El Real Oviedo prolonga su buena racha, una jornada más, y la aumenta hasta siete partidos sin perder. A pesar de que el conjunto carbayón sólo ha conseguido sacar dos puntos de los últimos seis, sería injusto no dejar constancia de que precisamente esos seis puntos se han disputado lejos del Carlos Tartiere, recordemos, asignatura pendiente de los azules desde que consiguiesen el ascenso a Segunda División hace tres temporadas. Lejos quedan ya las dudas que generaba el equipo de Hierro fuera de casa. Con Anquela, las sensaciones son bien distintas y así lo demostraron sus pupilos esta noche en el Estadio de Vallecas en un auténtico partidazo. Un choque eléctrico entre dos equipos de la zona alta de la tabla y que apuntan muy muy alto en la Liga 1|2|3.

Tras una primera fase de partido muy dinámica, en la que ambos equipos pretendían imponer su estilo de juego, ese que caracteriza a los dos conjuntos por igual, dio el primer zarpazo el ariete franjirrojo, Domínguez, quien remató un balón a la red bastante franco, salido de las botas de su compañero Adrián Embarba. Lo cierto es que algo más sí que pudo hacer la zaga del Real Oviedo, que no estuvo contundente en el despeje realizado en primera instancia, cosa que permitió al extremo poner un buen centro para que el punta rayista remachara el balón a la portería de Alfonso Herrero. Uno a cero.

Este Oviedo no se amilana

Puede que otro Oviedo sí, pero no este. Este equipo recibe un gol y se va arriba a subsanar el error. Así es la filosofía de Anquela, un entrenador que no sólo tiene la virtud de tener el carácter que tiene, sino de saber cómo y cuándo inculcárselo a sus jugadores. El gol del empate se iba a encargar Christian Fernández de subirlo al electrónico, tras una jugada que deja orgulloso y saca a relucir el trabajo realizado durante toda la semana: a balón parado, aunque con algo de fortuna. Ponía un auténtico caramelo el carrilero izquierdo azul, Mossa, para que Carlos Hernández le ganase la espalda a su marca y rematase al larguero un balón que propulsó con el pie tras tirarse en segada. El rechace, lo cabeceó un siempre audaz Miguel Linares para dejarle en bandeja el tanto al cántabro, que sólo tuvo que empujar el esférico a gol con su muslo.

Aerolíneas sin motor

Con el empate a un gol se fueron los dos conjuntos al túnel de vestuarios, pero esa paridad no sólo se podía ver en el electrónico, sino también en el ya desmejorado césped del Estadio de Vallecas. Tras la reanudación, los hombres de Juan Antonio Anquela tomaron las riendas del partido quizás de manera algo más notoria que los de Míchel y ello terminó por plasmarse de nuevo con un gol que le hará sacar pecho al entrenador jiennense. Sí, de nuevo de córner. Y sí, de nuevo Carlos Hernández.

El andaluz le dio la vuelta al partido tras colocar a la perfección un remate de cabeza que no rebosaba potencia, pero sí precisión. Imposible para Alberto. A partir de ahí el Oviedo gozó de unos diez o quince minutos muy buenos y que finalizaron con la salida del portentoso delantero centro del Rayo, Manucho.

Con la salida del ariete angoleño el Rayo dejó de lado el toque y el manejo de balón que le trajo hasta donde está y demostró que, a pesar de ser el equipo más bajo de la categoría, también sabe colgar balones altos. Eso echó para atrás a un Real Oviedo que empezaba a dar por bueno el 1-2 campante en el marcador hasta ese momento.

Donde unos ponen el pie...

Christian puso la cara, y la mano… Fue tras una falta botada por Embarba, en la que, todo sea dicho, Carlos Hernández debió ver la cartulina roja directa, cuando el defensa central cántabro y goleador en la noche de hoy trató de cortar un balón que le acabó impactando en la mano y posteriormente en la cara, o así interpretó el colegiado gallego Pérez Pallas una jugada, cuanto menos dudosa. El argentino Óscar Trejo se encargó de materializar el penal y subir el empate de nuevo al marcador de Vallecas, a falta de ocho minutos más descuento.

La prueba de que 2 + 2 no siempre son cuatro. La acción que finalizó con Pérez Pallas señalando el punto fatídico. | Imagen: LaLiga.
La prueba de que 2 + 2 no siempre son cuatro. La acción que finalizó con Pérez Pallas señalando el punto fatídico. | Imagen: LaLiga.

Anquela movió el banquillo, como acostumbra ya a hacer, a falta de pocos minutos para el final y buscó tanto pólvora como defensa de lo hasta entonces conseguido, que pudo haberse convertido en un botín, cuanto menos, delicioso, si el disparo de Rocha, a bote pronto, a la salida de un saque de esquina, no se hubiese estrellado en la madera de la portería de Bukaneros. Pero no, no quiso entrar.

Tras cuatro minutos de descuento, el partido finalizó con empate, unas tablas que podemos considerar como justas teniendo en cuenta que ocurrió de todo: goles locales, visitantes, expulsiones, polémica, postes… y, sobre todo, muy buen fútbol. Un auténtico placer para el espectador, desde luego.