Hablaba Marcelino de la importancia que iban a tener los encuentros en Mestalla de aquí a final de temporada. También comentaba de la propia dificultad que estos tendrían. Y así fue. El Valencia ganó un partido muy importante a la par que complicado, y esta vez sí que lo hizo con el ADN valencianista que, precisamente coincide con el ADN Marcelino. 

En el futbol moderno, son pocos los equipos que se encuentran cómodos sin el balón, pero el Valencia de Marcelino es todo lo opuesto. Durante los primeros 45 minutos el Valencia obtuvo el 30% de la posesión, y sin embargo, dio la sensación de control que floreció con el gol de Mina. Frente a una Real que no supo aprovechar el dominio de balón que tuvo -todo fueron posesiones planas sin peligro-, el Valencia se encontró muy cómodo y generó varios contraataques que le podrían haber servido para irse con una renta mayor al descanso. 

En la segunda parte el Valencia se dejó llevar un poco. De hecho, el gol del conjunto guipuzcuano le sirvió como llamada de atención para demostrar lo que los propios jugadores ya saben: este equipo al 90% no llega a la pelea por la Champions. Estos jugadores necesitan de la máxima versión de si mismos si quieren rendir en un Valencia de Champions. Por suerte, la reacción llegó a tiempo y Santi Mina, de nuevo, aprovechó el error de Toño para anotar el definitivo dos a uno.

Y en el análisis de este encuentro no se puede escapar la figura de Santi Mina. Un jugador que siempre se ha dejado todo sobre el terreno de juego, pero que, hasta ahora, nunca le habían salido las cosas como él deseaba. Pero esta temporada, y pese a sus limitaciones, ya lleva 14 goles. Es innegable que el gallego está de dulce en lo que de cara a gol se refiere. Y, citando al periodista Paco Polit, "mientras la relación de Mina con el balón sea de sólo un toque, todo irá bien". No hace falta decir mucho más.