El partido comenzaba con un impresionante minuto de silencio por el fallecimiento del Brujo. La estrecha relación entre Abelardo y Enrique Castro 'Quini'​, enmudeció totalmente el estadio, para unirse al dolor del entrenador alavesista. Ni siquiera la habitual música de ambiente que suelen colocar en la megafonía de Mendi se atrevió a sonar, en señal de respeto.

El precio de un penalti

Todo entrenador sueña con tener pronto un gol a favor en cualquier partido. Como se suele decir, aunque sea de penalti injusto. El que David Fernández Borbalán pitó ayer en Mendizorroza, en el minuto 31, a favor del Deportivo Alavés parecía dar la razón a ese dicho. Nada más lejos de la realidad.

Equipo albiazul, que derrotó ayer al Levante. Fuente: deportivoalaves.com
Equipo albiazul, que derrotó ayer al Levante. Fuente: deportivoalaves.com

La entrada de Chema a Pedraza, cuando el jugador albiazul se disponía a disparar a escasa distancia del portero Oier, le supuso la tarjeta roja y el correspondiente penalti. Quizás la tarjeta roja pareció excesiva a los aficionados alavesistas. La nueva normativa eliminó aquello de la triple sanción (penalti, roja y expulsión). En la jugada de ayer, ni hubo juego violento ni paró el balón con la mano para cambiar la trayectoria. El caso es que Chema tuvo que ir a los vestuarios y Manu García agarró el balón para ejecutar la pena máxima. Era el minuto 28.

El lanzamiento se retrasó más de lo normal. Los típicos forcejeos entre jugadores para incomodar al ejecutor de la pena máxima, se saldaron con dos tarjetas amarillas a Munir y a López. Los movimientos habituales del cancerbero visitante, acercándose al balón, se unieron al exceso de celo por parte del árbitro, empeñado en que Manu colocase el esférico en el centro del punto blanco. El caso es que, tres minutos más tarde de la falta que provocó el penalti, Manu fallaba por segunda vez consecutiva un lanzamiento desde los once metros y el marcador no se movía.

Martín, uno de los habituales en las alineaciones de Abelardo. Fuente: deportivoalaves.com
Martín, uno de los habituales en las alineaciones de Abelardo. Fuente: La Liga

La desesperación se hizo patente entre los aficionados, que no entendían cómo, habiendo en el césped magníficos lanzadores, era precisamente Manu el encargado de hacerlo. El enfado en la grada aumentó cuando el colegiado, dos minutos más tarde, sacaba una tarjeta a Pedraza en una jugada similar a otras realizadas por jugadores contrarios y que terminaron sin castigo. Empezaba a aparecer la sombra de la compensación.

A partir de ahí, hasta el descanso, se vio muy poco fútbol. El Alavés lo intentaba por todos los medios, pero el fuerte viento hacía imposibles muchas de las jugadas. Incomprensiblemente, justo en el minuto 45, el árbitro mandaba a la caseta a los jugadores, sin un minuto de descuento, a pesar de los tres perdidos sólo en el lanzamiento del penalti.

Ibai Gómez, autor del lanzamiento de la falta que remataba Laguardia para poner el 1-0. Fuente: deportivoalaves.com
Ibai Gómez, autor del lanzamiento de la falta que remataba Laguardia para poner el 1-0. Fuente: La Liga

La segunda parte fue de dominio alavesista. La única jugada que inquietó la meta local fue en el minuto 73, cuando Ivi se inventó un potente disparo que, ayudado por el viento, salió repelido por el poste.

El acoso alavesista era evidente. Los jugadores del Levante no sabían cómo frenar al Alavés y recurrieron a esas estrategias que suelen enfurecer a la grada. Hasta en cinco ocasiones, alguno de sus jugadores se fue al suelo con aparentes molestias. Un par de tarjetas amarillas evidentes sirvieron para castigar los agarrones visitantes para evitar la llegada al área de los jugadores albiazules. 

Munir, jugador alavesista expulsado incomprensiblemente en el minuto 77. Fuente: La Liga
Munir, jugador alavesista expulsado incomprensiblemente en el minuto 77. Fuente: La Liga

Todos los remates de los pupilos del Pitu se estrellaban en un magnífico Oier. El colmo llegaba en el minuto 77. Munir cayó al suelo, tras un agarrón del defensor y el colegiado le mandó a la caseta, tras enseñarle la segunda amarilla. Los aficionados no podían creer que se expulse a un jugador por esa jugada. Pero los dos equipos ya estaban equilibrados en número. 

Pero faltaba la guinda del partido. En medio de tantas decisiones incomprensibles, tanto del árbitro principal como de sus ayudantes, se producía una falta en la banda derecha. Como suele ser habitual, Ibai se dirigió hacia ese punto para lanzar el centro. Fue al segundo palo y apareció la cabeza de Laguardia, que se lanzó en plancha para poner el resultado definitivo. El tanto hacía justicia a lo vivido en el césped, premiaba a un Laguardia que ha vuelto tras su lesión con más fuerza que antes y seguía regando esa flor que Abelardo tiene plantada en Mendizorroza, en un lugar que sólo él sabe dónde se encuentra. El Brujo estará un poco más contento, tras el triunfo del equipo de su amigo.

VAVEL Logo