Si todo el mundo era consciente de la importancia de salir enchufados en el inicio del partido para marcar el territorio y querer dominar la eliminatoria, pareció que los titulares que saltaron al terreno de juego no captaron la idea.

Marcelino García Toral había insistido mucho desde la resolución del sorteo que el Deportivo Alavés no iba a ser un rival fácil de superar y que se debía mantener la concentración para mostrar el máximo nivel. Sin embargo, como el propio técnico reconoció en rueda de prensa, no supo transmitir a sus jugadores la importancia del partido y el peligro de un rival muy bien organizado. 

En nada más ni nada menos que los cinco primeros minutos del encuentro, los discípulos del "Pitu" Abelardo pudieron ponerse hasta dos veces por delante en el marcador.

La poca intensidad local y las constantes pérdidas de balón provocaron los primeros sustos en los valencianistas: primero Martín Montoya, con un inexplicable pase a Jaume Domenech demasiado blando que apunto está de aprovechar Rubén Sobrino (que falla al cruzar demasiado el disparo del mismo modo inexplicable) y luego el paraguayo, Hernán Pérez que le pegó magistralmente al poste  derecho.

Los primeros infartos en Mestalla ya habían pasado y empezaba un partido nuevo que podría haberse puesto muy cuesta arriba. Además, los visitantes hicieron gala de la mejoría que han adquirido con el técnico asturiano y continuaron demostrando estar más metidos en el partido que los che.

Los de Marcelino consiguieron estirarse un poco para tener un par de buenas ocasiones mediante disparos lejanos de Kondogbia, Parejo y Guedes, pero el equipo blanquiazul siempre tuvo la lección aprendida y cortocircuitaba la salida de balón local para salir disparados a la contra (el Valencia CF recibía de su medicina mientras no igualaba la intensidad del equipo vasco).

El paso por vestuarios despertó al murciélago que llevan los jugadores en el pecho y su apreció una clara mejoría en el conjunto che. A pesar de la intensidad de los visitantes, los blanquinegres lograron igualar las fuerzas de la contienda. Sin embargo, sería los babazorros quienes se adelantarían en el luminoso gracias a un misil de Rubén Sobrino en el minuto 66.

Tocaba remar a contracorriente y eso lo entendió el equipo local, que no bajó los brazos en ningún momento. Fruto de esa férrea voluntad llegó el gol del empate blanquinegre de las botas de Gonçalo Guedes. Como pasara en Riazor, el portero rival (en este caso el ex-che Antonio Sivera) no tuvo su mejor actuación, pero es que el portugués tiene un golpeo de balón realmente endiablado y lo que en un principio era un centro se transformó en un tiro a puerta que pilló un poco a contrapie al cancerbero.

El tanto de la igualada, como reconoció el propio Abelardo, descolocó a su equipo e, incluso, acusaron el esfuerzo físico realizado hasta entonces.

Afortunadamente para el Valencia, Rodrigo Moreno hizo gala de su increíble cambio respecto a temporadas pasadas y se reafirmó como el factor diferencial una vez, no solo por el gol -el cual es de muy bella factura y gran dificultad- sino por lo que aporta al equipo con sus desmarques al espacio y descolocando a la defensa vasca. El hispano-brasileño reactivó a su equipo como hiciera contra los canarios en la pasada ronda.

El partido ya no vería más variaciones en el tanteo y ambos equipos se citarán en el Estadio de Mendizorroza. La vuelta de cuartos de final será una auténtica batalla a cara de perro y los valencianistas deberán mostrar la concentración máxima desde el primer segundo para bajar al barro y poder pasar la eliminatoria ante un grandísimo equipo como este Deportivo Alavés de Abelardo.

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