Días antes de que se disputara en Abu Dabi la final del Mundialito de Clubes se conoció la noticia de que cualquier expulsión que sufriera algún jugador, repercutiría en el siguiente partido oficial. Casualmente, para el Real Madrid, el próximo partido se trataba de nada menos que el Clásico. Si desde antes de conocer este hecho ya se tenia puesta un poco la mirada en el partido del sábado 23, después de saberlo la mente de todos se fue directa a parar al partido que puede decidir una Liga.

Afortunadamente para los intereses madridistas, el partido finalizó con dos buenas noticias. Primero, la consecución de el quinto título en este año natural, y segundo, que ningún jugador vio una tarjeta roja que le impidiera estar disponible para el técnico francés en el vital partido ante el Barcelona. El partido fue absolutamente limpio y no estuvo cerca siquiera de que un jugador blanco recibiera una expulsión. Tan solo hubo una tarjeta amarilla y esta fue para Casemiro.

Nadie entendía que una expulsión en un partido correspondiente a una competición internacional pudiera afectar a una la liga doméstica. Incluso Zidane se refirió a este acontecimiento en la rueda de prensa previa a la final como “una locura”. Así que, esto pasó a ser una de las mayores preocupaciones en el seno del club blanco. El vestuario del conjunto madridista sabía que el partido ante el Gremio iba a ser complicado al tratarse de un equipo sudamericano y la dureza que eso conlleva. El temor de caer en el juego del rival y que los brasileños llevaran el partido hacia el lado de la intensidad y la presión estaba ahí, pero los jugadores blancos supieron controlarse e imponer su calidad. Así que ya nada preocupa a Zidane que no tendrá ningún sancionado de cara al Clásico y que, además de ello, podrá contar con jugadores ya recuperados de sus lesiones. Será de las primeras veces en lo que va de temporada que el equipo blanco podrá poner en liza a todos los jugadores de la plantilla.