Les guste o no a sus fieles seguidores, 2017 pasará a la centenaria historia del Sporting de Gijón como uno de sus 'annus horribilis'. Un año para olvidar. Un año en el que todo lo que podía salir mal, salió mal. El año que confirmó el descenso a Segunda División tras dos temporadas en la élite y que, además, ha dejado a los asturianos con un amargo sabor de boca navideño por la pésima primera vuelta que está cuajando el equipo. Tanto es así que Paco Herrera ni siquiera ha llegado a "comer el turrón". Mucho van a tener que mejorar los pupilos de Rubén Baraja en los próximos meses si el objetivo continúa siendo regresar a Primera por la vía rápida...
Lo que mal empieza...
Una temporada "de chiste". Así de fácil se podría resumir la campaña del Sporting previa a su regreso a Segunda División. El gran inicio liguero logró ilusionar a la Mareona, pero, desgraciadamente, pronto se dio de bruces con la triste realidad. Y es que el equipo no funcionó primero bajo la tutela del Pitu Abelardo y tampoco lo hizo después con la llegada de Rubi.
El cuadro asturiano lo tenía todo de su mano para consolidarse en Primera: una plantilla joven y con hambre, un entrenador "de la casa" como el Pitu Abelardo y una espectacular masa social empujando por detrás. Apenas un año después, todo se ha desmoronado. Viene siendo costumbre en el último cuarto de siglo…
El primero en abandonar el barco, muy a su pesar, fue Abelardo. El héroe del ascenso de los guajes, que hoy triunfa de la mano del Deportivo Alavés, dejaba su puesto a Rubi, que actualmente lidera la tabla en Segunda con la Sociedad Deportiva Huesca, para intentar reconducir el rumbo del galeón rojiblanco. No obstante, ya era demasiado tarde. Una mejoría insuficiente, propiciada fundamentalmente por la incorporación de Mikel Vesga en la medular, fue lo único que los aficionados pudieron llevarse a la boca en los primeros compases de 2017. El descenso era ya entonces un secreto a voces.
El bajo nivel de los equipos en descenso alargó la agonía del Sporting
La agonía se alargó demasiado. Concretamente, hasta el mes de mayo. Aunque el Sporting se mostraba incapaz de sumar de tres en tres, sus rivales directos por la permanencia tampoco lo hacían. Todo un despropósito. ¿Había esperanza? Rotundamente no. Nunca la hubo. Si no eres capaz de sumar los puntos necesarios para permanecer en Primera en uno de los cursos donde la salvación ha estado más "barata", es que te has ganado a pulso el descenso de categoría. Nada más que añadir, señoría.
…mal acaba
Después de una temporada bochornosa, en la que el Sporting de Gijón descendió a Segunda División por méritos propios, los asturianos aspiran a regresar a la élite de buenas a primeras, como ya hiciera el Getafe la pasada campaña. Para lograr el objetivo, Miguel Torrecilla, sustituto de Nico Rodríguez en la dirección deportiva, ideó un nuevo proyecto, con un técnico experimentado como Paco Herrera a los mandos y una plantilla completamente renovada. ¿Quién se podría haber imaginado en verano que, solo unos meses más tarde, se estaría hablando de fracaso rotundo?
De nuevo, un brillante arranque liguero lograba ilusionar a la parroquia sportinguista. Solo era un espejismo marcado por la "pegada" de los hombres de ataque. La realidad es que el juego y, sobre todo, los constantes cambios en las alineaciones de Herrera nunca llegaron a convencer del todo a El Molinón.
De esta forma, el paso de las jornadas ha devuelto al Sporting a la cruda realidad que encarna la Segunda División. Una realidad triste, cruel y apática. Nada de “camino de rosas”. Más bien todo lo contrario. Tanto es así que, después de enlazar mes y medio sin conocer la victoria, Paco Herrera fue destituido. Su sustituto, un entrenador prácticamente novel como el Pipo Baraja. Resulta llamativo que en el mercado estival se apueste por la experiencia en los banquillos y en diciembre se decida cambiar completamente el rumbo. Unos bandazos que resultan verdaderamente difíciles de explicar. Simple y llanamente a la deriva.
¿Era Herrera el verdadero culpable del mal juego y, por consiguiente, de los malos resultados o era más bien algo achacable a los jugadores? Solo el tiempo dará y quitará razones. Fuera como fuese, la pelota está en el tejado de Baraja. Toca demostrar porque se merece el puesto y hacer jugar a una plantilla que, a priori, parece capacitada para hacer las cosas mucho mejor de lo que las está haciendo hasta ahora. Confiar en un 2018 exitoso resulta complicado a estas alturas, sin embargo el fútbol, como la vida, puede dar muchas vueltas.