugador, si tiene cuerda, es un auténtico puñal.