Veterano y mapuche, sin nada nuevo por vivir, llegaba cedido, hace un mes, al feudo armero. Sus 32 años están a la vuelta de la esquina de este mes, y aún así volvió a debutar con un equipo en la Primera División española. Volvió a debutar como un juvenil canterano, como una promesa del fútbol sudamericano. Como si se tratase de un recién llegado a la Península, y cumplió el sueño de cualquier canterano o nuevo fichaje. Un sueño que para él será una anécdota más, pues no significa mucho debutar de una manera tan espectacular habiendo recorrido tantos metros en tantos campos de fútbol. Aún así, como si del equipo de su vida se tratase, joven y veterano a la vez, Orellana saltó al Estadio de Gran Canaria para guiar a sus compañeros hacia la victoria.

Su estancia en la pequeña localidad guipuzkoana será corta, intrascendente incluso para su carrera, deportivamente hablando al menos. Una cesión para un jugador con una trayectoria tan desenvuelta no significa demasiado para el mismo, pero sí en cambio para el equipo al que se incorpora. Es típico que el entrenador repita el mismo chascarrillo cada vez que un jugador se incorpora: “Vendrá para aportar al equipo”. Algo que se dice de todas las incorporaciones, de todos los clubes, del mundillo del fútbol. No obstante, esta frase alcanzaría su plenitud en el caso del chileno. Volviendo a lo anterior, Orellana cumplió un debut soñado por cualquier jugador.

El as

Jose Luís Mendilibar observaba como una UD Las Palmas necesitada de puntos no concedía espacios ni huecos en el sólido bloque defensivo. El equipo intentaba una y otra vez la ofensiva, pero los canarios seguían replegados. El de Zaldívar guardaba un viejo, pero cuidado as bajo la manga. Una carta que ya había valido para muchos en distintas ocasiones, tiempo atrás, en La Liga. Ahora estaba en su poder. El comodín que podría resolverle el partido. Entró en juego. Sus órdenes obligaron a Fabián a despojarse del chándal para salir a calentar por la banda del Estadio Insular. El chileno podía contemplar el encuentro, y la papeleta que se le presentaba delante. Tarea difícil, pero a la que ya estaba acostumbrado.

Finalmente, la oportunidad se plantó ante el internacional chileno. Un joven y desolado Iván Alejo le cedía su posición en el campo, después de no haber encontrado la resolución del rompecabezas canario. Ahora entraba en juego la inteligencia sudamericana, que vio desde el primer momento el fallo. El fallo que estaba cometiendo la UD Las Palmas en el crimen perfecto, donde los colistas estaban acabando con el equipo en el mejor estado de forma de La Liga en aquel preciso momento. Balón parado. Estrategia. He ahí el error de los locales.

Una falta, cerca del medio del campo, no parecía peligrosa a los ojos de Chichizola, que más tarde vería como no se puede uno fiar de las apariencias. El balón, colgado pasado al segundo palo, lo recogería in extremis Anaitz Arbilla, que, de primeras, pondría en bandeja un pase a la pillería de Fabián Orellana. El chileno, discreto, se introdujo como un puñal en el área pequeña y detuvo el intento de homicidio a la SD Eibar en su comienzo del año. Con el número dos a la espalda, debutó, y de qué manera, Fabián Orellana.