Pablo Pérez regresó al Sporting este verano como una de las grandes promesas de la temporada. Pero se quedó precisamente en eso: una promesa incumplida. Quizás no por su bajo rendimiento, si no porque las escasas oportunidades que se le han brindado durante estos últimos meses en el club asturiano hacen imposible una progresión del canterano.

Por otra parte, ha sido, probablemente, el jugador que más ha aprovechado su cesión de un año fuera de las filas rojiblancas. Su paso por el Alcorcón le ayudó ha cuajar la que quizás haya sido su mejor temporada como futbolista. Es más, la 2016/2017 fue la temporada de su confirmación: 33 partidos disputados de extremo y anotando dos goles. Precisamente uno de ellos fue el que hizo que su por aquel entonces equipo consiguiese el poder para depender de si mismo y conseguir, finalmente, la permanencia en la categoría de plata del fútbol español. Y así lo hicieron para la alegría de los muchos sportinguistas que, desde sus casas, seguían sus partidos con la ilusión de ver crecer a un jugador muy querido en Gijón.

Probablemente este haya sido su año, pero en Madrid, recordemos. Consiguió, por fin, sentirse importante, y no ser el jugador reserva. Un rol que parecía haber podido adoptar ya en la época de Abelardo, pero que nunca llegó a cuajarse del todo. Pudo, en muchas ocasiones, echarse el equipo a la espalda y llevarlo hacia el buen camino, algo que le hizo crecer y madurar en las filas del Alcorcón.

Muchos piensan que su éxito por tierras madrileñas se debe única y exclusivamente a la confianza que allí se le brindó. Y es que las oportunidades no le faltaron, y muy pocas de ellas desaprovechó el joven futbolista. Su esfuerzo y sus ganas, siempre con su vuelta al Sporting en el horizonte, hicieron que fuese uno de los jugadores más aclamados de la pasada campaña en el Alcorcón.

Sin embargo, y tal y como parece ser, por desgracia, habitual en el club asturiano, su rol parece no encajar del todo con la titularidad. Y es que, con lo avanzado que ya está el año, ha conseguido pisar el césped en muy pocas ocasiones. La mayoría de ellas desde el banquillo y con el partido más que sentenciado (negativamente, por supuesto). De esta manera, parece imposible pensar que vaya poder triunfar como lo hizo el año pasado. Lo peor de la situación no es eso, si no que se ha frenado una proyección que había conseguido durante todo el año pasado con trabajo y constancia.

Con la escasa continuidad que está teniendo a día de hoy, muchos piensan que otra cesión sería lo más correcto como solución a la situación que está viviendo el joven. Y es que, aunque logra entrar en las convocatorias y jugar unos minutos, su rendimiento no está siendo el esperado, aunque la culpa no sea del todo suya, ni de su estado de forma.

Dicen que la confianza es algo que se gana, pero también es cierto que sin oportunidades es muy complicado. Precisamente por eso puede decirse que Pablo Pérez ha vivido lo mejor, pero también lo peor del fútbol en un mismo año. Pudo saborear la miel de sentirse importante en un club, y tener el objetivo de crecer como futbolista para volver al club de sus amores; precisamente en el que parece que se está frenando su carrera deportiva. O al menos este año.

Volver a ver al Pablo Pérez luchador de hace apenas unos meses tiene que convertirse en el objetivo de Baraja para este 2018 venidero, pues su recuperación puede ser clave para conseguir los objetivos del Real Sporting de Gijón.