Se cuenta como leyenda urbana, en la que es una de las teorías más popularizadas, que las tropas estadounidenses que regresaban a sus cuarteles durante la Guerra Civil sin ninguna baja en el pelotón redactaban en una gran pizarra '0 Killed' (cero muertos), cuya abreviatura es el 'O.K' que representa un "all correct" (todo correcto). Como alegoría, sirve para explicar lo que significó un 'mini-derbi' abúlico. Tanto Santiago Solari como Óscar Fernández, que estrecharon sus manos y departieron amistosamente durante varios minutos a la conclusión del vacuo empate a cero, levantaron su brazo y mostraron un ‘OK’ de lo más conformista. Es lo que hay, pensarían…

El punto que cosecharon los dos filiales madrileños no sirve de mucho para ninguna de las entidades. El Atlético B, que llegaba por encima de la tabla, tiene ya la permanencia asegurada y nada que perder. O mucho que ganar, según se mida su apetito. Los 'mirlos blancos', por su parte, tienen cierta ventaja con respecto a la zona de descenso pero cada fin de semana ejecutan un ejercicio de pura simpleza que lo relega con cierta justicia a una zona de tierra de nadie. Peligrosa deriva. En consecuencia, el derbi se puede resumir llanamente en cuatro simples acciones a lo largo de los noventa minutos que, sin embargo, pudieron ser suficientes para llevarse respectivamente un premio del que nunca demostraron ser merecedores.

Arona Sané estrelló un balón contra la madera. Fue la única ocasión clara del Atlético B en noventa minutos

Entre el rigor táctico, los continuos resbalones, los pases imprecisos, los balones largos sin destinatario definido y las briznas de hierba que sobrevolaban las rodillas de los futbolistas, como consecuencia del pavoroso patatal en el que se ha convertido el campo principal de la Ciudad Deportiva colchonera, Arona Sané despertó al respetable a los veinte minutos con un zapatazo que se estrelló contra la madera de la portería defendida por el hijísimo Luca, de apellido Zidane. El extremo senegalés encontró por única vez una grieta en las costuras merengues tras un córner mal ejecutado a favor del Real Madrid Castilla que estuvo a escasos centímetros de convertirse en castigo.

La ocasión ventiló al Castilla, al que le entró cierto reparo de estar sin llegar a estar. Halló cierto resuello en la mala circulación de su rival y en las dificultades que tenían para generar juego, obligando a un voluntarioso Jorge Ortiz que se afanaba en mejorar la distribución bajando muchos metros a pedir el balón. En esas se vio al equipo de Solari explotando los costados, buscando las cosquillas a un Adrián Jiménez superado por la velocidad de Franchu Feuillassier y con un Andrés Solano desbordado por Luismi Quezada. Por el carril derecho del Castilla nació la acción que hizo ver al filial merengue de que en el Atlético B hay portero -- muy buen portero, por cierto -- obligando a Miguel San Román a intervenir en una doble ocasión. El pitido que dictaba la conclusión del primer periodo fue un alivio necesario para el espectador.

San Román levanta el muro

El paso por los vestuarios reactivó al Real Madrid Castilla, que hacerse dueño del cuero no le hizo ser protagonista principal del juego. Más que por méritos propios, fue demérito del Atlético B que su rival se plantase con la cara lavada tras el entreacto. Lo remató el primer cambio que puso en liza Óscar Fernández, retirando a Jorge Ortiz -- cabreo mayúsculo incluido -- para reforzar el centro del campo con el ingreso de Cristian Rodríguez. La sustitución incrustó a Keidi Baré en la mediapunta, como acompañante de un Stephane Emana que se tiró casi hora y media bajando balones como si fueran pesadas lavadoras… No fue su día.

Fue solo una de las muchas posiciones que ocupó el centrocampista albanés durante la última media hora, recorriendo cada centímetro del campo para ocupar una demarcación distinta cada diez minutos. Formó como centrocampista, hizo labores de enganche, se recostó en el carril derecho tras la salida de Arona Sané y concluyó la contienda en el extremo contrario. En resumidas cuentas, un desgobierno total que le volvió loco y que tuvo al Atlético B embotellado en su campo, tratando de ganar metros dando salida con Alberto Ródenas.

Quezada y Seoane obligaron a emplearse a fondo a San Román en la recta final para mantener el botín de un punto

Se esperaba algo más de un filial rojiblanco al que la virtual salvación parece haberle transformado por completo. Los pupilos de Óscar Fernández han perdido el picante. No hay rastro de apetito, de ese equipo que por su competitividad extrema jamás se le pudo achacar que perdiese, sino que más bien sus rivales tenían que ganarle sudando sangre. De justicia es reconocer que entrar en los playoffs de ascenso nunca fue una obligación ni un objetivo real pero una vez metido en la pomada se le puede pedir que tenga los arrestos de soñar, de ser fantasioso y de darse el gusto de intentarlo como regalo al laborioso camino construido. Acostumbrado al caviar ofrecido durante una buena parte de la temporada (debuts de canteranos con el primer equipo, 46 puntos para un recién ascendido, alejar a los jugadores de su zona de confort…), ofertar ahora otra producto deja mal regusto en la boca.

Y pudo ser peor, si el Real Madrid Castilla hubiese tenido mayor tino y si San Román no fuera fiel a su apellido de santo. Los merengues aprovecharon ese pasito atrás durante los diez últimos para que Seoane y Quezada hiciesen temblar el castillo de naipes colchonero. Un centro de Quezada encontró la cabeza de Seoane, cuyo cabezazo fue repelido por San Román. Instantes depués, fue Tejero el que la colgó y Quezada el que la cabeceó obligando otra vez a San Román a levantar un muro. Ahí murió un 'mini-derbi' que ni mucho menos pasará a la posteridad.

Puntuaciones VAVEL

3

Luismi Quezada

2

Miguel San Román

1

Antonio Montoro

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Sobre el autor
Víctor Molina Pozo
Madrid. Redactor del Atlético de Madrid B. Hasta junio de 2015 fui Moderador de contenidos de VAVEL. También Coordinador y redactor del Atlético de Madrid. Gestioné la cuenta @Atleti_VAVEL. E-mail de contacto: [email protected]